PSICOTRANSFORMISMO

por Robert S. de Ropp

El transformismo originalmente se refería a la teoría, de que los seres vivos no fueron creados por un acto de Dios, sino por la transformación gradual de una forma a otra. Esta teoría fue declarada más tarde por Darwin y Wallace como la Teoría de la Evolución. 

Psicotransformismo es el término que usó Ouspensky para describir una serie de cambios que pueden tener lugar en la psiquis del hombre. El Psicotransformismo trata de la posibilidad que el hombre tiene de transformarse desde un ser que es el Enemigo Público Nº 1 desde el punto de vista de la biósfera - una criatura muy desarmónica y peligrosa - en un ser que puede vivir en armonía consigo mismo y con el universo. De acuerdo a esta teoría, el hombre posee posibilidades de desarrollo que generalmente ni siquiera conoce, ni mucho menos usa.

La naturaleza garantiza que el hombre se desarrollará hasta la etapa de un animal sexualmente maduro. En este punto lo abandona para que haga lo que le plazca. Ya sea que se desarrolle más allá o no, depende enteramente de sus propios deseos. Puede, y generalmente lo hace, vivir como un tonto y morir como un perro, en cuyo caso llega a ser mera "comida para gusanos". O puede, mediante cierta clase de esfuerzo intencional transformarse en una clase más elevada de ser, y entonces es incorporado a una etapa ascendente del proceso cósmico.

La validez de la teoría del Psicotransformismo puede ser probada por cualquiera, porque el hombre siempre puede usarse a sí mismo como conejillo de Indias para ver si funciona. No hay que creer nada, sólo intentar el experimento.

En orden a estudiar esta teoría científicamente, es necesario considerar la estructura y función del cerebro humano. El cerebro del hombre es el más complejo y peligroso de todos los aparatos que se han desarrollado en la biosfera terrestre. Es un órgano horrorosamente desarmónico. Su desarmonía proviene del hecho de que no es "uno" sino "muchos". Incorpora tres diferentes cerebros en una sola entidad: un cerebro instintivo cercano al nivel de un cocodrilo, un cerebro emocional no muy por encima del de un caballo, y, encaramado al tope de esta inestable combinación, como un rey en un trono tambaleante, un cerebro humano recientemente evolucionado, alojado en dos hemisferios cerebrales de grandes dimensiones.

             
De este modo, parece razonable que cualquier ser, lo suficientemente desafortunado para tener que crear alguna clase de armonía entre un cocodrilo, un caballo y un hombre, tenga alguna dificultad. Basta revisar la historia de la humanidad para darnos cuenta de la horrible confusión que esta mezcla ha provocado. Arthur Koestler en "El fantasma en la máquina", sugiere que el hombre es víctima de un error en la formación del cerebro. El error proviene de la incapacidad de los viejos cerebros para evolucionar armoniosamente con el nuevo. El resultado es un desastre biológico que puede llevar no solamente a la extinción de la raza humana, sino también a un daño irreparable en la biosfera del planeta tierra.

La candente pregunta que surge, ante la cual todas las otras preguntas parecen triviales, es ésta: ¿Tiene el cerebro humano en sí mismo la capacidad, primero, de reconocer sus propios defectos y, segundo, de remediarlos?

La teoría del Psicotransformismo contesta que la posición del hombre es difícil y peligrosa, pero no sin esperanzas. El cerebro, como ciertos computadores muy sofisticados, tiene la capacidad de reconocer y corregir algunos de sus errores. Para hacer esto debe usar un sistema del cerebro que, si bien existe en el hombre, no es normalmente conocido. Permanece sin uso como una poderosa máquina cuyo dueño ni siquiera sabe que la posee.

Si miramos los sistemas cerebrales que determinan el comportamiento del hombre y los otros animales, veremos que predominan dos sistemas. Siguiendo a John Lilly, los llamaremos los sistemas de detención y de partida.

Psicodinámica de los sistemas cerebrales

partida....................................detención 
acción.....................................inacción
placer......................................dolor
recompensa............................castigo

Neurohormonas

Norepinefrina..........................Acetilcolina

Los dos sistemas están íntimamente relacionados con recompensa y castigo. El sistema de partida ofrece al animal su recompensa. Es más o menos sinónimo con el centro del placer, cuyo poder fue tan dramáticamente demostrado por Olds en ratas y por Lilly en el mono. Si insertamos un electrodo en el centro del placer de una rata o de un mono y lo conectamos a una barra que la criatura pueda pulsar, tendremos una fascinante, e incluso atemorizadora, demostración del poder que este centro puede ejercer. Hora tras hora, descuidando todas sus otras necesidades, el animal permanecerá ahí oprimiendo la barra. Es, literalmente, un esclavo de su centro del placer.

El efecto del sistema de detención es igualmente dramático aunque, afortunadamente para nosotros, está localizado en una parte muy pequeña del cerebro. Este sistema cerebral castiga al hombre tan drásticamente que, si se implanta un electrodo allí y es frecuentemente activado, la criatura se decae, pierde interés en la vida y finalmente muere. La única manera de detener su depresión es activando su sistema de partida.

Es digno de mencionar que estos dos sistemas dependen para su funcionamiento de dos diferentes sustancias químicas. El sistema del placer o partida depende de la neurohormona norepinefrina; el dolor o detención depende de la neurohormona acetilcolina. Es muy importante que nos demos cuenta de cómo todos nuestros estados de ánimo y nuestro total sentido de aquello que llamamos "uno mismo" depende de diminutas trazas de ciertas sustancias químicas, las neurohormonas, liberadas en las terminales de las fibras nerviosas. Un defecto en el metabolismo de la norepinefrina puede hundir a una persona en las profundidades de una inexplicable depresión o inducir las alucinaciones de la esquizofrenia. Los médicos sacudirán sus cabezas y, si son de "orientación psicoanalítica" referirán al paciente a un colega psiquiatra, quien pondrá a la persona contra las cuerdas, cobrándole cincuenta dólares por la hora. Pero esto es inútil, porque el problema real es químico. Todas las formas de conducta pueden finalmente estar relacionadas con eventos a nivel molecular que ocurren en ciertas áreas del cerebro. Las llamadas drogas psicotrópicas actúan en el cerebro alterando estos procesos bioquímicos.

Los sistemas de detención y de partida sustentan todas las conductas comunes. El hombre busca estímulos que activen su centro del placer. Con igual buena fe busca evitar cualquier influencia que active el centro del dolor. Se mueve como un asno entre el garrote y la zanahoria, una bestia estúpidamente dirigida por impulsos que difícilmente puede entender, en un viaje sin dirección y sin un real sentido. Ya sea tratando de capturar el placer o huyendo del dolor, es un esclavo de estos tiránicos centros cerebrales que limitan su libertad y lo transforman en un muñeco desvalido.

"Corrupta y vieja naturaleza, nos empuja vehemente. Un aguijón es la lujuria y el otro, el dolor."

Estas palabras, gritadas por un loco en una de las más inspiradas novelas de H. G. Wells, resumen la condición del hombre en el nivel de ser en que habitualmente existe, Pero la teoría del Psicotransformismo establece que éste no tiene porqué existir en ese desdichado nivel.

El nuevo cerebro del hombre, la neocorteza, es un grande, complejo y verdaderamente magnífico órgano, cuyo poseedor no sabe como usar. Es como un extraordinario computador puesto en manos de un ignorante y rústico labriego que no tiene ni la más remota idea de para qué es. E incluso peor, el manual de instrucciones se ha perdido.

Sumado a los centros de detención y partida, que el hombre comparte con los otros animales, la neocorteza contiene centros superiores, los centros del poder y de la liberación. Aquel que pueda activar estos centros cesa de ser un esclavo de la dualidad placer-dolor. Tal persona obtiene una libertad interior aparejada a una comprensión totalmente nueva de sí mismo y de su poder, ha colmado su potencialidad y ha llegado a ser verdaderamente un hombre.

La teoría del Psicotransformismo establece que aunque estos centros superiores existen en el cerebro del hombre, sólo pueden ser activados mediante esfuerzos intencionales. Es como si la naturaleza obsequiara al hombre con un soberbio regalo y luego, arrepintiéndose de su generosidad, pusiera ciertos obstáculos en su psiquis que le harán casi imposible usar el regalo.

En el Nuevo Testamento, que es un tratado de Psicotransformismo escrito en clave, encontramos referencias a esta idea en varias parábolas. El centro superior del cerebro del hombre ofrece las llaves de ese estado llamado "El Reino de los Cielos". El hombre comúnmente no sabe que este reino existe. Si pertenece a la llamada Iglesia Cristiana, puede haber escuchado que este reino está situado en alguna parte en la estratósfera, poblado por una improbable fauna, como querubines o ángeles, o que es un estado que se obtiene después de la muerte. Pero El Reino de los Cielos existe en su propio cerebro. Depende de él encontrarlo. Así, en las parábolas del Nuevo Testamento, el reino de los cielos es comparado al tesoro oculto en un campo y que, cuando el hombre lo descubre, vende todo lo que tiene para comprar ese campo.

La misma idea es presentada en forma algo diferente en la parábola del hijo pródigo. Habiendo despilfarrado sus bienes en una vida disipada se encuentra reducido al nivel de un porquerizo que gustosamente se llenaría la barriga con los desperdicios de lo que los cerdos comieron. Sólo en esta deplorable situación extrema, recuerda la casa de su padre y resuelve volver allá a toda costa.

Estas parábolas expresan alegóricamente dos de los más importantes principios del Psicotransformismo. En primer lugar, antes que el hombre siquiera comience a desarrollarse, debe darse cuenta de que, mientras permanezca esclavo de los centros del placer y del dolor, su vida no es mejor que la de un animal. Es un cerdo entre los cerdos. De hecho, está más abajo que ellos porque al menos los cerdos no tienen un potencial mayor que desperdiciar. En segundo lugar, el hombre debe entender que, para entrar en El Reino de los Cielos en la alegoría de los Evangelios, debe estar dispuesto a sacrificar todo lo que posee.

La naturaleza no tiene previsto asegurar que el hombre desarrollará todo su poder. Entenderemos esto al comparar al hombre con un insecto, una mariposa, por ejemplo, que pasa por varias formas: huevo, oruga, crisálida y adulto alado. La naturaleza asegura que el insecto pasará por todos estos estados. Pero el hombre, cuya última transformación interior puede ser comparada al cambio de oruga a mariposa, es forzado a depender enteramente de sus propios esfuerzos intencionales para efectuar esta metamorfosis. La naturaleza no sólo no lo ayuda, sino que además pone grandes obstáculos en su camino. Si quiere alcanzar su total desarrollo y despertar los centros superiores de su cerebro, debe trabajar en contra de la naturaleza. Más correctamente, podemos decir que debe trabajar en contra de la naturaleza en un nivel, en orden a servir los propósitos de ella en un nivel más elevado, porque la razón nos obliga a percibir varios niveles en el funcionamiento del cosmos. Los procesos que tienen lugar en un nivel pueden ser opuestos a los que ocurren en otro. No es necesario ir tan lejos como aquellos dualistas babilonios que postulaban dos principios: una fuerza de la oscuridad y una fuerza de la luz. Basta decir que el proceso que llamamos naturaleza opera en varios niveles y que el hombre se encuentra colocado entre dos niveles de ese proceso cósmico. Tiene la posibilidad de transcenderse a sí mismo y alcanzar un nivel superior de ser, o puede permanecer como está, siendo un cerdo entre los cerdos.

El Psicotransformismo se refiere a las leyes que gobiernan la auto trascendencia. En muchos sistemas de enseñanza el Psicotransformismo es comparado con un viaje. Este viaje interior es aludido como el Camino, y los diferentes niveles de desarrollo son señalados como etapas del Camino. Podemos dibujar un mapa del Camino y distinguir cinco etapas, como se muestra en la figura siguiente.


En el nivel más bajo está la selva, representada aquí como un círculo, porque nadie a ese nivel llega jamás a alguna parte. La gente se mueve en círculos como los burros que hacen girar una rueda de molino. Ellos viven entre la zanahoria y el garrote. Son arrastrados por deseos, ya sea de riqueza, fama, placer sexual, etc. o son manejados por miedos, miedo a la pobreza, a las enfermedades, al desempleo. Este nivel es llamado "la selva" porque en él se vive bajo la ley de la selva: comer y ser comidos.
Más allá de la selva se extiende el bosque. Es un mejor lugar para estar que la selva. Al menos hay senderos en el bosque y algunos de esos senderos llevan a algún lugar. También hay guías y algunos de ellos conocen el camino.

La primera etapa en el camino es pasar desde la selva al bosque. Esto ocurre cuando alguien despierta al hecho de que la vida en la rueda del molino, entre el garrote y la zanahoria, no es una forma de existencia particularmente satisfactoria. Tal persona comenzará a buscar una manera de vivir más significativa. La búsqueda a ese nivel consiste en leer libros, asistir a charlas, hablar con otros recolectando material acerca del Camino. Todo lo recopilado irá formando una entidad definida en la persona del buscador, la que es llamada en el Psicotransformismo "el centro magnético".

El buscador que entra en el bosque sólo tiene a su centro magnético para guiarlo. Este puede ser fuerte e inteligente o débil y estúpido. La función del centro magnético es poner al buscador en contacto con un guía. Cada buscador consigue el guía que se merece. Un tonto obtiene un tonto como guía, un farsante a un farsante. Una persona con discernimiento continuará buscando hasta encontrar un genuino guía. Esto no es fácil. Los farsantes son muy numerosos, los guías genuinos son pocos.

Cuando el buscador encuentra a su guía comienza una fase más intensa de trabajo interior. Llega a ser aspirante para la iniciación. En el aspirante, el centro magnético cambia lentamente a una nueva y más poderosa entidad. Esta es llamada el Observador o el Testigo. En esta etapa el buscador tiene una gran obligación: verse a sí mismo como realmente es. Sin esto, nada es posible.

El buscador verá, antes que nada, que no tiene control sobre su vida, que es mantenido en esta confusión, esta selva, por ciertas funciones que están simbolizadas en las cartas del Tarot por el Loco, el Diabloy la Rueda de la Fortuna.

El Loco representa la sugestionabilidad y la credulidad en el hombre. Se tragará cualquier cuento viejo. Vagando con la cabeza en el aire, está a punto de caer en un precipicio, pero no lo nota porque está inmerso en sus sueños. Transporta los cuatro símbolos sagrados en su espalda sin saber que significa ninguno de ellos - ni siquiera sabe porqué los lleva.

El Diablo representa a todas las mentiras en las que vivimos, las mentiras que nos decimos a nosotros mismos y las que nos dicen nuestros líderes; y la Rueda de la Fortuna es la tendencia que tiene el hombre de engancharse en actividades totalmente fortuitas y sin dirección. El hombre no sabe lo que hace. Actúa por impulsos, sin real intención y cada impulso es llamado "yo".

Con miras a entender el rol del observador, debemos darnos cuenta de que en su habitual estado de inconsciencia el hombre tiene muchos "yoes". Cada uno de ellos puede llegar a ser dominante por un tiempo. Algunos son directamente opuestos a los otros. Esto ocurre por el estado de desarmonía interior tan característico de la vida del hombre en la selva. La función del observador es estudiar a estos "yoes". Es como un administrador recién nombrado para hacerse cargo de un negocio que está fracasando por la incapacidad del equipo para trabajar en conjunto.

El observador estudia los diferentes "yoes" objetivamente. Debe decidir cuales son valiosos y cuales peligrosos. Tiene muy poca autoridad con qué comenzar y no puede ejercer ningún control. Además carece de objetividad y puede engañarse al rehusarse a ver a ciertos "yoes" o a evaluarlos correctamente. Aquí especialmente necesita ayuda de su guía.

A medida que el observador aumenta su poder, se va trasladando gradualmente de la personalidad a la esencia. La personalidad es superficial, la esencia es profunda. Una vez que la esencia es alcanzada, el nivel de ser del aspirante cambia. Hasta cierto punto ya no es más un aspirante a la iniciación. Llega a ser un iniciado del primer orden. Ha alcanzado el nivel del hombre objetivo.

En nuestro mapa del camino localizamos al hombre objetivo al pie de la primera montaña, la montaña del poder. El ha pasado por ciertas pruebas, la más importante se llama "desnudar el falso ego". La principal característica del hombre objetivo es que no se le puede adular ni insultar. Está más allá del alcance de la alabanza y la reprobación. Se ha desembarazado de la importancia de su "yo" y se ha dado cuenta de su insignificancia.

No es poca cosa llegar a ser un hombre objetivo. Se necesitan años de esfuerzo más la ayuda de un buen guía. En verdad, puede tomarle tanto tiempo a una persona alcanzar este nivel que la vejez, el último enemigo del hombre de conocimiento, puede hacer imposible cualquier desarrollo posterior. Pero, si no es muy viejo, el iniciado de primer orden podrá embarcarse en la siguiente etapa del Camino, el acceso a la montaña del poder.

Ahora nos volvemos hacia un mapa diferente del mundo interior del hombre. El mandala que se muestra en la figura siguiente pertenece a la clase de diagramas llamados "yantras" y contiene gran cantidad de información. Algunos de estos son aplicables al mundo en que el hombre vive, otros al mundo interior del hombre.

El gran círculo negro exterior es la barrera que evita que la gente siquiera comience el gran trabajo, el gran proceso alquímico. Luego hay tres círculos sucesivos los cuales, en el mándala tibetano, serían el círculo de las llamas, el de los rayos (o dorjes) y el de flores de loto. Esto corresponde a ciertas energías en el hombre, las que éste puede aprender a despertar y a usar para la transmutación interna.

Los dos cuadrados interiores del mándala representan las habitaciones cerradas de la psiquis humana. Son equivalentes a la montaña del poder y a la montaña de la liberación de la figura anterior. A las cámaras interiores se accede a través de cuatro puertas y cada puerta tiene su guardián. El hombre objetivo, aunque iniciado de primer orden, sólo está en el umbral del primer cuadrado. Para entrar en la primera habitación, debe vencer al guardián de la puerta. El guardián representa ciertos patrones fijos de pensamiento, sentimiento y percepción que mantienen al hombre en su mundo habitual.

El mundo dentro del mandala no es familiar. Es, pidiendo prestada una frase de Carlos Castañeda, "una realidad separada". En la lucha por entrar a este extraño mundo, el viajero encontrará fenómenos peculiarmente engañosos e ilusorios, los fenómenos del umbral. Han sido muy bien descritos por Ouspensky en "Un Nuevo Modelo del Universo", en el capítulo titulado "Misticismo Experimental". Ellos son siempre productos de la imaginación del viajero y, por muy fascinantes que puedan parecer, él debe descartarlos.

El que asciende la montaña del poder desarrollará los poderes o "siddhis". Quien posee estos poderes puede ejercer influencia sobre la gente que los rodea. Puede doblegarlos a su voluntad, dominarlos, hipnotizarlos, e incluso, destruirlos. Puede hacer esto porque ahora tiene una voluntad unificada obtenida mediante el proceso llamado "la batalla entre el sí y el no". En el curso de esta lucha, los "yoes" en conflicto en el ser del hombre se han fundido en una sola entidad poderosa, un maestro interno. Aquel que ha creado en sí mismo esta entidad es un hombre de poder, o iniciado de segundo grado.

Una persona puede alcanzar esta etapa del Camino sin llegar a ser un hombre objetivo. Hay ciertos atajos hacia la montaña del poder. El que toma estos atajos lo hace asumiendo riesgos. Entra al cerco sagrado del mándala llevando aun su ego personal, y será tentado a usar sus poderes para fines egoístas y a menudo destructivos. La idea del brujo perverso o del mago negro, se refiere esencialmente a alguien que ha tomado el atajo hacia la montaña del poder. En los pueblos primitivos, el "shamán" o médico brujo, es frecuentemente alguien que ha tomado este atajo. A menudo, eran más temidos por su poder de destruir que venerados por su poder de sanar.

El cuadrado más interno del mandala corresponde a la montaña de la liberación. Es lo sacrosanto del templo interior del hombre. Para esta etapa del Camino no hay atajos. Quien haya alcanzado este nivel de ser es un iniciado de tercer grado, un hombre perfecto, un Buda, un liberado. Es completamente imposible para alguien así hacer mal uso de sus poderes, porque ha transcendido totalmente su ego personal. Se ha vaciado de su conciencia separada para acceder a la conciencia universal. Está completamente libre, no se apega a nada. Citando al Bhagavad Gita: "El ve al Ser en todo y todo en el Ser". En él, el proceso del Psicotransformismo ha alcanzado la última etapa.

En el centro del mándala hay una mancha blanca, la cual es la semilla del mundo no manifestado, la fuente de toda vida. El mándala como un todo representa el proceso cósmico de lo no manifestado fluyendo hacia la manifestación a través de la dualidad Yin - Yang. 

En realidad, la misma idea está contenida en una buena alfombra de oración. La alfombra de oración se muestra en la figura siguiente.


Se basa en la idea del "templo interior" del hombre, las habitaciones cerradas en su psique correspondientes a las montañas del poder y la liberación. (Es muy difícil conseguir una buena alfombra de oración. Las personas que hacen alfombras de oración y las personas que las utilizan o las entienden nunca parecen juntarse e intercambiar ideas. A menudo cada uno tiene que hacer su propia alfombra, que es lo que hice.) Cualquier persona que sabe cómo orar puede entrar en estas habitaciones.


Traducido y extractado por Alfredo Marinelli para el blog "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación" de "On the Way to Self Knowledge" del capítulo: Drugs, Yoga and Psychotransformism, editado por Jacob Needleman and Dennis Lewis. Alfred A. Knopf.- New York.

LA DINÁMICA DEL SUEÑO DESPIERTO

EL TRANCE ORDINARIO

CHARLES T. TART
Uno de los temas principales de Gurdjieff es que el "hombre está dormido". En mi propio vocabulario, yo diría que el estado ordinario de conciencia del hombre es semejante a un "trance". Lo cual, peyorativamente, implica una pérdida de vitalidad y una falta de iniciativa acompañadas de un pensamiento enteramente mecánico. El adjetivo "ordinario" significa que esta forma particular de trance es inducida por el tipo de cultura en la cual crecemos: es un consenso general implícito y explícito a propósito de lo que socialmente no sólo es importante, sino también de la naturaleza misma de la realidad.

Esta afirmación, "el hombre vive en el sueño", es fundamentalmente provocadora y es inevitable que suscite una reacción. Pero, si uno la acepta, esta misma resistencia puede conducir a la observación de sí, al "recuerdo de sí" y de esta manera a la posibilidad de una acción más eficaz, más despierta.

La observación de nuestro sueño o "trance cotidiano" es la observación de nuestra mecanicidad y de nuestros sueños despiertos. Por medio de ella podemos comprobar cuán apegados estamos emocionalmente a nuestros sueños diurnos y a nuestros condicionamientos. Si la mayor parte de nuestro comportamiento parece "normal", es a causa de este condicionamiento. Pero tanto Gurdjieff como los psicólogos contemporáneos estarían de acuerdo en considerar que este comportamiento aparentemente normal es sólo una expresión del "trance ordinario" y conllevan frecuentemente estados de neurosis.

En su lenguaje, Gurdjieff decía a menudo que nos comportamos como máquinas. Dominados como estamos por una rutina automatizada, pasamos por alto lo que él llama "el alimento de las impresiones", el más sutil de nuestros alimentos cotidianos, tan necesario para nuestra supervivencia como el aire y los alimentos ordinarios. Al aprender el arte de recordarnos a nosotros mismos, al prestar atención a situaciones aparentemente ordinarias, aumentamos la cantidad de este alimento fino, que es indispensable para nuestro crecimiento. Desgraciadamente, éste es un proceso de largo aliento, y debemos hablar primero del "trance ordinario" y de aquello que lo permite.

Hay numerosos desequilibrios y contradicciones en la estructura de nuestra personalidad. Por ejemplo, una parte de nosotros (un subyo) puede querer trabajar duro para hacerse célebre, mientras que otra parte otro subyo detesta el trabajo y prefiere levantarse tarde. Y luego, la vida trae su parte de frustraciones: deseamos algo y no podemos obtenerlo. Podemos tratar nuestras contradicciones y nuestros sufrimientos de manera realista o de manera irrealista. Examinaremos este último caso.

Tomar conciencia de una sola contradicción mayor en nosotros puede acarrear un gran sufrimiento. ¿Qué sucedería si nos diéramos cuenta de muchas, o de todas ellas? Gurdjieff afirmaba que si alguien llegara súbitamente a tomar conciencia de todas las partes contradictorias de sí mismo probablemente se volvería loco. Afortunadamente, es muy poco probable que surja un conocimiento tan súbito y completo de uno mismo.

Hay mecanismos activos que mantienen separadas esas diferentes partes de nosotros mismos. Gurdjieff llamaba topes a esos mecanismos. Esta palabra sugiere una analogía de los topes psicológicos con los topes de los vagones de ferrocarril. Cuando se quiere enganchar dos coches, uno de ellos es lanzado contra el otro a cierta velocidad para que el enganche se produzca. Imaginen cómo sería el impacto para los pasajeros si esas enormes masas chocaran entre sí sin tener nada que los amortiguara. Un tope absorbe los choques como los amortiguadores de un automóvil: absorbe la mayor parte de la energía súbita del impacto inicial y luego la deja pasar de manera mucho más suave, menos perceptible. Los topes psicológicos suavizan el choque súbito que ocurre cuando pasamos de un subyo a otro, volviéndolo suficientemente débil como para que no nos demos cuenta del cambio.


LOS MECANISMOS PSICOLÓGICOS DE DEFENSA

Gurdjieff no aclaró la naturaleza de los topes. ¿Pensaría que no era necesario? Al volvernos buenos observadores de nosotros mismos, neutralizaríamos los topes, entonces ¿para qué estudiarlos? O tal vez sentía que era necesario que un hombre descubriera por sí mismo sus defensas particulares para que este descubrimiento fuera lo más eficaz posible.

Por otro lado, la psicología y la psiquiatría modernas han aprendido mucho acerca de tipos específicos de topes, aunque carezcan del concepto del despertar. El término general utilizado en psicología es "mecanismos de defensa". Creo que este conocimiento enriquece enormemente el concepto gurdjieviano de topes. Es muy importante comprender estos mecanismos de defensa si queremos trascenderlos.

La teoría psicoanalítica, que ignora la palabra "tope", se ha interesado en los mecanismos de defensa. Teoriza sobre el hecho de que estos se activan a partir de un impulso instintivo cuya expresión está prohibida socialmente: sexualidad o avidez irreprimible, por ejemplo. Los mecanismos de defensa también son un obstáculo para la conciencia en los casos de decepciones y amenazas. Aunque son más obvios en las personas calificadas de neuróticas o psicóticas, los mecanismos de defensa funcionan continua e inconscientemente en las personas "normales". Nuestro trance ordinario no podría mantenerse sin su efecto de tope.

Para casi todas las necesidades de defensa ciertas personas no pueden utilizar más que uno de esos mecanismos. Es decir que ellas presentan una forma de defensa preponderante, relacionada con lo que Gurdjieff llama rasgo principal, modalidad dominante alrededor de la cual su "falsa personalidad" se estructura. Pero ocasionalmente todos usamos muchas de estas defensas.

Estudiaremos estos mecanismos principalmente en relación con la meta de "despertarse". Son generalmente dinámicos antes que estáticos. Existe también en esos mecanismos una especie de inteligencia y de motivación cuyo objetivo es proteger del sufrimiento; generalmente estas defensas han aparecido en la forma de una acción que ha tenido una eficacia al menos parcial en el alivio del sufrimiento moral de una persona, especialmente durante la infancia, que es cuando la mayoría de las defensas se han formado. Así, en cierto nivel de conciencia, cada uno de nosotros realiza una inversión al proteger sus defensas, y lo hacemos de muchas maneras, sin darnos cuenta las protegemos activamente de cualquier desenmascaramiento o desmantelamiento.

A pesar de que la psicología contemporánea tiene mucho que ofrecer en lo que se refiere al crecimiento psicológico y espiritual, existe en el conocimiento psicológico moderno de los mecanismos de defensa un defecto mayor que debe señalarse. Su visión del hombre es pesimista, su modelo del hombre carece de una dimensión esencial. El hombre no es visto sino como un animal que no se preocupa instintivamente más que de su supervivencia y de la satisfacción de sus necesidades primarias, y que goza hiriendo y dominando a los demás. La represión se considera entonces necesaria para controlar esta naturaleza animal. No se nos puede permitir robar lo que necesitamos cuando lo deseamos, ni matar a quienquiera que se cruce en nuestro camino. Las restricciones, los condicionamientos y automatismos de nuestro control, la acción de un superego para inhibir nuestra naturaleza más vil, parecen ser absolutamente necesarios. De esta manera, ciertas formas de mecanismos de defensa son generalmente juzgadas necesarias para inhibir nuestra naturaleza animal. Dichas formas no son consideradas como neuróticas sino cuando son demasiado eficaces y substraen de nuestra parte de felicidad más de lo necesario para vivir, de acuerdo con la vida civilizada. Es bueno y necesario sentirse abrumado por la culpa y la ansiedad ante la idea de robar un banco o de violar un niño, pero es una reacción neurótica si esta ansiedad se extiende al hecho de subir a un ascensor o de tomar la palabra en una reunión.

Hay tendencias importantes dentro de la psicología contemporánea (jungiana, humanista o transpersonal), que ven un lado positivo, incluso espiritual, en nuestra naturaleza esencial. Sin embargo, existe una visión pesimista del hombre que impregna toda nuestra psicología y nuestra cultura. Para equilibrar parcialmente esta visión, trataré de mostrar cómo diferentes mecanismos de defensa pueden bloquear el desarrollo y la manifestación de los lados más profundos y más positivos de nuestra naturaleza.

La mentira

Los topes y mecanismos de defensa son todos formas de mentira. Deforman la verdad, tanto para nosotros como para los demás. Gurdjieff puso un gran énfasis en la comprensión de la mentira. Aunque la mayoría de la gente cree que nunca miente o que lo hace sólo ocasionalmente, Gurdjieff insistía en que la mayoría de las personas mienten casi todo el tiempo. No saber que mienten vuelve su situación mucho peor todavía.
 

La mentira puede ser una defensa eficaz contra la presión ejercida por los demás y por la sociedad. La persona que jura "no haberlo hecho" puede escapar al castigo que viene del exterior. Lograr hacer pasar una mentira depende de la sensibilidad de los otros a ésta y de la evidencia que la pueda confirmar o destruir. A veces esto puede incluir la habilidad del mentiroso para identificarse con la mentira, hasta el punto que le parezca verdad cuando la enuncia, dándole un aire de convicción que puede convencer a quienes la escuchan.

El que trata de mentir cuando está experimentando un sentimiento de culpa y ansiedad con respecto a la mentira, a menudo mostrará signos de confusión que alertarán a sus interlocutores. Puesto que una gran parte de la cohesión y de la estabilidad social reposa sobre la prohibición de la mentira a propósito de las cosas consideradas particularmente importantes, una gran parte del proceso de represión está dedicada a la construcción de un "superego" fuerte, capaz de culpabilizar al mentiroso.

A veces mentimos para escapar a la influencia de nuestra naturaleza esencial. Cuando algo en nosotros sabe con certeza que no hemos vivido al nivel de nuestro yo superior, podemos decir y repetir: "todo el mundo lo hace, no tiene importancia". Como lo subrayaba Gurdjieff, existe en nosotros algo innato, más elevado, que reconoce una moral más profunda, y nosotros nos escapamos, tratamos de evitar vivir a ese nivel. Gurdjieff no estaba particularmente interesado en la moral vinculada a la mentira cotidiana, ya que conocía tanto la relatividad de los valores culturales como la extensión de la hipocresía en la mayoría de nuestras creencias relacionadas con la moralidad. Para algunos, la práctica limitada en el tiempo del mentir deliberado, mientras se observa a sí mismo, puede ayudar mucho a un desarrollo. Pero esto también es muy difícil. En varias ocasiones di a los participantes de un grupo de trabajo una tarea "simple": decir cinco mentiras anodinas cada día durante las dos semanas siguientes. Especifiqué que las mentiras debían ser inofensivas, y que no tuvieran consecuencias serias para ellos o para sus interlocutores. Sin embargo, los estudiantes sentían generalmente una gran dificultad y una gran tensión para llevar a cabo este ejercicio, o se resistían a él olvidando hacerlo.

La mentira inconsciente, habitual y automática es el verdadero problema. Las personas en "trance ordinario" son como máquinas; deben hacer lo que han estado condicionadas a hacer. Las máquinas no son ni buenas ni malas. Cuando una persona ha desarrollado una genuina capacidad para escoger entre la mentira y la verdad, entonces las preguntas sobre la moral llegan a ser pertinentes. Antes de ese desarrollo, las preguntas sobre la moral son una distracción del problema real: nuestra falta de conciencia y voluntad verdaderas.

La supresión

Es un mecanismo de defensa voluntario. En la supresión estamos conscientes de un deseo o de un apetito inaceptable, y le impedimos deliberadamente manifestarse. La "inaceptabilidad" puede provenir de prohibiciones del "superego" y de convenciones sociales. Si hemos crecido, para dar un ejemplo, en la creencia de que rascarse delante de otros es malo, podemos hacerlo cuando estamos solos. Si, por desgracia, crecimos en la creencia de que rascarse es malo en sí mismo, no podemos rascarnos jamás, al menos sin sentirnos culpables. La supresión es utilizada entonces para evitar un ataque del "superego".

La supresión es utilizada a menudo para bloquear a nuestros mejores "yoes". "Yo debería proteger a ese niño que está siendo fastidiado cruelmente. Pero el grupo se volverá contra mí si lo hago. Dirán que yo también soy un tonto, mientras que quiero que me consideren tan adulto como ellos. No diré nada".
 

La supresión es a menudo saludable, al menos a un nivel superficial, en el sentido que uno sabe lo que está haciendo. A un nivel más profundo, puede ser que no comprendamos realmente por qué pensamos que debemos reprimir un deseo o un sentimiento. Quizá se trate de un condicionamiento en nosotros que forma parte del "trance ordinario", de manera que la supresión puede ser la manifestación de otra patología.

Formación por reacción

Es una de las más fuertes manifestaciones del sueño despierto porque implica bloqueos y distorsiones de nuestra conciencia ordinaria, fenómenos diferentes a la resistencia al despertar y al desarrollo de un nivel superior de conciencia. Esta formación se origina en un movimiento reactivo que se opone, por medio de una negación, a un deseo o a un sentimiento inaceptable; y se forma instantáneamente, sin ninguna impresión de esfuerzo.

Supongamos que usted haya sido profundamente religioso de pequeño, pero que sus expectativas no hayan sido satisfechas. Por ejemplo, un amigo querido ha muerto, a pesar de sus fervientes oraciones. La amargura que usted experimenta le hace rechazar al conjunto de sus sentimientos religiosos. Ahora, en su vida adulta, usted se burla de toda alusión a cualquier aspecto religioso que sea, burla que enmascara una emoción muy fuerte, pero que está sustentada por ella. Esto es formación por reacción. La formación por reacción es como el mecanismo de reacción del síndrome de las "uvas verdes". Usted no puede obtener algo, entonces comienza a ver sus aspectos negativos: "¡De todos modos, yo no quería esa miseria!" Cuando usted condena o reacciona de manera muy entusiasta en relación con algo, es útil preguntarse si esa es una formación por reacción de defensa destinada a esconder una emoción distinta, a veces opuesta.

Cuando usted se ejercita en la observación de sí, dándose cuenta de los aspectos más sutiles, más tranquilos de sus sentimientos, así como de las emociones rápidas y fugaces, más se capacita para darse cuenta de los sentimientos que esconde la formación por reacción, para luego poder explorar sus profundidades. Esta defensa puede también ser explorada a través de un cuestionamiento sistemático sobre el hecho de experimentar sentimientos que se oponen, o se afianzan en convicciones solidamente establecidas.

La represión

Es un bloqueo total de la toma de conciencia de un sentimiento o un deseo inaceptables. Es una dicotomía de la mente que ahora se encuentra escindida entre una parte "consciente" que aparta lo inaceptable, y una parte inconsciente que puede ser la sede de una fuerte reacción. Es como si en nuestras memorias se hubiesen almacenado ciertos elementos con un rótulo especial: "¡Cuidado! Sería tan devastador conocer o experimentar esto de nuevo, que se debe mantener siempre fuera del campo de la conciencia". Una parte del material de la memoria hoy día reprimido, fue consciente en un principio. La represión sirvió para mantener alejado el sufrimiento. Es igualmente posible que la represión opere casi instantáneamente sobre impresiones inmediatas, reprimiéndolas al instante y no dejando que ninguna huella se deposite en la memoria.

A primera vista, el concepto de represión podría parecer contradictorio. ¿Cómo saber realmente que alguien siente o desea algo cuando insiste en que no tiene absolutamente ninguna experiencia consciente de ese sentimiento o deseo? Supongamos que un paciente inicia una terapia. Durante las primeras entrevistas, el terapeuta buscará tener una idea acerca de los sentimientos del paciente con respecto a diversos temas que podrían ser importantes. El terapeuta pregunta: "¿Cómo se lleva con su madre?" El paciente responde: "Muy bien, la amo mucho," pero el terapeuta observa que al decirlo, el rostro de su paciente empalidece, sus puños se crispan y su postura se torna rígida. En este ejemplo, la represión no es todavía más que una deducción, una teoría, no es un conocimiento directo, ni del terapeuta, ni del paciente. Si el paciente, a lo largo de la terapia, expresa finalmente fuertes sentimientos negativos hacia su madre, la deducción a propósito de esos sentimientos reprimidos se verá reconocida.

La represión de nuestra "esencia" según el término empleado por Gurdjieff para designar en el hombre todo lo que no se puede decir se formó en el proceso de represión social, y para muchas personas ahora es total. Cuando usted era un niño, no hubiera podido pasar al lado de un perro de apariencia graciosa sin detenerse y hasta, quizás, jugar con él. Ya adulto, lo más probable es que usted apenas se digne mirarlo. ¡Usted es demasiado importante, tiene que ir a su trabajo! La extensión de la represión de la parte más grande de nuestra curiosidad infantil natural, que no nos permite sentir curiosidad sino con relación a las únicas cosas definidas como importantes (o serias) por el medio cultural, es una de las más terribles consecuencias de la represión.

Puede ser particularmente difícil recolectar información y sentimientos acerca del material reprimido, aun si uno practica sistemáticamente la observación de sí. Por definición, hay una poderosa aunque oculta razón por la cual este material está bloqueado, fuera del campo de la conciencia, y el deseo de conocerse a sí mismo por medio de la observación de sí puede no ser suficiente para superar este bloqueo. A veces uno puede hacerse sensible a reacciones "particulares" como el tono de voz enfadado de nuestro paciente que contradecía tajantemente su afirmación de amor por su madre, en la mayoría de los casos sólo un libre intercambio verbal puede permitir que se revele el material reprimido.

La identificación y los "subyoes"


Como enfatizaba Gurdjieff al hablar tan frecuentemente de nuestros muchos "yoes", la identificación es un fenómeno omnipresente y de vital importancia en el funcionamiento psicológico. Cuando un sentimiento o un deseo inaceptables aparecen en nosotros, si nos identificamos con otro aspecto de nosotros mismos, con otro "yo", con otro subyo que no tiene tales sentimientos ni deseos, entonces nos distanciamos de aquel sentimiento, lo repudiamos. Fue un capricho pasajero, quizá una aberración menor, pero no era yo. Ya no tenemos que pensar o preocuparnos de él. Las transiciones entre subyoes pueden formar así una defensa eficaz contra el enfrentamiento de lo inaceptable que radica en nosotros. De hecho, al permanecer en un conjunto aceptable de subyoes, al tratar de identificarnos sólo con ellos todo el tiempo, reducimos a nada la posibilidad de que emerjan sentimientos y deseos inaceptables.

Supongamos que uno de mis subyoes disfruta comportándose cruelmente con los animales, pero que, o bien el Yo real según el vocabulario de Gurdjieff, en el sentido de mi esencia o mi Yo más profundo o bien mis subyoes habituales rechacen a este subyo cruel y sus sentimientos. Al concentrarme en mis subyoes aceptables, puedo consumir toda mi atención y toda mi energía para que haya menos posibilidades de que ese subyo cruel sea activado alguna vez, aun si se presentan circunstancias apropiadas.

La identificación es un factor creado a lo largo del proceso automático de construcción de la conciencia ordinaria. La cualidad específica "¡Soy yo!" se origina en las conexiones sensoriales directas: veo mi mano frente a mi rostro, ella está conectada a mi brazo, responde a mi "voluntad", cuando alguien toca mi mano, siento de manera diferente de lo que sentiría si tocara un mueble, y así sucesivamente. La cualidad "¡Soy yo!" también es aplicada a algunos procesos mentales de manera que cuando alguna experiencia es rescatada de la memoria, ésta viene ya etiquetada con la cualidad "¡Soy yo! ¡Tratamiento prioritario!"

La observación de sí puede hacernos discernir entre nuestros subyoes y las funciones a las cuales sirven. La aceptación de sí y aun su crecimiento que eventualmente resultaría de la observación y del recuerdo de sí volvería entonces esta fragmentación menos necesaria, y haría de la identificación un proceso voluntario, una herramienta de la cual uno podría servirse a su gusto, en vez de un mecanismo automático de defensa.

La introyección

La introyección o -como la llamaría Gurdjieff, la "consideración interior"- es una forma primitiva de identificación. Un objeto, un concepto, o una persona parecen estar al interior de nosotros mismos, constituir una parte de nosotros, aunque, de cierta manera, nos parezcan extraños o separados de nosotros. Formando una parte de nosotros, poseen un poder especial.

Supongamos que nos encontramos en una situación en la que un invitado nuestro ha estado realizando una serie de comentarios negativos. Comenzamos a enojarnos, deseamos devolverle golpe por golpe y pedirle que se marche. Pero durante el proceso de nuestra educación hemos introyectado una imagen de nuestra madre; parece, en cierto sentido que ella está en nuestro "interior", y ella nos dice que debemos ser siempre corteses con los invitados, porque la gente educada nunca ofende a un invitado. En consecuencia, no actuamos de acuerdo a nuestros sentimientos y seguimos siendo corteses, aunque interiormente sufrimos. Es importante satisfacer esta representación de nuestra madre. Esta es la introyección. Nuestra madre está dentro de nosotros bajo la forma de una simulación activa de ella misma. En nuestro ejemplo, si nos identificamos con la simulación de nuestra madre, será nuestra actitud mostrarnos siempre corteses con los invitados. No nos parecerá una cosa extraña el que, desde el interior, ejerza una presión sobre nosotros: se ha convertido en nosotros mismos.

El conflicto que se experimenta con la introyección hace que el proceso sea accesible a la observación de sí, aunque las razones dinámicas que proporcionan la energía que yace detrás de la introyección no pueden obtenerse sin un esfuerzo mayor.

La compartimentalización

En el aislamiento o en la disociación, los deseos y los sentimientos inaceptables o conflictivos son atenuados por la división de uno mismo en compartimientos sin conexión entre sí. Si el sentimiento A es amenazante o inaceptable porque también creemos y experimentamos el sentimiento B, entonces mantenemos A y B en compartimientos separados de nuestra mente para no experimentarlos simultáneamente: así, no hay conflicto. Si no utilizamos nuestra energía para asociarlos, permanecerán disociados.

La compartimentalización puede impedir que las intuiciones y las experiencias vitales ayuden al desarrollo personal. He conocido personas que han tenido experiencias espirituales profundas, y que sin embargo han utilizado la compartimentalización para colocar un "tope" a este choque positivo, no pudiendo, en consecuencia, cambiar en algo sus vidas. Podemos deducir una compartimentalización cuando observamos a alguien (incluido uno mismo) que sostiene dos opiniones fuertes y contradictorias, generalmente en momentos diferentes o en contextos diferentes, sin experimentar un conflicto o ansiedad con respecto a esta incoherencia. Si usted hace notar esta incoherencia a la persona, parece que se resiste a verla, preservando así esta separación hermética de diferentes partes en ella.

La observación de sí puede aportar conocimiento sobre los aspectos aislados del funcionamiento mental, pero sin un esfuerzo deliberado para comparar y confrontar las observaciones, éstas podrían almacenarse de una manera aislada, de manera que darán un débil impulso para producir un cambio. Un terapeuta que nos confronte con los aspectos contradictorios de nosotros mismos -que hemos mantenido compartimentados- puede ser muy útil.

La proyección

La proyección es lo opuesto de la identificación. Cuando un sentimiento o un deseo inaceptable aparece, en lugar de que surja la etiqueta "¡Soy yo!", el proceso de simulación del mundo le pone la etiqueta "¡No soy yo! Es lo que algún otro siente o desea". Puesto que la defensa por proyección aparece generalmente en relación con deseos o sentimientos inaceptables, "malos", las otras personas son consideradas malas,

Supongamos que usted ha sido educado en la creencia que el enfado es una emoción mala, entonces los buenos no se enfadan, son siempre comprensivos y pacientes. Cuando usted era un niño, no sólo era castigado cuando se enfadaba, sino que en muchas ocasiones sus sentimientos eran invalidados: "Tú no estás enfadado en realidad. De todos modos eso no está bien. Sólo estás cansado". Tal invalidación de los sentimientos infantiles es algo muy común. Ahora usted está en una tienda en la que el vendedor que lo atiende es lento e ineficiente, la demora y los errores le enfadan. Pero puesto que enfadarse es algo inaceptable para usted, comienza a creer que el vendedor no lo quiere, que está enfadado con usted y está fastidiándolo deliberadamente. El vendedor es malo y está irritado, mientras que usted es inocente, bueno y demasiado paciente. Una vez que esta proyección inicial se ha producido, afectará su percepción simulación del mundo, de modo que usted se hace aun más sensible al menor error del vendedor, una percepción distorsionada que parecerá confirmar su proyección inicial.

Si la imagen que tenemos de nosotros mismos es débil, la proyección también puede ser utilizada para proyectar sobre los otros la bondad que hay en uno, con el fin de no amenazar esta imagen débil. Cuando uno proyecta excesivamente su propia bondad hacia el exterior, se hace susceptible de manipulaciones malsanas de parte de los demás. He observado que el "recuerdo de sí", siguiendo la línea de Gurdjieff, conduce a algo curioso en este sentido. Uno ve muy claramente sus "debilidades" y su importancia disminuye. Al mismo tiempo, ve también que la mayor parte de esa importancia que uno se daba era de todos modos imaginaria, y al abandonarla encuentra entonces una genuina fuerza interior.

Algunas veces, las proyecciones pueden ser observadas cuando notamos su sabor, al volvernos mentalmente tan ágiles en la observación de sí como para darnos cuenta del momento fugaz en el cual, por ejemplo, uno se siente enfadado antes de comenzar a percibir el enfado del otro. También es útil verificar las proyecciones preguntando a los demás lo que en realidad están sintiendo.

Naturalmente, esto no siempre funciona, puesto que los otros pueden ser deshonestos; pero puede ser útil con la gente en quienes tenemos confianza y que también están comprometidos en un proceso de evolución. Pero desconfiemos de la tendencia a suponer que cualquiera que no confirme el sentimiento que hemos proyectado sobre él es un mentiroso.

La racionalización

La racionalización es una defensa que permite responder a situaciones que desencadenan deseos o sentimientos inaceptables, oscureciendo y diluyendo su carácter inaceptable al substituir con una razón de ser plausible las motivaciones insoportables.

Supongamos que cuando usted era niño se haya sentido inadecuado, y que haya detestado ese estado. Descubrió entonces que al aconsejar a los que están en problemas podía olvidar sus sentimientos de inadecuación, y más aun que esto le hacía sentirse importante y competente. Ahora, cuando encuentra a alguien en dificultades, esto desencadena empáticamente sus propios sentimientos de inadecuación, pero éstos son inmediatamente recubiertos, racionalizados, por un loable deseo de ayudar al otro. Su racionalización de "por qué quiere dar consejos" lo ha aislado de sus más profundos e inaceptables sentimientos de inadecuación. De hecho, su esencia siente un deseo natural de ayudar a los demás, de manera que hay una buena porción de verdad mezclada con esta racionalización. Cuanta más verdad esté "mezclada" con esta actitud de defensa, tanto mejor podrá funcionar la racionalización. Mucho de lo que se considera pensamiento racional es en realidad racionalización.

Supongamos que usted tiene alguna intuición del hecho de que ayuda compulsivamente a los que sufren para esconder sus propios problemas de inadecuación. "Bueno", se dice, "¡Basta de consejos!" Tengo mis propios problemas psicológicos, de manera que yo no puedo dar consejos equilibrados." Quizá. Pero esto también puede ser una defensa racionalizada para no responder a su empatía natural y preocupación por los demás.

La sublimación

El concepto psicoanalítico de sublimación consiste en tomar el deseo/energía instintiva asociado originalmente a un objeto inaceptable, y dirigir esta energía hacia un objeto que tiene nuestra aprobación. Alguien que cree que el sexo es algo intrínsecamente pecaminoso puede vivir una vida de continencia y tratar de sublimar su energía sexual por medio de una intensa actividad profesional. Una persona agresiva físicamente, sabiendo que la violencia expresada directamente le acarrearía problemas, puede volverse un negociador muy perspicaz en las transacciones comerciales.

La sublimación es una gratificación por substitución; es recibir algo que satisfaga suficientemente nuestros deseos para atenuar al menos un poco la presión interna. A un extremo, éste puede ser un proceso consciente, reconociendo que se está haciendo un compromiso que la realidad requiere. Al otro extremo, es posible que uno no sepa lo que está haciendo y que se utilice la racionalización u otro mecanismo de defensa para servir de base a una sublimación.

El desarrollo de la habilidad para detectar las sublimaciones crece con el desarrollo general de la habilidad para observarse y "recordarse a sí mismo". Estos procesos conducen al aumento del reconocimiento y del crecimiento de nuestra esencia, de manera que aquello en lo cual realmente nos interesamos se vuelve más claro.

La regresión

La regresión es considerada generalmente como una defensa de último recurso, utilizada cuando los mecanismos de defensa más "adultos" no han funcionado. Una persona regresa a la personalidad y a las estructuras psicológicas que tuvo a una edad temprana, cuando las cosas supuestamente funcionaban de una manera más satisfactoria.

Hace algunos años desarrollé una técnica útil para observar estas regresiones. Las respuestas instantáneas a las preguntas, sin tiempo para censurarlas, pueden ser muy reveladoras si nos hemos comprometido a aprender y a decir la verdad. Tomemos este compromiso con un amigo o con nuestra esposa, y pidámosle que nos pregunte a quemarropa: "¿Qué edad tienes?" en momentos en que estamos emocionalmente sensibles. Respondamos "inmediatamente" a la pregunta con la primera cifra que se nos venga a la mente, sin importar nuestro juicio acerca de la respuesta, Las edades evocadas son por lo general sorprendentemente infantiles. Cuando las dos personas que están discutiendo practican el juego, es sorprendente ver cuantos argumentos desaparecen en medio de una carcajada cuando ambas partes reconocen que su edad emocional del momento es de tres o cuatro años. Sin embargo, esto debe hacerse en una atmósfera de confianza mutua y respeto básico, y no como una forma de ganar forzando al otro a reconocer que se comporta como un niño, Esta técnica de respuesta inmediata puede utilizarse de muchas otras maneras para aprender más sobre uno mismo.

HACIA EL DESPERTAR

El sueño despierto el trance ordinario es un estado ingrato. Una parte demasiado grande de nuestra esencia, de nuestros sentimientos, deseos y talentos profundos han sido invalidados y falseados durante el condicionamiento destinado a amoldarnos al consenso de lo que es normal. Así, el sueño despierto está lleno de tensiones y presiones. Los mecanismos de defensa son dispositivos de alivio, "topes", que permiten un funcionamiento adecuado a la cultura en su conjunto.

Sin embargo, el precio que debe pagar el individuo para este fin es elevado. Hay una especie de tensión, de inquietud y de agitación en las actividades de la vida que nos separa de nosotros mismos y de los demás. Al amplificar considerablemente e interactuar con esta autoalienación, las distorsiones de nuestra percepción de la realidad exterior -especialmente en lo que concierne a los demás- y las distorsiones de nuestros propios sentimientos que aparecen a causa de nuestras automatizaciones y mecanismos de defensa, conducen frecuentemente a acciones inadaptadas.
 

Si fuésemos capaces de despertar, ¿de qué no seríamos capaces?
                                                                      Charles T. Tart

Extractado por Alfredo Marinelli del libro “Gurdjieff Textos Complilados” de Bruno de Panafieu, para el blog: "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e investigación"