LA PRESENCIA DE DIOS

COMENTARIO
por Alfredo Marinelli 

En el libro "Relatos de Beelzebub a su nieto" en el capítulo "El Purgatorio", Gurdjieff dice que el único conocimiento verdadero que nos ha legado el pasado, es que "el hombre está hecho a imagen de Dios". Y luego dice que esto no significa que Dios haya de ser interpretado a imagen del hombre, como un venerable anciano con barba, y con un peine asomando por su bolsillo con el que a veces se peina su famosa barba.

Esto resulta de la pobre imagen que tenemos de nosotros mismos, concibiendo a Dios desde la estrecha coraza de un ego personal y no viendo al hombre como un campo unificado, inmensamente complejo, que abarca la totalidad del universo.  El hombre "hecho a imagen de Dios" significa que el hombre está hecho de acuerdo al mismo patrón que la gran totali­dad del Megalocosmos y sólo hay una diferencia de escala.

En el mismo sentido una de sus frases expresa:

"El hombre debería ser, sin duda, la cima de la Creación, puesto que está formado y posee todas las posibilidades para adquirir todos los datos exactamente similares a los datos del MATERIALIZADOR DE TODO CUANTO EXISTE en la Totalidad del Universo".

A medida que se eleva el nivel de comprensión, la forma en que se experimenta la presencia de Dios se transforma.  En la actualidad el antropomorfismo religioso del Dios padre flotando en el cielo, rodeado de querubines y serafines, es casi inaceptable para la mayoría de las personas. Sin embargo permanece como una idea subyacente en nuestra existencia, generadora de una división prácticamente irreductible entre el Creador y el hombre, considerando a Dios como algo que está arriba, por encima o más allá de nosotros mismos. Hasta que no vibremos armónicamente con lo que está arriba, por encima o más allá de nosotros mismos, Dios seguirá estando muy lejos y fuera de aquí.

La tendencia de antropomorfizar a Dios debe ser reemplazada por lo que en el catolicismo se denomina deificación del ser humano, en donde es elevado a un estado divino o trascendental, debiendo acercarse tanto como pueda a Dios y ser su imagen y semejanza. Comprendiendo y percibiendo que el ser humano es un reflejo de Dios, puede realmente sentir a Dios como el centro de todo, en todas partes y en sí mismo.

No se trata de aceptar una nueva creencia, sino de la comprensión por experimentación y contacto directo de manera no conceptual, a través del proceso de transformación, de percibir con un plano del ser que es, simultáneamente el propio y el de Dios.

Esta percepción simultánea se denomina recordarse a sí mismo o auto-recordación, factible gracias al despertar de una atención de índole emocional, la cual debe ser una constante, para que las energías de un orden superior fluyan hacia nosotros.


Podemos realizar prácticas y experiencias de carácter psicológico/espirituales perfectas e importantes, sin embargo si nos olvidamos de Dios, carecen de sentido, ya que perdemos nuestra verdadera ubicación dentro del Gran Plan, quedando como resultante el engrandecimiento del ego.

Solo con la presencia emocional de algo mucho más elevado y superior de cualquier cosa que concibamos como nosotros mismos, llamémoslo Dios, la Fuente, el Creador  o como queramos llamarlo, jerarquizamos nuestra "sensación de yo", dejando la misma de estar asentada y afianzada en el ego o falsa personalidad, para polarizarse correctamente hacia nuestra verdadera identidad, expresado por Gurdjieff en la frase: La vida es real solo cuando “Yo Soy”. 


La tarea del hombre dormido, que vive en medio de ilusiones y decepciones, encapsulado en su ego personal, es emerger de este estado y recuperar la unión con la conciencia universal. Su único pecado es haberse apartado de la misma y es aquí donde la presencia de Dios adquiere trascendental significado.


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LA PRESENCIA DE DIOS

El otro día me vino un pensamiento que decía, «¿Cuán cerca estás de Dios?» Esta no es una pregunta que estemos acostumbrados a preguntar. Tenemos una creencia innata en la existencia de una Deidad Suprema, pero creemos que ésta es algo totalmente remoto e inalcanzable. Sin embargo Cristo dijo: «El Reino de Dios está dentro de vosotros»; y nos dicen que tratemos de elevar nuestro nivel de concien­cia de modo que podamos comunicarnos con niveles supe­riores.

¿Conciencia de qué? Con seguridad que aquello que estamos buscando debe de ser consciente en el Universo al que pertenecemos y en el que tenemos un propósito. De aquí que será conveniente reunir algunas de nuestras ideas sobre este misterioso entorno. Los astrónomos, mirando al cielo a través de sus telescopios, nos dicen que la Tierra es un insignificante planeta en uno de los 10.000 millones de sistemas solares de la galaxia llamada la Vía Láctea; y que incluso ésta es sólo una de entre 1.000 millones de galaxias en los vastos dominios del espacio. ¿Se puede saber qué ha­cemos en medio de este desierto?

La cosmología esotérica adopta un punto de vista dife­rente. Dice que el Universo es traído a la existencia por la voluntad de un Creador Supremo, de inteligencia inconcebible e inefable, a través de una serie de órdenes mundiales de manifestación cada vez más detallada. El proceso queda trazado en el familiar diagrama conocido como el Rayo de Creación, que muestra como se desarrollan las manifestaciones sucesivas por la aplicación progresiva de la Ley del Tres.

Hemos visto que a causa de esta secuencia cada orden mundial no sólo es dirigido por su propia inteligencia, sino que además está sujeto a las leyes de todos los órdenes superiores, de modo que la creación entera es una estructura viviente, continuamente vivificada por la influencia del Absoluto que compenetra todos los niveles inferiores. Es importante realizar que los sucesivos órdenes mundiales no son entidades separadas sino que son, como los miembros del cuerpo, partes de un todo coherente que es la Deidad.

Esta idea tiene un importante corolario, a saber, que cada orden mundial no sólo está sujeto a las leyes de sus progenitores, sino que está realmente impregnado con los materiales de los niveles superiores a él. Solemos interpretar la materialidad en términos físicos; pero sabemos que esto es una ilusión de los sentidos. Las substancias que nos son familiares son realmente lacias multitudes de pequeñas perturbaciones del vacío, llamadas electrones, separadas por distancias relativamente enormes. Estos interfieren con el paso de las ondas de luz, y crean así las apariencias de solidez y de color.

Dentro de este espacio virtualmente vacío está claro que hay sitio para vibraciones de una calidad más fina, que no serán detectadas por los sentidos ordinarios, pero que pueden tener una significativa influencia sobre nuestro comportamiento. Podemos, más aún, considerar que órdenes mundiales superiores tengan estructuras similares que im­plican vibraciones progresivamente más finas cada vez, de modo que cada uno poseerá su propia materialidad; y cada nivel estará impregnado con las vibraciones de todos los órdenes superiores.

A veces se expresa esto en términos de una estructura de átomos, usando la palabra en un sentido psicológico como la más pequeña partícula de materialidad de cualquier orden mundial. En estos términos el Rayo de Creación puede ser desarrollado como una reunión progresiva de átomos del Absoluto.




Todo átomo del Mundo 3 contendrá tres de tales átomos. Los átomos de la galaxia contendrán seis, mientras que cada átomo de material So­lar contendrá doce, y así sucesivamente. Esta formulación transmite muy claramente el modo en el que cada orden mundial está saturado con materiales de todos los niveles de más arriba.

Está claro que estos materiales no son de la calidad de las substancias físicas. Es mejor considerarlos como manifestaciones de la inteligencia de los seres conscientes. Así, el Mundo 48, el nivel de la Tierra, es un ser inteligente que tiene que ver con el mantenimiento de las condiciones físicas de este planeta y de sus actividades psicológicas asocia­das. Esto lo damos enteramente por supuesto. Sólo muy ocasionalmente otorgamos reconocimiento a la notoriamente competente inteligencia directora que está operan­do detrás del escenario.

Hay implicada todavía otra inteligencia más. Considera­mos a la Tierna como una estructura permanente, pero en realidad todos sus constituyentes están viniendo a la existencia en este mismo momento, pues los átomos (físicos) habiendo cumplido su propósito y usado su energía, mueren y tienen que ser reemplazados. ­

Toda la Tierra física, incluyendo al cuerpo, es una estructura de muerte y reemplazamiento continuos. Algo ha de encargarse de organi­zar todo esto, de mantener el proceso en operación, y esta es la inteligencia del Mundo 48, que responde a programas establecidos por el Mundo 24.

El Mundo 24 es una inteligencia de orden superior que posee un grado adicional de libertad, una dimensión extra. Estamos familiarizados con las tres dimensiones del espacio, que son simplemente armazones con los que podemos medir las extensiones de longitud, anchura y altura. Para la inteligencia del Mundo 24 el paso del tiempo de los sentidos es simplemente un movimiento a lo largo de una cuarta dimensión ya existente, que es parte integral de la estructura. Es este mundo de cuatro dimensiones quien contiene el patrón subyacente para todos los sucesos y apa­riencias del Mundo 48. Es para nosotros el dominio de la Eternidad pues no está sometido a las leyes del paso del tiempo. De aquí que todos los sucesos de nuestro mundo sean simplemente manifestaciones en secuencia de un pa­trón ya existente en el dominio de la Eternidad. Tenemos que empezar a darnos un poco de cuenta de la existencia de este nivel de inteligencia al que llamamos Mundo 24, el mundo Astral, que posee su propia materialidad de una calidad más fina que la de nuestro mundo físico.

Es de este material que es creada la Esencia. Esta, como sabemos, es la parte espiritual del hombre que habita en el cuerpo físico y usa a éste. ¿Podéis sentir la presencia de la Esencia como algo vivo, como algo de una calidad enteramente diferente a la de la vida? Es algo compuesto de ma­terial de cuatro dimensiones, que vive en el dominio de la Eternidad de modo que sus potencialidades son vastas en comparación con cualquier cosa que nuestro conocimien­to ordinario pueda concebir.

Y sin embargo éste no es sino el nivel más inferior del espíritu. Nos dicen que la Esencia ha descendido ‑o más bien, desciende, pues es algo que está ocurriendo ahora mismo- desde las estrellas, desde el nivel del Mundo 6, el nivel de la Galaxia. Desciende a la Tierra con un propósito, el de utilizar las energías y condiciones que existen en el nivel del Mundo 48, y en su descenso es envuelta en parte sucesivamente con los materiales de los mundos a través de los cuales pasa. Así que primero adquiere algo de mate­rial del Mundo 12, y luego, una vez más, del Mundo 24, en cuyo punto la llamamos Esencia; se la provee entonces de un cuerpo físico a través del cual pueda explorar las condiciones del Mundo 48, el mundo fenoménico.

Evidentemente que un hombre (o una mujer) es una creación de mucha mayor estatura que el cuerpo físico, mucho mayor que la Personalidad pese a toda su astucia y todo su intelecto. Es algo que contiene, como parte de su estructura misma, todas estas inteligencias superiores. Esto a veces se expresa en la forma siguiente:

MUNDO 6         DIOS
MUNDO 12       YO REAL
MUNDO 24       ESENCIA
MUNDO 48       PERSONALIDAD (Cuerpo)

Dios para nosotros no es el Absoluto, pues esta inteli­gencia, y la del Mundo 3 están totalmente más allá de nuestra comprensión. Pana nosotros, Dios es la inteligen­cia del Mundo 6. La cuestión importante es que todas estas inteligencias, todos estos materiales, existen realmente en la estructura llamada hombre. En un estado de sueño simplemente no se da cuenta de esto. Vive enteramente en el sótano, no se percata siquiera de la magnificencia y delica­deza de la Esencia, a la que tenuemente percibe, o concibe existiendo dentro de él, sin ninguna comprensión real de la enorme diferencia de calidad y potencialidad de este ele­mento espiritual.

Sin embargo, como se dijo, éste es solo el nivel más bajo del espíritu. Hay en nosotros material de una naturaleza todavía más fina, de la calidad del Mundo 12. A este se le llama Yo Real, una entidad que posee conciencia objetiva y que puede comunicarse con el nivel Solar de inteligen­cia. Sobre esto sabemos algo, pero usualmente lo asocia­mos con lo que imaginamos ser nuestro ser real. Tendemos a considerarlo, quizá, como un yo de la Personalidad superinteligente. Nos dicen que observemos la jaula de los yoes como una especie de jaula de monos, conteniendo los mi­les de autómatas que conducen nuestros asuntos por noso­tros; y puesto que algunos de ellos responden a influencias conscientes, tenemos la ilusión de que a partir de ellos pue­da algún día desarrollarse el Yo Real.

El Yo Real es de una calidad enteramente diferente, inconmensurable con los yoes de la Personalidad, que son creados por la vida. El Yo Real es una creación espiritual que está «al habla» con Dios. Pero nos dicen que esto no es permanente en nosotros. Puede brevemente ejercer con­trol de nuestro comportamiento, pero sólo puede hacerlo así por algún tiempo como resultado de un duro y persis­tente trabajo sobre uno mismo.

Sin embargo el material esta ahí, junto con las aún más finas substancias del Mundo 6. El total de la estructura, en verdad, está permeado por este exquisito material, de modo que el espíritu divino existe y está presente en el hombre a todos sus niveles.

Así que si preguntamos cuán cerca estamos de Dios, la respuesta está en nuestras propias manos. El material está ahí para que se lo reconozca, no como una visión estelar sino como un ejercicio práctico.

Me acordé hace poco de la oración, 'Dios esté en mi cabeza', a la que tan bellamente puso música Sir Walford Davies, la cual parece resumir exactamente aquello de lo que estamos hablando. Se originó en el Sarum Primer de 1558, una colección de ideas de los primeros monjes del período y dice, como recordareis:

Dios esté en mi cabeza
y en mi entendimiento.
Dios esté en mis ojos y en mi mirada.
Dios esté en mi boca y en mi habla.
Dios esté en mi corazón
y en mi pensamiento.
Dios esté en mi final
y a mi marcha.

Normalmente sólo oímos esta inspirada oración en los funerales, pero es una oración para vivir. Es una oración de auto‑recuerdo, una oración de que Dios, esta inefable inteligencia del Mundo 6 que está en mi, se halle realmen­te presente en todas las actividades de mi vida diaria. Todo nuestro ser está impregnado con todos los niveles de conciencia a nuestra disposición, desde el Mundo 6 hacia aba­jo, pero en un estado carente de desarrollo.

Una vez que hayamos entendido las potencialidades de esta idea sabremos por que hemos de hacer un esfuerzo, no porque se nos diga que tengamos que hacerlo, sino porque desearemos habitar el total de esta magnificiente estructura. ¿Cómo hablar de esto en palabras? Solo la mente emo­cional puede percibir la verdad; pero si llegamos a recono­cer esto quizá podamos hallar el secreto descubierto por el monje medieval Hermano Lorenzo ‑un miembro muy hu­milde de su orden‑ quien sin embargo hizo todo lo que se requirió de él «en presencia de Dios».
J. H. Reyner

Extractado y compilado por Alfredo Marinelli para el Blog "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación ". Fuente de referencia: "Gurdjieff en acción" de J. H. Reyner