AUTORREALIZACIÓN Y PERTURBACIONES PSICOLÓGICAS

INTRODUCCIÓN

Al acercarnos y comprometernos con alguna disciplina espiritual debemos estar suficientemente informados de todos los procesos psicológicos que debemos trascender para que los mismos no obstaculicen nuestro camino, no siempre por la práctica espiritual se pueden vislumbrar las patologías generadas por determinados “mecanismos de defensa” o por algunas facetas de los denominados “trastornos de la personalidad”, la comprensión de los mismos a través de un conocimiento conceptual es importante, ya que algunos aspectos permanecerán invisibles a nosotros mismos por ser muy resistentes a las diversas técnicas de meditación o auto-observación.

“Bypass espiritual” (término acuñado por John Welwood en su libro “Psicología del despertar”) define la tendencia bastante frecuente del buscador espiritual de utilizar las ideas y las prácticas espirituales como justificación para soslayar problemas emocionales o las situaciones no resueltas, eludiendo o trascendiendo prematuramente las necesidades, los sentimientos y las tareas evolutivas básicas.

En una época y una cultura como las nuestras, en las que los hitos que anteriormente jalonaban el paso a la madurez -como ganarse el pan con un trabajo digno, crear una familia, conservar un matrimonio o pertenecer a una comunidad que nos dé sentido- se han convertido en cuestiones sumamente esquivas para grandes segmentos de la población, el bypass espiritual resulta especialmente tentador para aquellas personas que tienen dificultades en afrontar los desafíos evolutivos que les presenta la vida.

 

Son muchas las personas que, cuando todavía no se han encontrado a sí mismas, se ven inmersas en enseñanzas y prácticas espirituales que les instan a renunciar a sí mismos y, como resultado de todo ello, acaban sirviéndose de las prácticas espirituales para crear una nueva identidad "espiritual" que, en realidad, no es más que el ropaje bajo el que se oculta una vieja identidad disfuncional basada en la evitación de los problemas psicológicos.

 

Es por ello por lo que el compromiso con las enseñanzas y prácticas espirituales puede proporcionar una justificación racional que no haga sino consolidar las viejas defensas. Quienes, por ejemplo, necesiten considerarse especiales subrayarán la singularidad de su visión, de su práctica espiritual o de la relación que mantienen con su maestro como un modo de apuntalar su sensación de autosuficiencia. Es así como muchos de los peligros que acechan -como el materialismo espiritual (el uso de las ideas espirituales en provecho personal), el narcisismo, la inflación (el delirio de grandeza) o el "pensamiento grupal" (la aceptación acrítica de la ideología del grupo)- se derivan del uso de la espiritualidad para soslayar las deficiencias del desarrollo.

                                                                                                                         John Welwood


Como síntesis se puede decir que el “bypass espiritual” está centrado en el uso inconsciente de los conceptos y de las prácticas espirituales para eludir los retos psicológicos a los que deberíamos enfrentarnos. Utilizando la verdad absoluta para descalificar las necesidades humanas elementales, los problemas psicológicos, las dificultades vinculares o los déficits de desarrollo.

G.I. Gurdjieff decía que solo aquel que es “Un buen amo de casa”, es apto para seguir su enseñanza y experimentar sus ideas. Se considera a “un buen amo de casa” a la persona con cierta estabilidad emocional y madurez intelectual, que además ha superado las dificultades, problemas y requerimientos básicos del existir humano cotidiano en manera responsable. Una persona débil en la vida va a tener predisposición a ser débil en el “Trabajo”.

Discernir entre las psicopatologías ordinarias y las crisis que posibilitan la apertura hacia la espiritualidad, es el punto crucial de comprensión para rectificar cualquier desvío o enajenación. El siguiente ensayo: “Autorrealización y Perturbaciones Psicológicas” fue escrito por Roberto Assaglioli, creador de la “Psicosíntesis”. De manera excelsa detalla las distintas etapas del desarrollo espiritual y las complicaciones que acompañan al mismo, describiendo los problemas emocionales que preceden, acompañan y siguen a todo proceso espiritual.

Si la incursión en el mundo interior y su desarrollo, fuese realizado mediante la aprobación de materias, al igual que en la educación contemporánea, afirmaría que este ensayo correspondería a una de las primeras asignaturas a aprobar. Es necesario incorporar los conocimientos conceptuales necesarios para la realización de una periódica auto-indagación, la cual efectuada con sinceridad y humildad, nos alertará para no penetrar en los callejones espirituales de dificultosa salida.

Garín - Buenos Aires – 2024
Alfredo Marinelli

AUTORREALIZACIÓN Y PERTURBACIONES PSICOLÓGICAS

por Roberto Assagioli 

Roberto Assagioli

El desarrollo espiritual es un arduo y largo viaje, una aventura a través de territorios extraños llenos de sorpresas, alegrías y belleza, dificultades y también peligros. Implica el despertar de potencialidades hasta entonces dormidas, la apertura de la consciencia a nuevos campos, una drástica transformación de los elementos “normales” de la personalidad, y un funcionamiento conforme a una nueva dimensión.


Utilizo el término “espiritual” en su connotación más amplia, y siempre referida a la experiencia humana empíricamente observable. En este sentido, “espiritual” abarca no sólo las experiencias tradicionalmente consideradas como religiosas, sino también todos los estados de consciencia, todas las funciones y actividades humanas que tienen como denominador común el poseer valores superiores a la media: valores como los éticos, estéticos, heroicos, humanitarios y altruistas.

En la Psicosíntesis, consideramos que dichas experiencias de valores superiores proceden de niveles supraconscientes del ser humano. El supraconsciente puede conceptualizarse como la contrapartida superior del inconsciente inferior, tan bien cartografiado por Freud y sus sucesores. Sirviendo de centro superior unificador del supraconsciente y del individuo como un todo se encuentra el Yo transpersonal o Yo Superior. Así pues, las experiencias espirituales pueden limitarse al terreno del supraconsciente o incluir la toma de consciencia de este Yo, que gradualmente desemboca en la autorrealización: la identificación del “yo” con el Yo transpersonal.

No nos podemos sorprender de encontrarnos con que una transformación tan esencial esté marcada por varias fases críticas, que pueden ser acompañadas por diversas perturbaciones mentales, emocionales, e incluso físicas. Desde el enfoque terapéutico éstas pueden parecer de la misma naturaleza que las debidas a causas más habituales. Pero de hecho tienen otra función y otro significado, y requieren ser tratadas de manera diferente.

La incidencia de las perturbaciones de origen espiritual está creciendo rápidamente hoy día, a medida que un creciente número de personas se empieza a encaminar, consciente o inconscientemente, hacia una vida más plena. Por otra parte, el mayor desarrollo y complejidad de la personalidad del ser humano actual y su mente cada vez más crítica, han hecho que el desarrollo espiritual sea más rico, más gratificante, pero también lo ha convertido en un proceso más difícil y complicado. En el pasado, bastaba frecuentemente con una conversión moral, la devoción de corazón a un maestro o a un salvador, o la entrega a Dios, para abrir las puertas de acceso a niveles superiores de consciencia y a un sentimiento de unidad y de plenitud internas. Actualmente, sin embargo, se hallan implicados aspectos demasiado diversos y complejos de la personalidad del ser humano contemporáneo, que requieren ser armonizados entre sí y transmutados: sus acciones básicas, sus emociones y sentimientos, su imaginación creativa, su mente curiosa, su voluntad enérgica, y también sus relaciones interpersonales y sociales.

Por estas razones es útil tener una descripción general de las perturbaciones que pueden surgir en fases diferentes del desarrollo espiritual, así como algunas indicaciones sobre la mejor manera de enfrentarse a ellas. En este proceso reconocemos cuatro etapas o fases críticas:

-Las crisis que preceden al despertar espiritual.

-Las crisis causadas por el despertar espiritual.

-Las reacciones posteriores al despertar espiritual.

-Las fases del proceso de transmutación.

He utilizado la expresión simbólica “despertar” porque ésta sugiere claramente la toma de consciencia de un nuevo campo de experiencia, la apertura de los ojos hasta entonces cerrados a una realidad interna previamente desconocida.

LAS CRISIS QUE PRECEDEN AL DESPERTAR ESPIRITUAL

Con objeto de comprender mejor las experiencias que suelen preceder al despertar, debemos revisar algunas de las características del ser humano “normal”.

Podría decirse de éste que “se deja vivir” en lugar de vivir. Toma la vida como viene sin preguntarse su significado, su valor y su propósito; se dedica a la satisfacción de sus deseos personales; busca el disfrute de los sentidos, placeres emocionales, seguridad material o la consecución de la ambición personal. Si está más maduro, subordina sus satisfacciones personales al cumplimiento de las diversas obligaciones familiares y sociales que le son asignadas, pero sin buscar la comprensión de los fundamentos en que éstas se basan ni de las fuentes de las que proceden. Probablemente, se considera a sí mismo como “religioso” y creyente, pero normalmente su religión es externa y convencional, y una vez que se ha adaptado a los mandatos de su iglesia y compartido sus ritos, cree haber hecho todo lo que se exige de él. En resumen, su fe operativa tiene como objeto una única realidad, que es la del mundo que puede ver y tocar y, por ello, está fuertemente apegado a los bienes materiales. Así pues, a todos los efectos, considera esta vida como un fin en sí mismo. Su creencia en un “cielo” futuro, si es que lo concibe, es teórica y académica, como lo prueba el hecho de que hace todo lo que puede para posponer lo más posible su partida para disfrutarlo.

Pero puede suceder que este “hombre normal” sea sorprendido, y también perturbado, por un cambio -súbito o lento- en su vida interior. Puede ser que ello ocurra después de una serie de desengaños; no es raro que suceda tras un shock emocional, como el producido por la pérdida de un familiar querido o de un amigo muy cercano. Pero a veces tiene lugar sin ninguna causa aparente, y en pleno gozo de buena salud y abundante prosperidad. El cambio comienza frecuentemente con un sentimiento creciente de insatisfacción, de carencia, de “que falta algo”. Pero esto “que falta” no es nada concreto y material; es algo vago y huidizo, algo que es incapaz de describir.

A esto se añade paulatinamente un sentimiento de irrealidad y de vacío de la vida ordinaria. Los asuntos personales, que previamente absorbían gran parte de su interés y de su atención, parecen retirarse psicológicamente a un plano posterior; pierden su valor y su importancia. Surgen nuevos problemas. La persona comienza a preguntarse, por ejemplo, por el sentido de sus propios sufrimientos y los de los demás, y por la justificación que puede existir para tanta desigualdad en el destino de los seres humanos.

Cuando una persona ha alcanzado este punto, le falta poco para comprender e interpretar de manera equivocada su propio estado. Muchas personas que no entienden el significado de estos nuevos estados de la mente los consideran como fantasías y divagaciones anormales. Alarmadas por la posibilidad de un desequilibrio mental, se esfuerzan por combatirlos de varios modos, haciendo desesperados intentos para volverse a implicar en la “realidad” de la vida diaria, que les parece que se les está escapando. Con frecuencia, se lanzan con renovado ardor a la agitación de las actividades externas, buscando nuevas ocupaciones, nuevos estímulos y nuevas sensaciones. Mediante estos y otros medios tal vez puedan lograr por un tiempo aliviar su estado alterado, pero no pueden librarse de él de manera permanente. Continúa fermentando en el fondo de su ser, socavando los cimientos de su existencia ordinaria, y siendo susceptible de irrumpir de nuevo con renovada intensidad, tal vez después de mucho tiempo. El estado de incomodidad y de agitación se hace cada vez más doloroso y la sensación de vacío interior se vuelve insoportable. La persona se siente distraída; la mayor parte de las cosas que constituían su vida le parece que se desvanecen como un sueño, y no surge mientras tanto ninguna nueva luz. Es claro que todavía ignora que ésta existe o no puede creer que alguna vez le iluminará.

Con frecuencia sucede que este estado de agitación interior se vea acompañado por una crisis moral. Su conciencia ética se despierta o se vuelve más sensible; aparece un nuevo sentido de la responsabilidad y puede ser que la persona se vea abrumada por un fuerte sentido de culpa. Se juzga a sí misma con severidad y se convierte en presa de un profundo desánimo, que puede llegar al extremo de considerar la posibilidad de suicidarse. Es como si la aniquilación física le pareciera la única conclusión lógica de su creciente sentido de impotencia y desesperanza, de desmoronamiento y desintegración.

Lo hasta aquí expuesto es desde luego una descripción generalizada de tales experiencias. En la práctica, los individuos difieren ampliamente en sus experiencias y reacciones. Existen muchas personas que nunca alcanzan este estado agudo, mientras que otras llegan a él casi de repente. Algunas se ven más acuciadas por dudas intelectuales y problemas metafísicos; en otras, el rasgo más pronunciado es la depresión emocional y la crisis moral.

Es importante reconocer que estas diversas manifestaciones de la crisis tienen grandes similitudes con algunos de los síntomas que se consideran como característicos de los estados neuróticos y de los estados cercanos a la psicosis. En algunos casos, la intensidad y la gravedad de la crisis producen también síntomas físicos, como tensión nerviosa, insomnio y otros desórdenes psicosomáticos.

Por eso es esencial determinar el origen básico de las dificultades para enfrentarse correctamente con la situación.

En los casos que estamos considerando, sin embargo, los conflictos se producen entre algún aspecto de la personalidad y las tendencias y aspiraciones que están paulatinamente emergiendo, de carácter moral, religioso, espiritual o humanitario. No es difícil detectar la presencia de dichas tendencias, una vez que su realidad y validez han sido reconocidas, en lugar de haber sido explicadas como simples fantasías y sublimaciones. De manera general, la emergencia de las tendencias espirituales puede considerarse como el resultado de coyunturas decisivas en el desarrollo o crecimiento de una persona.

LAS CRISIS CAUSADAS POR EL DESPERTAR ESPIRITUAL

La apertura del canal entre los niveles consciente y supraconsciente, entre el “yo” y el Yo superior, y el torrente de luz, energía y gozo que le acompaña, producen una maravillosa liberación. Los conflictos y sufrimientos anteriores, junto con los síntomas físicos y psicológicos que generaron, se desvanecen a veces con una espontaneidad sorprendente, confirmando así el hecho de que no se debían a ninguna causa física, sino que eran el resultado directo de la lucha interna. En estos casos, el despertar espiritual equivale a una resolución real.

Pero en otros casos, bastante frecuentes, la personalidad es incapaz de asimilar correctamente el flujo de luz y de energía. Esto sucede, por ejemplo, cuando el intelecto no está bien coordinado y desarrollado; cuando las emociones y la imaginación están descontroladas; cuando el sistema nervioso es demasiado sensible; o cuando la irrupción de energía espiritual es abrumadora por su intensidad y su carácter repentino.

Una incapacidad de la mente para soportar la iluminación o la tendencia a centrarse excesivamente en sí mismo o al engreimiento pueden producir que la experiencia sea interpretada de manera errónea o, por así llamarlo, una “confusión de niveles”. En este caso, se desdibuja la distinción entre verdades absolutas y verdades relativas, entre el “yo” y el Yo superior; entonces, las energías espirituales que irrumpen pueden producir el desafortunado efecto de alimentar e inflar el ego personal.

La experiencia interior del Yo espiritual, y su estrecho vínculo con el yo personal, proporciona una sensación de expansión interna, de universalidad, y de convicción de participar de alguna manera en la naturaleza divina. Pueden encontrarse muchos testimonios sobre este tema -y algunos expresados con términos atrevidos- en las tradiciones religiosas y en las doctrinas espirituales de todas las épocas. En la Biblia existe la afirmación explícita: “Os digo que sois dioses y que todos vosotros sois hijos del Altísimo”. San Agustín declara: “Cuando el alma ama algo adquiere la cualidad de lo que ama; si son cosas terrenales, se hace terrenal, pero si es a Dios al que ama, ¿no habría de volverse Dios?”. La expresión suma de la identidad del espíritu humano en su esencia pura y real con el Espíritu supremo está contenida en la enseñanza central de la filosofía Vedanta: Tat Tvam Asi (Tú Eres Eso) y Aham eva param Brahman (En verdad Yo soy el Brama supremo).

Cualquiera que sea la manera de concebir la relación entre el sí mismo individual, o “yo”, y el Yo universal, tanto si se considera que éstos son parecidos o desiguales, diferenciados o unidos, es esencial reconocer con claridad, y tener siempre presente en la teoría y en la práctica, la diferencia que existe entre el Yo en su naturaleza esencial -que se ha llamado la “Fuente”, el “Centro”, el “Ser profundo”, nuestro “Apex” -y el pequeño sí-mismo o “yo”, habitualmente identificado con la personalidad ordinaria de la que normalmente somos conscientes. El descuido de esta distinción esencial conduce a consecuencias absurdas y peligrosas.

La distinción proporciona la clave de una comprensión del estado mental y de otras formas extremas de auto-exaltación y auto-glorificación. El error fatal de los que caen víctimas de estas ilusiones es atribuir al yo personal las cualidades y los poderes del Yo transpersonal o Yo superior. En términos filosóficos, existe un caso de confusión entre la verdad absoluta y la verdad relativa, entre los niveles empíricos y los niveles trascendentes de la realidad. No son raros los casos de este tipo de confusión entre las personas que quedan deslumbradas por el contacto con verdades demasiado amplias o energías demasiado poderosas para que sus capacidades mentales puedan captarlas y su personalidad sea capaz de asimilarlas. El lector podrá sin duda recordar casos de autoengaños similares, que se dan en bastantes seguidores fanáticos de diversos cultos.

En dichas situaciones es claro que constituye una pérdida de tiempo discutir con la persona en cuestión o ridiculizar su aberración; esto sólo serviría para suscitar su oposición y su resentimiento. Lo mejor es ser conciliador y, admitiendo la verdad de su creencia en última instancia, señalarle la naturaleza de su error y ayudarle a aprender cómo distinguir los diferentes niveles.

También existen casos en los que la irrupción súbita de energías produce un trastorno emocional que se expresa mediante un comportamiento incontrolado, desequilibrado, y perturbado. Esta forma de respuesta se caracteriza por gritos y llantos, el canto y otras explosiones de diversas clases. Si la persona es activa e impulsiva, puede que sea impulsada fácilmente por el estímulo del despertar espiritual a jugar el papel de profeta o salvador; quizá descubra una nueva secta e inicie una campaña espectacular de proselitismo.

En algunas personas sensibles se produce un despertar de percepciones psicológicas. Tienen visiones, que ellas atribuyen a seres superiores; tal vez oigan voces o empiecen con la escritura automática, aceptando sus mensajes al pie de la letra y obedeciéndolos sin reservas. La cualidad de tales mensajes es extremadamente variada. Algunos contienen acertadas enseñanzas; otros son muy pobres o carecen de sentido. Habría que examinarlos siempre con gran sentido de la discriminación y un juicio prudente, y sin ser influenciados por su origen extraordinario o por ninguna pretensión del supuesto transmisor. No se debe atribuir ninguna validez a los mensajes que contienen órdenes precisas o que exigen obediencia ciega, ni a los que tienden a exaltar la personalidad del receptor.

LAS REACCIONES POSTERIORES AL DESPERTAR ESPIRITUAL

Como ya se ha dicho, un despertar interior armonioso se caracteriza por un sentimiento de alegría y de iluminación mental que conlleva una introspección en el sentido y el propósito de la vida; despeja muchas dudas, ofrece la solución a muchos problemas, y proporciona una base interna de seguridad. Al mismo tiempo, hace brotar la comprensión de que la vida es una, y a través de la persona fluye una efusión de amor hacia sus semejantes y hacia toda la creación. La personalidad previa, con sus aristas y rasgos desagradables, parece retirarse al fondo, y un nuevo individuo amoroso y encantador nos sonríe y sonríe al mundo entero, deseoso de ser amable, de servir, y de compartir sus recién adquiridas riquezas espirituales, cuya abundancia le parece casi demasiado grande para poder contenerla.

Este estado de exaltación puede durar un período más o menos largo, pero acaba por remitir. Como todo en el universo, la irrupción de la luz y del amor es rítmica. Tras un tiempo, ésta disminuye o cesa, y al flujo le sigue un reflujo. La personalidad fue inspirada y transformada, pero rara vez su transformación es permanente o completa. Lo más frecuente es que una gran parte de los elementos de la personalidad vuelvan a su estado anterior.

Este proceso se clarifica cuando observamos la naturaleza de la experiencia cumbre en términos de energías y de niveles de organización. La mayoría de las experiencias espirituales contienen, en grados diferentes, una combinación de cambios permanentes, cambios temporales, el reconocimiento de los obstáculos que han de ser superados, y la toma de conciencia existencial de cómo es vivir en este nivel superior de integración. Es esta toma de conciencia la que se convierte entonces en un modelo ideal, en un faro luminoso hacia el que se puede navegar y que uno puede alcanzar después por sus propios medios.

Pero experimentar la retirada de las energías transpersonales y la pérdida del estado exultante de ser es por fuerza doloroso y, en algunos casos, es susceptible de producir fuertes reacciones y perturbaciones graves. La personalidad se vuelve a despertar y se reafirma con una fuerza renovada. Todas las rocas y la basura que habían sido cubiertas y disimuladas por la pleamar vuelven a emerger. A veces sucede que estas tendencias y conductas, que hasta entonces dormían en el inconsciente, son revitalizadas por la irrupción de energías superiores, o que se rebelan amargamente contra las nuevas aspiraciones y propósitos, que constituyen un desafío y una amenaza a su expresión incontrolada. La persona cuya conciencia moral se ha vuelto ya más precisa y sutil, cuya sed de perfección se ha hecho más intensa, juzga y condena con gran severidad su propia personalidad con más vehemencia; es susceptible de albergar la creencia errónea de haber caído más bajo de lo que estaba al principio.

A veces, la reacción de la personalidad es tan intensa que llega a producir que la persona niegue el valor, e incluso la realidad, de su reciente experiencia. Las dudas y la crítica penetran su mente, y está tentada a considerar todo el asunto como una ilusión, una fantasía, o como una intoxicación emocional. La persona se vuelve ácida y sarcástica, se ridiculiza a sí misma y a los demás, e incluso vuelve la espalda a sus aspiraciones e ideales más elevados. Pero aunque lo intentase, no puede volver a su antiguo estado; ha tenido la visión, y su belleza y poder de atracción permanecen con ella a pesar de sus esfuerzos para suprimirlos. No puede aceptar la vida cotidiana como era antes o estar satisfecha con ella. Le asalta una "nostalgia de lo divino" que no le permite estar en paz.

La manera apropiada de tratar con alguien que atraviesa este tipo de crisis consiste en proporcionar a la persona una comprensión auténtica de la naturaleza de su crisis. Es como si hubiera realizado un soberbio vuelo a la cumbre de la montaña, se hubiera dado cuenta de su esplendor y de la belleza del panorama que se extiende a sus pies, pero hubiera sido bajado a su pesar, con la triste convicción de que el sendero hasta la cumbre tiene que ser recorrido paso tras paso. El reconocimiento de que este descenso -o “caída”- es un acontecimiento natural proporciona un alivio emocional y mental, y anima a la persona a emprender la ardua tarea de enfrentarse al sendero de la verdadera autorrealización. Al final, la crisis se supera con la toma de consciencia de que el valor auténtico y más profundo de la experiencia es que ésta ofrece, como ya he dicho, una “visión tangible” de un estado de ser superior y, por lo tanto, un mapa, un modelo ideal hacia donde se puede caminar, y que puede convertirse entonces en una realidad permanente.

EL PROCESO DE TRANSMUTACIÓN

Esta fase viene después de que se reconoce que las condiciones necesarias que han de cumplirse para el logro superior de la autorrealización son la total regeneración y transmutación de la personalidad. Es un proceso largo y a muchos niveles que abarca diferentes fases: la eliminación activa de los obstáculos a la irrupción y actividad de las energías supraconscientes; el desarrollo de funciones superiores que han permanecido dormidas o no desarrolladas; y períodos en los que se puede dejar que el Yo superior actúe, estando receptivos a que él nos guíe.

Es un período muy azaroso y gratificante, repleto de cambios en los que se suceden la luz y la oscuridad, la alegría y el sufrimiento. Es un período de transición, una salida de la vieja condición sin haber alcanzado todavía firmemente la nueva; una fase intermedia en la que, como acertadamente se ha dicho, la persona se encuentra como una crisálida atravesando el proceso de transformación hacia la mariposa alada. Pero, en general, el individuo no cuenta con la protección de un capullo para llegar al final del proceso de transformación encerrado y en paz. Debe permanecer en el lugar que ocupa en la vida -y esto sucede así, especialmente en los tiempos que vivimos- y tiene que continuar cumpliendo con sus obligaciones familiares, profesionales y sociales lo mejor que pueda. Su problema sería parecido al de un ingeniero que tuviera que reconstruir una estación de tren sin interrumpir el tráfico.

A pesar de los retos de la tarea, a medida que va haciendo el trabajo, es consciente del progreso paulatino y creciente. Su vida está inspirada por la sensación de que tiene un sentido y un propósito, y las actividades ordinarias son revitalizadas y ennoblecidas por la toma progresiva de consciencia de estar situadas en un plan más amplio. A medida que pasa el tiempo, adquiere un reconocimiento más claro y completo de la naturaleza de la realidad, del ser humano, y de su propia naturaleza superior. Comienza a desarrollar un marco conceptual más coherente que le permite entender mejor lo que observa y vive, y que le sirve, no sólo como medio para guiarse hacia un conocimiento ulterior, sino también como fuente de serenidad y orden en medio de las circunstancias cambiantes de la vida. Como consecuencia, experimenta una maestría cada vez mayor en tareas que le parecían previamente superiores a sus fuerzas. Actuando cada vez más desde un centro superior unificado de la personalidad, armoniza los elementos diversos de su personalidad en una unidad progresiva, y esta integración más completa le aporta mayor eficacia y más alegría.

Durante un largo período de tiempo, éstos son los resultados que generalmente se observan a partir de un proceso de transmutación de la personalidad bajo el impulso de las energías supraconscientes. Pero el proceso no se desarrolla siempre con tranquilidad absoluta. Y esto no es sorprendente, dadas las tareas complejas que implican rehacer la personalidad en medio de las circunstancias de la vida ordinaria. Como regla general, casi siempre se atraviesan algunas dificultades, y pueden observarse fases temporales en las que se manifiesta justamente lo contrario de lo que acabo de describir.

Esto ocurre con frecuencia inmediatamente después de que ha pasado la marea de exaltación, y la persona emprende la doble tarea simultánea de auto-transformarse y de enfrentarse a las numerosas demandas de la vida cotidiana. Aprender a utilizar las energías de este modo toma un tiempo, y puede ser que pase un largo período antes de que puedan realizarse estas dos tareas de una manera equilibrada, y de que sean reconocidas al final como una sola. En consecuencia, no es sorprendente encontrarse con etapas en las que la persona está tan dedicada a su proceso de auto-transformación que su capacidad para enfrentarse con éxito a los problemas y actividades de la vida normal parece haber disminuido. Si se observa desde fuera y se juzga desde unos parámetros ordinarios de eficacia, puede parecer que es menos eficaz que antes. Durante esta fase transitoria, puede que le lluevan juicios injustos por parte de amigos y terapeutas bienintencionados pero no iluminados, y tal vez se convierta en blanco de observaciones punzantes y sarcásticas acerca de sus “nobles” ideales espirituales y aspiraciones, volviéndole débil e ineficaz en la vida práctica. Este tipo de críticas suele ser muy doloroso, y su influencia puede suscitar dudas y desánimo.

Estos juicios constituyen una de las pruebas que tal vez haya que enfrentar en el sendero de la autorrealización. Su valor reside en el hecho de que proporcionan una lección para superar la sensibilidad personal, y son una ocasión para desarrollar sin resentimiento la independencia interior y la auto-confianza. Deben ser aceptados con alegría, o al menos con serenidad, y utilizados como una oportunidad para desarrollar la fortaleza interior.

Con el tiempo, esta fase desaparece y la persona aprende a dominar su doble tarea y a unificarla. Pero cuando no se reconocen y se aceptan las complejidades de la tarea, las tensiones naturales del crecimiento que conlleva el proceso pueden verse exacerbadas, durar largos períodos de tiempo, o volver una y otra vez con una frecuencia innecesaria. Esto ocurre sobre todo cuando la persona se dedica demasiado a su proceso de auto-transformación, excluyendo el mundo exterior con una introversión excesiva y unilateral. Los períodos de sana introversión son naturales en el crecimiento humano. Pero si se llevan al extremo o se prolongan en una actitud general de retirada de la vida del mundo, la persona puede atravesar muchas dificultades, no sólo con amigos, compañeros de trabajo y familiares, impacientes y críticos, sino también por dentro, ya que la introversión natural se convierte entonces en auto-obsesión.

Pueden surgir dificultades parecidas si la persona no se enfrenta con los aspectos negativos de sí misma revelados en el proceso del despertar espiritual. En lugar de transmutarlos, puede huir de ellos mediante fantasías internas de haber alcanzado la perfección o mediante soluciones imaginarias. Pero el reconocimiento suprimido de sus imperfecciones reales sigue persiguiéndole, y los que le rodean contradicen sus fantasías. Bajo el estrés de esta dualidad es probable que la persona sucumba a una serie de desarreglos psicológicos, como insomnio, depresión emocional, agotamiento, aridez, agitación mental y ansiedad. A su vez, éstos pueden provocar toda clase de síntomas y de perturbaciones físicas.

Muchos de estos desórdenes pueden reducirse en gran medida, o ser eliminados totalmente, continuando el proceso de crecimiento con energía, dedicación y celo, pero sin identificarse con él. Este cultivo de un compromiso desidentificado proporciona a una persona la flexibilidad necesaria para el cumplimiento óptimo de su tarea. El individuo puede en este caso aceptar las tensiones necesarias del nuevo y complejo proceso; puede negarse a caer en la auto-compasión originada por el perfeccionismo frustrado; puede aprender a mirarse a sí mismo con humor y estar dispuesto a experimentar cambios y a arriesgarse; puede cultivar una paciencia alegre; y puede acudir en busca de ayuda y guía a personas competentes, sean terapeutas profesionales, consejeros o amigos sensatos, aceptando sus limitaciones momentáneas.

Otras dificultades pueden venir de un esfuerzo personal excesivo para acelerar realizaciones superiores mediante la inhibición y la represión forzadas de los comportamientos agresivos y sexuales. Intento que sólo sirve para producir la intensificación de los conflictos y sus efectos.

Estos conducen a la reprobación de los comportamientos naturales como “malos” o “pecaminosos”. Puede ser que manifiesten oscilación o ambivalencia entre dos actitudes extremas: la supresión rígida, o la expresión incontrolada de cualquier tipo de comportamiento. Esta última actitud, aunque es catártica, no es una solución aceptable desde el punto de vista ético ni psicológico. Produce inevitablemente nuevos conflictos entre los diversos comportamientos básicos, o entre éstos y los límites impuestos por las convenciones sociales y por las exigencias de las relaciones interpersonales.

La solución reside más bien en una reorientación paulatina y en una integración armoniosa de todos los comportamientos de la personalidad; en primer lugar, mediante su propio reconocimiento, aceptación y coordinación y, después, mediante la transformación y la sublimación de la parte de energía sobrante o no utilizada.

Una última dificultad, que merece ser mencionada, puede presentársele a una persona durante los períodos en los que el flujo de energías supraconscientes es constante y abundante. Si no se controla con sensatez, este flujo de energía puede desbordar en una excitación y actividad febriles o, por el contrario, puede retenerse sin ser utilizada ni expresada, de manera que, al acumularse, su excesiva presión puede causar problemas físicos. La solución apropiada es dirigir estas energías de manera voluntaria, constructiva y armoniosa hacia el trabajo de regeneración interior, la expresión creativa y el servicio útil.

EL PAPEL DEL GUÍA

Estos son tiempos en los que cada vez más personas están viviendo un despertar espiritual. Por ello, puede ser que terapeutas, consejeros, profesionales del campo de los servicios, así como personas no profesionales pero bien informadas, sean requeridas para actuar como guías y puntos de apoyo de las personas que atraviesan un despertar espiritual. Puede ser útil por esto considerar el papel de los que puedan encontrarse cerca de cualquiera de ellas y algunos de los problemas que pueden surgir.

En primer lugar, es importante permanecer consciente de un hecho esencial: mientras que los problemas que se producen durante las diferentes fases de autorrealización puedan ser externamente muy similares a los de la vida ordinaria, y, a veces, parecer idénticos, sus causas y significado son muy diferentes; en consecuencia, la manera de enfrentarse con ellos debe ser también diferente. En otras palabras, la situación existencial en ambos casos no sólo no es la misma, sino que en algún sentido es la contraria.

Las dificultades psicológicas de la persona ordinaria tienen generalmente un carácter regresivo. Las sufren las personas que no han sido capaces de realizar alguno de los imprescindibles ajustes internos y externos que forman parte del desarrollo normal de la personalidad. En respuesta a situaciones difíciles, regresan hacia modos de comportamiento adquiridos en la infancia, o bien nunca han crecido realmente más allá de ciertos patrones infantiles, aunque no sean reconocidos como tales.

Por otro lado, una guía con orientación espiritual, o que posea al menos una comprensión y una actitud de simpatía respecto a los logros y realidades superiores, puede ser de gran utilidad cuando una persona se halla en la primera etapa -lo que suele ser el caso más frecuente- de insatisfacción, inquietud y de tanteo inconsciente. Si ésta ha perdido su interés por la vida, si la existencia cotidiana no le atrae, si está buscando alivio en dirección equivocada, recorriendo callejones sin salida, y si no ha tenido todavía una vislumbre de la realidad superior, la revelación de la causa real de su trastorno y la indicación de la solución esperada -de la salida acertada de la crisis- pueden ayudar enormemente a producir el despertar interior que, en sí mismo, constituye la parte esencial de la resolución.

La segunda fase, la de excitación o entusiasmo emocional que el individuo implicado puede manifestar con un apasionamiento excesivo, acariciando la ilusión de haber llegado a una realización permanente, exige una advertencia “diplomática” de que su estado de beatitud es forzosamente temporal; hay que indicarle las vicisitudes que tiene todavía que atravesar en su camino. Esto le preparará para la aparición de la reacción inevitable de la tercera etapa, que implica frecuentemente, como ya hemos dicho, una reacción dolorosa y, a veces, una profunda depresión, cuando la persona “sufre el bajón” de su experiencia superior. Si ha sido prevenida con anterioridad, se evitará mucho sufrimiento, dudas y desánimo. Cuando no ha tenido la ventaja de haber sido advertida, el guía puede proporcionar mucha ayuda asegurándole que su estado es temporal y en absoluto permanente o desesperado, como puede estar inclinada a creer. El guía debe perseverar en informarle de que el resultado gratificante de la crisis compensa la angustia que está sufriendo, por intensa que ésta sea. Se le puede proporcionar un gran alivio y aliento citando ejemplos de muchas personas que han pasado por una situación difícil similar y han salido de ella.

En la cuarta etapa, durante el proceso de transmutación -que es el más largo y difícil- el papel del guía es más complicado. Algunos aspectos importantes de su labor son:

- Aclarar a la persona lo que realmente está ocurriendo dentro de ella, y ayudarle a encontrar la actitud justa que debe adoptar.

- Enseñarle a controlar y dominar sabiamente los comportamientos que surgen del inconsciente, mediante la utilización experta de la voluntad, sin reprimirlos temiéndolos o condenándolos.

- Enseñarle las técnicas de transmutación y sublimación de las energías sexuales y de las energías agresivas.

- Ayudarle a reconocer y a asimilar correctamente las energías infundidas desde el Ser y los niveles supraconscientes.

- Ayudarle a expresar y a utilizar dichas energías con amor y en servicios altruistas. Esto es particularmente valioso para contrarrestar la tendencia a la introversión y a un excesivo egocentrismo que se produce frecuentemente en ésta y otras fases del auto-desarrollo.

- Guiarle a través de las distintas fases de reconstrucción de la personalidad alrededor de un centro interno superior, es decir, de la realización de su psicosíntesis espiritual.

A lo largo de este artículo he subrayado el aspecto más doloroso y difícil del desarrollo espiritual, pero no debería deducirse de ello que los que están en el camino de la autorrealización sean más propensos a verse afectados por trastornos psicológicos que los demás hombres y mujeres. Con frecuencia no se da la etapa del sufrimiento más intenso. El desarrollo de muchas personas se lleva a cabo de un modo armonioso, de manera que se superan las dificultades internas y se atraviesan las diferentes etapas sin que se produzcan reacciones graves de ninguna clase.

Por otra parte, los desórdenes emocionales o los síntomas neuróticos del hombre y de la mujer ordinarios suelen ser más graves, profundos y difíciles de sobrellevar para ellos, y de tratar para los terapeutas, que los relacionados con la autorrealización. Frecuentemente es difícil enfrentarse a ellos satisfactoriamente -cuando no han sido todavía activados los niveles y funciones psicológicas superiores de estas personas- porque no hay muchos puntos de referencia a los que se pueda recurrir que estimulen el hacer los sacrificios necesarios o aceptar la disciplina requerida para producir los ajustes imprescindibles.

Los problemas físicos, emocionales y mentales que surgen en el camino de la autorrealización, por graves que puedan parecer, son simples reacciones temporales, subproductos -por llamarlos de alguna manera- de un proceso orgánico de regeneración y de crecimiento internos. Por lo tanto, o bien desaparecen de manera espontánea, cuando termina la crisis que los ha producido, o bien remiten con facilidad con tratamiento adecuado. Además, los sufrimientos causados por períodos de depresión y por la disminución de la vida interior se ven abundantemente compensados por períodos de irrupción renovada de energías supraconscientes, y por la previsión de la liberación y del robustecimiento de toda la personalidad que produce la autorrealización. Esta visión constituye una poderosa inspiración, una inefable calma y una fuente inagotable de fuerza y valor. Por eso, como ya hemos dicho, es muy útil dar una importancia especial a recordar esa visión lo más vívida y frecuentemente que sea posible. Uno de los mayores servicios que podemos hacer a los que luchan en el camino es ayudarles a conservar siempre presente ante sus ojos la visión de la meta.

De este modo se puede tener una visión de antemano y un anticipo del estado de consciencia del Yo autorrealizado. Es un estado de consciencia caracterizado por la alegría, la serenidad, la seguridad interna, un sentimiento de poder tranquilo, una comprensión clara y un amor radiante. En sus aspectos superiores es la realización del Ser esencial, de la comunión y de la identificación con la Vida Universal.

                                      *   *   *

Desarrollado por Alfredo Marinelli para el Blog “Gurdjieff y Ouspensky – Estudio e Investigación”. Fuente de información "El poder Curativo de la Crisis" de Stanislav Grof.

CONCIENCIA Y ATENCIÓN

Introducción 

por Alfredo Marinelli

  

El trabajo con la atención entra dentro de todo trabajo sobre uno mismo. Éste es el terreno sobre el que se basan muchas cosas. Si no podemos reconocer la diferencia entre atención voluntaria y atención involuntaria, estamos viviendo en un mundo de sueños. La ciencia de la atención es difícilmente conocida en el mundo actual, y llegar a una real comprensión de esto toma mucho tiempo, una vez que hemos sido condicionados por la cultura contemporánea.

                                                          J.G. Bennett

Si se tuviera que generar una escala de jerarquía de las ideas y las prácticas de las enseñanzas de Gurdjieff, el trabajo sobre la atención sería una de las primeras. Nada es posible en el “Trabajo” sin la ciencia de la atención, ya que ningún trabajo puede realizarse en el sueño, se pueden realizar prácticas y ejercicios, pero mientras se realicen en el estado de atención unilateral, es decir en el estado de identificación y fascinación característica del mal llamado estado de vigilia, los mismos carecerán de “resultados” trascendentes. Los mejores esfuerzos y las mejores intenciones desencadenarán en un estado de impotencia y frustración si se realizan desde la atención unidireccional.

Toda posibilidad ulterior al estado ordinario generado por los distintos condicionamientos, como la mecanicidad, la sugestión y la ignorancia, va a depender de la capacidad para el estudio y el control de la atención.

Los cinco sentidos que nos conectan con el mundo externo funcionan sobre la base de la atención, por lo tanto, las distintas áreas de nuestro funcionamiento -llamadas en el Trabajo centros- ya sea el movimiento, la emoción o el intelecto, disponen de una atención específica que es direccionada por el evento en sí, atrapando nuestra atención, esto es atención involuntaria. También podemos colocar nuestra atención intencionalmente hacia un acontecimiento o hacia algo específico, esto es atención voluntaria, es prestar atención. En ambos casos, casi siempre, perdemos la capacidad de auto-percibirnos. Es en estas instancias en donde se genera la total ausencia de uno mismo, ya que se pierde el estado de presencia que le pertenece a todo ser humano. El resultado es que prácticamente dejamos de existir, debido a que dejamos de percibirnos como entidad.

Dentro de la capacidad perceptiva inherente de cada uno de los tres centros básicos se manifiestan distintos grados atencionales. Uno de ellos es comparable a la ausencia total de atención, ya que se caracteriza por una atención errante y divagante. Por ejemplo nuestro centro de movimiento puede realizar muchas acciones como manejar un automóvil y llevarnos al punto de destino sin percatarnos de lo que ocurrió en el trayecto. Frenamos, paramos en los semáforos, doblamos en los lugares precisos, y llegamos, pero con la total ausencia de uno mismo, nuestra existencia solo fue un flujo de imaginación o de hablar con uno mismo.

Otras veces nuestra atención es capturada por algo externo que es inquietante, desde algo banal como la trama de suspenso de una película hasta la resolución o decisión de un conflicto importante en la vida. Esta atención capturada exige plena atención, pero no exige ningún esfuerzo, es una atención atraída y retenida por el sujeto de la observación o de la reflexión, es un ensimismamiento con uno mismo que se caracteriza por una constante reactividad al medio, designado habitualmente con el nombre de “interés” o “entusiasmo”.

También ocurre que necesitemos solucionar algún problema, como así también aprender algo, como estudiar un idioma o sintetizar los conceptos de una investigación, por lo cual debemos esforzamos con una atención intencionalmente colocada en el hecho en sí. En estos casos la atención debe ser controlada y mantenida por la voluntad y la iniciativa.

No debemos confundir la atención particular de cada una de nuestras funciones con la atención requerida para la conexión y enriquecimiento de nuestro mundo interior. Es necesaria una atención desapegada independiente de cualquiera sea la condición externa, como también de las distintas actividades del pensamiento, la emoción o la sensación y que, por lo tanto, nos lleve a la consciencia.

Es muy común confundir la atención con el pensamiento, por ejemplo podemos pensar en nuestro cuerpo y el modo en que se mueve, podemos analizar nuestras emociones, podemos sentir los pensamientos que corren por nuestra mente, sin embargo, todo esto es la observación atencional del funcionamiento de un centro por parte de otro. No es una atención desapegada, es decir separada de eso que llegamos a llamar “nosotros mismos”

El estado de alerta, de darse cuenta, no es una introspección, sino que es dirigir la atención para “ver”, sin teorizaciones, comparaciones, ni interpretaciones, es decir sin realizar ninguna especulación sobre aquello que visualizamos atencionalmente.

Con la atención desapegada se puede vivir en presente lo que nos está pasando y lo que está aconteciendo a nuestro alrededor, comenzamos a ver nuestros mecanismos condicionados y como la parte que percibe no está condicionada, por lo tanto, afecta al condicionamiento, es similar a una llave que abre las puertas de la liberación y es el comienzo de un proceso, en donde el horizonte es halagüeño, gracias al vislumbre de la apertura de nuevas perspectivas en distintos planos y niveles de nuestro acontecer existencial.                                                                                      

Garín, Buenos Aires, 2024

Alfredo Marinelli

 

CONCIENCIA Y ATENCIÓN

por Rober S. de Ropp

La práctica de estar consciente es imposible sin el control de la atención. La atención es para la conciencia lo que el aceite para la llama de una lámpara. La llama persiste mientras hay aceite en la lámpara. Una vez que se acaba el aceite, se apaga la llama. El control de la atención es la única función poseída por el hombre que puede decirse le confiere cierto grado de elección. Él puede "dirigir su atención". Pero su poder para hacerlo depende de que posea cierta clase de energía cuya provisión es limitada. Cada día, al despertarse, tiene mucha de esta energía, igual que una batería después de ser cargada contiene mucho potencial eléctrico. Su trabajo interno depende cada día de la conservación de esta energía. Una vez que la ha gastado, es difícil reemplazarla.

El nivel de conciencia de un hombre puede medirse por la libertad con que dirige su atención. En el estado de identificación, no tiene "libertad para dirigir su atención". Cree que la tiene, pero ésta es una de las ilusiones que impone este estado.

En realidad, es un esclavo de cualquier cosa que llame su atención. "No podía dejar el libro." "No podía quitar los ojos del juego." "Estaba completamente sumergido en lo que estaba haciendo." Con estas y otras incontables frases, la gente describe la condición de identificación y la pérdida de libertad para dirigir la atención que esta condición impone. Una visión asombrosa o espectacular, una historia real o imaginaria, llama nuestra atención y nos absorbe en el proceso. Nuestro espacio interno está totalmente ocupado por el tema acerca del cual estamos leyendo, el espectáculo que estamos observando. No hay nada de voluntario en esta forma de atención. Estamos capturados como moscas en una telaraña, manipulados, dirigidos, encadenados. Observe las caras de la gente en las carreras, en el futbol, en las corridas de toros, en el boxeo, en cualquier espectáculo extravagante o brutal. Tras de esa cara no hay nada. Está vacía, es una máscara. La casa está abandonada.

Esto es atención esclavizada. En esta condición, el silencio interno y la conciencia pura se pierden y todo el campo de la conciencia es "ocupado por un enemigo victorioso". En el estado de atención esclavizada, la fuerza vital se disipa. La provisión de todo el día puede perderse en pocos momentos. 

No menos costosa, en términos de energía, es la atención dispersa, la atención que vaga por todo el campo de la conciencia, arrastrada ahora acá, ahora allá, "una pluma para cada viento que sopla". Voluble, débil, desenfrenada, cambia de color como camaleón, cambia de forma como Proteo. Los ojos vagan sin propósito, los oídos se agitan como las camisas en el tendedero. Impresiones diversas atraen la atención como un hueso atrae a los perros. Hay una ausencia total de estabilidad interna. Este estado agota la fuerza del organismo en lo que se refiere al poder para mantener la conciencia. El resultado es una condición como de trance, un estado de semi-hipnosis que bordea en lo patológico, pero que no es reconocida como tal por los psiquiatras porque la gran mayoría de la "gente bien" pasa su vida en este estado, inclusive los psiquiatras.

"Soñar despierto", "soñar hipnotizante", "soñar caminando", "identificación", son nombres diferentes para la misma cosa. En este estado, el hombre no sabe realmente quién es él, en dónde está, si es o por qué es: un durmiente que camina... Si el hombre pudiera estar consciente de su estado de sueño, ¡cuán ansiosa y urgentemente lucharía por despertar! Porque el soñar despierto es peligroso y triste. El soñar despierto es esclavitud e intranquilidad interna. El hombre habla sin parar acerca de la libertad, grita y se amotina, demanda congresos legislativos y derechos civiles. Todo en vano. Las cadenas son internas, la esclavitud es espiritual. El nombre del gran esclavizador es "identificación" y el resultado de su dominación es él "soñar despierto". 

Hemos hablado de "atención esclavizada" y "atención dispersa". Pero ¿cuál es la función de la atención dirigida? Un estudiante de medicina mira con atención su libro de anatomía. Cada hueso, cada músculo, cada vena, nervio, arteria, ligamento, tendón, debe ser fijado en la memoria con su nombre, función, localización; todo en su lugar, al menos lo suficientemente como para capacitarlo a verter esa información en las respuestas de una prueba. Nadie podría acusar a este pobre tipo de estar tan perdido en el tema que no puede dejar el libro. Marañas de terminología se enredan en su cerebro. El mismo se enreda en su silla. Una y otra vez su atención vaga, una y otra vez la arrastra de regreso. Nada le gustaría más que tirar el libro al cesto de la basura, encender la televisión, "perderse a sí mismo" en algún programa de violencia o estafas, o con las ridiculeces de un hombre chistoso acompañado de risas grabadas. Pero los exámenes están cerca. El miedo a fallar azota su látigo sobre él, la ambición le cuelga una zanahoria frente a la nariz. Así que regresa al libro y enfoca su cansada atención en el laberinto de tubos y poleas que es la anatomía humana. 

Eso es trabajar, no jugar. Eso es atención dirigida, no atención atraída.

¿Está él, por lo tanto, menos identificado por estar trabajando? ¿Es su estado de conciencia superior al del observador, el oyente, el lector, perdidos en su trance hipnótico ante el mago que teje sus hechizos, fantasías e ilusiones en una pantalla o fuera de ella? ¡Qué lástima! No opera ninguna ley que asegure que quien trabaja obtenga libertad interna por ello. ¡Si fuera así! Si el trabajo en sí fuera la liberación, todos los hombres hubieran obtenido desde hace mucho la condición de Cristos o de bodhisattvas. Nuestro estudiante de medicina hace uso de un mecanismo diferente del usado por el observador o por el oyente meramente pasivo. Como quiera que sea, está totalmente identificado, totalmente perdido en la tarea. Ha perdido la conciencia separada, la sensación de dualidad, de observador y observado. Está inmerso en el libro o inmerso en su molestia con el libro o inmerso en su deseo de una alternativa, una actividad más fácil, como encender la televisión y ser "entretenido".

La atención dirigida no hipnotiza o embrutece en la misma forma que lo hacen la atención esclavizada o dispersa. Pero no induce tampoco un despertar completo. Una persona que usa la atención dirigida puede estar aún más profundamente identificada con su tarea en turno. Su espacio interno está ocupado aún más completamente con cualquier cosa que esté haciendo. No tiene existencia aparte, no tiene ser real.

Sólo cuando aprende a separarse de la tarea en turno, a mantener un cierto hilo de conciencia que permanezca aparte del pensar, del sentir, empieza a obtener el gusto del tercer estado de conciencia. En este estado, él es, existe objetivamente por sí mismo, como existe un árbol, como existe una mesa, como existe un libro. Está consciente del cuarto dentro del cual está sentado, de sí mismo como uno de los objetos en ese cuarto, de su "espacio interno" y de su espacio externo, del cuarto, la casa, los alrededores, los planetas, los soles, no con detalles específicos sino como una totalidad, como una presencia. En esta condición, el ser no está separado, y la atención, aunque dirigida a lo que hace, es al mismo tiempo flexible y abierta, no rígida y estrecha.

Este sentir el yo, no como el yo sino meramente como uno de los objetos del medio ambiente, remueve de un solo golpe todos los miedos, todas las tensiones, todas las ansiedades. Una condición de fluctuación y quietud, una deliciosa ataraxia envuelve a aquel en quien tal condición ha sido inducida. Él está en armonía con Tao (la incondicionada, innombrable fuente de toda realidad). Su trabajo, como el del admirable cocinero del príncipe Hui, perfectamente acorde con los principios eternos, muestra un ritmo, un equilibrio interno. En ningún lado hay impaciencia o desarmonía. La cara que, en el estado de identificación, está tensa o estúpida, ahora reviste tranquilidad, priva ese aire que uno observa en los rostros de los bodhisattvas que meditan. 

Este vivir en la armonía con Tao, esta libertad interior, no se adquiere sin un largo y cuidadoso adiestramiento. Es un estado de equilibrio fisiológico y psicológico, aparentemente sin esfuerzo, pero mantenido por una vigilancia tan real como la que capacita al acróbata a mantener su equilibrio por encima de las cabezas del público. No hay tensión en esta vigilancia. Esta es flexible, penetrante, es un escudo invisible, un instrumento que, captura y aprisiona las impresiones antes que éstas puedan poner en movimiento la maquinaria interna.

La atención generalizada, separada del ego, ofrece a quien la emplea el poder de escoger las impresiones. Quien tiene un vigilante en la puerta puede escudriñar todo lo que trata de entrar, puede recibir las impresiones que escoja y rechazar el resto. No hay arte más importante que el de recibir impresiones, porque las impresiones del hombre son un alimento tan real como el pan diario.

Menos comprendido es el efecto de la "mala-absorción" de impresiones, el efecto de la "digestión" de impresiones en diferentes niveles de atención, la venenosa acción de cierto tipo de impresiones y el nutritivo efecto de otras. 

En lo que concierne a las impresiones, los instintos del hombre le sirven de poca guía. Una vaca o un caballo pastando en la pradera generalmente son avisados por el instinto para evitar las plantas venenosas, pero un hombre, cuyas impresiones lo alimentan tanto como el pan, no muestra tal discernimiento. Por el contrario, con frecuencia busca deliberadamente impresiones venenosas, obligado por algún perverso impulso a degradar su vida interna, ya suficientemente corrupta sin esto. La degenerada industria del "entretenimiento" no duda en tomar ventaja de este perverso gusto, vertiendo a través de sus diferentes medios una corriente de material más o menos patológico que los lectores, observadores, oyentes, absorben ansiosamente en su psique. 

El equilibrio, el balance, la armonía interna, la "creación de una isla que ningún diluvio pueda hundir"; todo esto puede lograrlo quien haya aprendido a manejar sus impresiones. Entre el momento en que una impresión entra y en el que se produce la reacción a esa impresión, pasa un tiempo tan corto que difícilmente puede ser medido por la conciencia ordinaria del hombre. Sin embargo, mucho puede depender de lo que suceda en ese breve intervalo. Si el vigilante está despierto, la impresión puede ser detenida, así como un ladrón puede ser arrestado por un policía alerta antes que pueda entrar en la casa a robar la plata. El golpe es recibido en el escudo, el choque es absorbido. No hay reacción mecánica que después sea resentida. 

Aceptar o rechazar, ésta es la base del trabajo interno que conduce a la creación de un ser verdaderamente libre. La salud del hombre, así como su desarrollo interno y su nivel de ser, dependen de cómo metabolice tanto sus impresiones como su alimento. La manera en que las impresiones sean metabolizadas depende del grado de atención y de la calidad de esa atención.

 Robert S. de Ropp

Desarrollado por Alfredo Marinelli para el blog “Gurdjieff y Ouspensky – Estudio e Investigación”. Fuente de información: “The Master Game” de Robert S. de Ropp.

GURDJIEFF Y LOS MAYORES ALCANCES DE LA AUTO-OBSERVACIÓN

INTRODUCCIÓN

Muchos de los conocimientos y técnicas precursoras que nos trajo G.I. Gurdjieff hoy pertenecen al pensamiento de la mayoría, un claro ejemplo es la idea de la auto-observación que es algo común dentro de la psicoterapia. Sobre este tema podemos encontrar un cúmulo de explicaciones y material informativo, ya que se ha dicho y escrito sobre el mismo desde distintos puntos de vista, no solo por Gurdjieff, Ouspensky y la mayoría de sus discípulos, sino también por personas no conectadas directamente con el “Trabajo”, como es el caso de Arthur J. Deikman con su excelente libro el “Yo Observador” o Red Hawk autor de “Self observation”: the awakening of conscience.

Intentar tratar los conceptos de la Auto-Observación u Observación de Sí, desde una perspectiva distinta, parecía un tema parcialmente agotado, a pesar de que la Auto-Observación es considerada en el “Trabajo” como una de las piedras angulares del auto-estudio práctico, para todo aquel que aspira al conocimiento de sí mismo. Dennis Lewis, basándose en su experimentación, comparte un enfoque distinto sobre esta práctica, que tiene la particularidad de conectar las técnicas de auto-observación con el cuerpo, por medio de la integración de la sensación, la relajación y la respiración.

Técnicas que nos permiten consustanciar el conocimiento de uno mismo con el poder transformador de la presencia en el ahora, única circunstancia en donde es posible la aplicación del libre albedrío, es decir elegir entre el “sí” y el “no”, mediante un acto volitivo, jerarquizado en su efectividad, hacia el cumplimiento de una voluntad superior que trasciende la voluntad de la naturaleza.

Dennis Lewis fue alumno de Lord John Pentland, presidente de la Fundación Gurdjieff de Nueva York y discípulo de G.I. Gurdjieff y P.D. Ouspensky. Es autor de: “Breathe Into Being”, “Free Your Breath, Free Your Life” y deThe Tao of Natural Breathing” (“El Tao de la Respiración Natural”, Gaia Ediciones).

Garín - Buenos Aires - 2024

Alfredo Marinelli


GURDJIEFF Y LOS MAYORES ALCANCES DE LA AUTO-OBSERVACIÓN

por Dennis Lewis



Dennis Lewis
Dennis Lewis
“La auto-observación es un método poderoso no solamente para el auto-estudio, sino que también para cambiarse así mismo. Introducido en occidente por Gurdjieff como parte de su sistema de trabajo sobre uno mismo, la auto-observación se aborda mejor no como una técnica sino más bien como una relación totalmente nueva con uno mismo como una criatura viva que respira.
 La auto-observación es un camino íntimo a la propia mente, cuerpo y espíritu. Nos permite experimentar nuevos niveles de consciencia y al hacerlo vivimos una vida más consciente y armoniosa.

Gurdjieff y la Identificación

Gurdjieff cree que debido a nuestro condicionamiento y educación la mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas como autómatas inconscientes. Ajenos a nuestro potencial real, a nuestra esencia, estamos totalmente “identificados” con nuestra personalidad, con la imagen de nosotros mismos, y con los pensamientos, sentimientos, imágenes, sueños, o sensaciones que capturan nuestra atención en un momento dado. Vivimos la ilusión de ser los artífices de nuestras vidas debido a que rápida y mecánicamente ponemos la sensación de ‘Yo’ a cada impulso que surge en el momento, especialmente aquellos impulsos que apoyan la imagen que tenemos de nosotros mismos, rara vez dándonos cuenta de nuestra fragmentación interna y nuestra carencia de voluntad y elección como resultado de ésta fragmentación. Nos perdemos a nosotros mismos a cada momento en un u otro aspecto de nuestra vida, sin contacto con la notable totalidad que es ‘nuestro derecho de nacimiento’.

 

Ya sea que uno esté acuerdo o no con Gurdjieff, su enfoque de la auto-observación y la consciencia -como se describe en el libro de PD Ouspensky "En busca de lo milagroso"- han tenido gran impacto en muchas enseñanzas psico-espitituales de occidente, y proporciona un excelente punto de inicio para cualquiera que busque una comprensión más profunda de sí mismo. Además, como ciertos procesos no pueden tener lugar a la luz de la consciencia, la auto-observación es en sí misma el inicio de un cambio real.

 

Mis primeros experimentos con la auto-observación en la Fundación Gurdjieff

Comencé a observarme a mí mismo seriamente en 1967 en un grupo bajo la dirección de algunos líderes de la Fundación Gurdjieff especialmente con Lord John Pentland. Nuestro esfuerzo fundamental en diversas condiciones especialmente organizadas del “Trabajo”, a través de la quietud, la discusión, la escucha, los movimientos, las tareas manuales y artesanales, era observarnos a nosotros mismos como realmente somos, intentando ser testigos, estar ‘presentes’ a cualquier cosa que surgiera en el momento.

 

Utilizando varios métodos, intentábamos descubrir en nosotros mismos una atención que pudiera ‘registrar’ si lo que estábamos experimentando era un pensamiento, un sentimiento, una sensación, o la combinación de estas u otras funciones. También intentábamos observar nuestra identificación con algunos hábitos, incluyendo el ensueño o el soñar despierto, la imaginación, la charla interior, y así sucesivamente, para verificar nuestra falta de unidad interna.

 

Al intentar observarnos a nosotros mismos -que usualmente requiere ir contra el impulso de nuestros hábitos para poder observarlos con mayor claridad- se nos recordaba no intentar juzgar o analizar lo que se veía. El juicio y análisis simplemente nos retrotraería nuevamente al círculo vicioso de identificación con los contenidos de nuestra consciencia -especialmente con las reacciones internas de lo que vemos- consumiendo así la poca atención libre que tiene que estar disponible para continuar la observación.

 

Sin embargo, si el juicio o el análisis se producen, y sucede a pesar de nuestras mejores intenciones, simplemente debemos incluirlo en la observación. En resumen, el Trabajo de Gurdjieff pide ser científicos con relación a nosotros mismos, con nuestro propio ser como el objeto de la observación. Pronto se hizo evidente, para alguno de nosotros al menos, que para ser algo más que tomar notas mentales o psicológicas, la auto-observación debe, en la medida de lo posible, abarcar los procesos y las energías de nuestros cuerpos.

 

A través de nuestra continua experimentación, comenzamos a tener destellos de las palabras de Gurdjieff cuando dijo: “es solamente anclando nuestra atención en la sensación viva de nuestro cuerpo que el ‘Yo Soy’, nuestra presencia real puede despertar”. Aunque se nos dijo que, la completa auto-observación depende de estar abierto a una energía superior, una consciencia más elevada, también se nos dijo que se comienza poniendo de forma voluntaria la atención que esté disponible para nosotros en nuestro estado somático del momento.

 

Gurdjieff deja claro que sólo cuando nuestra atención ordinaria está activamente ocupada experimentando el momento presente que la energía superior de consciencia puede surgir, una consciencia que relaciona simultáneamente nuestro mundo interior y exterior.

Para aquellos que deseen estudiarse a sí mismo con el método de ‘auto-observación’, el punto de partida es la sensación general del cuerpo. Es a través de esta sensación, una especie de telón de fondo perceptivo en tres dimensiones, que podemos discernir los diversos movimientos y las energías de nuestras propias funciones internas. Sin la estabilidad de esta sensación, nuestros esfuerzos de auto-observación se tornarán rápidamente en identificación con cualquier pensamiento, sentimiento o ensueño que esté sucediendo.

 

Gurdjieff, Auto-Observación & Sittings

Uno de los principales ejercicios en el Trabajo de Gurdjieff de los últimos años es llamado ‘sittings’, una forma profunda de trabajo interno que es pasado oralmente de maestro a estudiante. Aunque los diversos ejercicios que Gurdjieff transmitió a sus alumnos no están fácilmente disponibles para el público en general, el enfoque básico ha sido descrito con cierto detalle en el excelente libro de Jean Vaysse sobre las enseñanzas de Gurdjieff, llamado “Toward Awakening” (Hacia el Despertar a sí mismo).

 

Aunque es importante, por supuesto, eventualmente aprender cómo observarse a sí mismo en cualquier circunstancia, es útil comenzar por sentarse en silencio durante al menos 20 minutos al comienzo de cada día con los ojos cerrados y la columna vertebral erguida pero flexible. A medida que uno comienza a relajarse cada vez más en esta postura tan simple, permitiéndole a la atención ocupar gradualmente todo el cuerpo, uno comenzará a experimentar una nueva sensación más completa de uno mismo. Es esta sensación la que hace posible ver, oír y "registrar" nuestros pensamientos, sentimientos, intuiciones, posturas, etc., y cómo estas diversas funciones se influyen mutuamente en esta compleja "máquina" que llamamos uno mismo.

 

Auto-Observación y Niveles de Sensación

No fue sino años después de haber dejado la Fundación Gurdjieff que entendí y formule gran parte de lo que sigue, es útil darse cuenta desde el principio de la auto-observación que la ‘sensación’ puede experimentarse en diferentes niveles, dependiendo del grado de relajación y atención en uno mismo.

 

Aunque el propio Gurdjieff no definió los niveles de sensación, por lo menos en ninguno de sus trabajos publicados, esto se vuelve bastante claro en un trabajo profundo y sostenido de auto-observación. Estos niveles incluyen la sensación automática de las molestias y dolores; la sensación más profunda de las tensiones y contracciones musculares; la sensación más sutil de la temperatura y movimientos: la sensación uniforme “punzante” de la piel, la sensación de vida y respiración de los órganos internos, huesos, tejidos y fluidos; y la sensación integradora de los circuitos de energía del cuerpo, conectando todos los órganos con las funciones de nuestro ser.

 

Aquellos que siguen el trabajo de la relajación consciente a través de un contacto más profundo con sus cuerpos eventualmente llegarán a un nivel más de sensación: la profunda, y abarcadora sensación de espacio y silencio que yace en el corazón de nuestro ser somático. Es sólo a través de la experiencia de ambas sensaciones, espacio y silencio que nuestra conciencia puede aceptar y acoger la totalidad de nosotros mismos. Es esta aceptación, esta bienvenida, el inicio de la auto-transformación. Para muchos que emprenden el trabajo interno de la auto-observación, sin embargo la observación de sus cuerpos rara vez va más allá de una “proyección” mental de su sensación. Para otros solamente abarca la sensación de la piel y de las tensiones más superficiales. Esto es comprensible, ya que para ir más profundo en nuestro organismo significa abrirse a las contradicciones y confusiones de nuestra vida interior, a las fuerzas reales.

 

Estas fuerzas incluyen nuestras aspiraciones y deseos más profundos, pero también los traumas, miedos, ansiedades, preocupaciones y otras emociones ocultas en las complejas interrelaciones del cerebro y su sistema nervioso, el esqueleto, los músculos y las vísceras que llamamos nuestro cuerpo.

 

Aunque el método de auto-observación es una herramienta poderosa de auto-estudio, aprender a abrirnos a nosotros mismos de esta manera requiere mucho más que la aplicación de ejercicios y técnicas. También hay que tener un gran conocimiento, sinceridad y sensibilidad. Tenemos poca consciencia directa de las operaciones de nuestro cerebro y de nuestro sistema nervioso, excepto cuando se reflejan en los tejidos, las estructuras y los movimientos de nuestro cuerpo. Además, en la práctica real, nuestra atención, que generalmente es bastante débil, rara vez puede llegar debajo de las capas más superficiales de los tejidos, órganos y músculos, condicionados por años de inconsciencia, negatividad y mal uso.

 

Basado en el Trabajo sobre mí mismo y también con otros dentro y fuera del Trabajo de Gurdjieff, es claro para mí que nuestros cuerpos, especialmente las vísceras, se han convertido gradualmente en la bóveda de almacenamiento de experiencias e impresiones no digeridas demasiado cargadas o dolorosas para enfrentar. En nombre de la homeostasis y la supervivencia, nuestro sistema nervioso cierra las puertas de estas experiencias a través de una especie de amnesia orgánica. Pero mantener las puertas cerradas consume una enorme cantidad de energía y crea una desarmonía en los niveles más profundos de nuestro ser.

 

El Trabajo de Auto-Sensado y Escucha

Al practicar la auto-observación, es interesante ver donde la atención de uno parece detenerse, dónde no puede avanzar más. Esto es posible usando lo que se llama el “auto-sensado”, un tipo de observación y escucha orgánica interna en la cual uno comienza con la sensación y receptividad de los ojos y oídos -incluyendo las impresiones que ellos reciben- y uno permite a esta sensación y receptividad expandirse gradualmente por todo el cuerpo. Esta expansión debe incluir todos los músculos voluntarios y el esqueleto, así como nuestro corazón, pulmones, diafragma, órganos digestivos, genitales, y otros órganos.

 

Porque es en estos lugares que los patrones más profundos de nuestra energía -las fuentes reales de nuestro comportamiento- son mantenidos. Y es en estos lugares dónde usualmente las manifestaciones físicas (especialmente las tensiones y contracciones innecesarias que consumen la energía necesaria para el trabajo interno) de nuestras barreras individuales son más claramente reflejadas.

 

A través del auto-sensado (detección física) de estas manifestaciones, las abrimos, por así decirlo, al alcance de nuestra atención, y podemos empezar a observar y transformar estas experiencias e impresiones -ya sean del pasado o presente- que han sido excluidas de nuestra consciencia. Al llevar a cabo este trabajo de auto-sensado es muy importante que nos acerquemos a nosotros mismos con gentileza y compasión.

 

Nos ha tomado muchos años ser lo que somos ahora, y es virtualmente imposible ver o romper todas nuestras barreras (que Gurdjieff llamaba “buffers” o “amortiguadores”) por el esfuerzo o la fuerza de voluntad solamente. Es una apertura sin fuerza a lo que observamos en nosotros en un momento dado, un profundo movimiento de bienvenida a todo lo que aparezca.

 

Es mi experiencia que al momento es imposible ir más allá de la consciencia de una barrera, podemos retroceder un poco y permitir que la sensación de la barrera se profundice. Cuando traemos nuestra atención nuevamente a una sensación de tranquilidad anterior, el sistema nervioso simpático puede relajar su férreo control y algunas de nuestras tensiones se comienzan a disolver por sì mismas. También podemos dejar que nuestra atención se desplace hacia las partes más libres y relajadas. Entonces dejamos simplemente que esta sensación de tranquilidad y comodidad se extienda a las partes más tensas. Cuando algunas tensiones más superficiales comienzan a disolverse, es posible observar niveles orgánicos de tensión más profundos en nosotros mismos y sentir las emociones y experiencias asociadas a ellas.

 

Aquellos de nosotros que emprendemos seriamente este trabajo de percepción de nosotros mismos veremos que la llave del auto-conocimiento y auto-transformación reside en nuestros sentimientos y emociones. Gurdjieff deja en claro que nuestros sentimientos y emociones son los caballos que conducen el carruaje de nuestro cuerpo. Y son nuestros sentimientos y emociones los que claramente moldean y reflejan nuestras relaciones, nuestras actitudes con nosotros mismos y con el mundo.

 

A medida que continuamos con el trabajo de auto-sensado, por ejemplo, veremos que cierta clase de sentimientos nos abren, permitiendo a nuestra consciencia moverse libremente a través de nuestro organismo, mientras que otros tipos nos cierran, bloqueando la consciencia y dejando las impresiones afuera. También nos convenceremos de que la real observación y estudio de las emociones, no es un proceso mental o psicológico, sino físico.

 

Auto-observación y Respiración

Mientras somos llamados desde nuestro ser interior hacia un trabajo de auto-observación más profundo, comenzaremos a ver, cuán difícil es observar nuestras emociones, especialmente aquellas que hemos evitado a lo largo de la vida, aquellas que nunca hemos asimilado. Afortunadamente, nuestro cuerpo nos da una entrada directa a nuestra vida emocional a través de la respiración. Nuestra respiración no solamente nos conecta con el mundo exterior, sino que también nos conecta con el cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu, y nos mostrará si somos receptivos a las diferentes fuerzas actuando en el momento. Nuestra respiración nos puede incluso mostrar dónde resuenan en nuestro cuerpo las experiencias e impresiones que no somos capaces de enfrentar o digerir.

 

Gurdjieff nos advirtió, que cualquier intento por manipular o cambiar la respiración sin el suficiente conocimiento de nuestro organismo puede causar con el tiempo muchos problemas. Por lo tanto, es crucial al inicio de la auto-observación aprender a seguir y sentir la respiración sin hacer ningún intento por manipularla.

 

Seguir (sin alterar) la respiración es una práctica importante. Las razones para esto son muchas, pero dos son primordiales por lo que puedo ver: primero al seguir la respiración estabilizamos y reforzamos nuestra atención interior, y segundo mientras nuestra respiración tiene lugar refleja todo lo que está ocurriendo dentro y alrededor de nuestro organismo y provee una poderosa herramienta de auto-observación.

 

En mi propio enfoque de trabajo con la respiración, un enfoque que ha sido desarrollado no sólo a través de mi experiencia con el Trabajo de Gurdjieff, sino también con otras tradiciones, uno empieza simplemente siguiendo el aire entrando y saliendo por la nariz. Después uno puede seguir el movimiento del aire en el momento presente saliendo y entrando de los pulmones. Uno puede también sentir donde tiene lugar la respiración dentro del propio cuerpo. ¿Se sitúa en los hombros, en el pecho o en el bajo abdomen? ¿Levanto los hombros cuando inhalo? ¿Mi vientre va hacia fuera o hacia dentro? ¿Siento la respiración en las costillas, en la espalda o en la pelvis? ¿Conforme siento la respiración mis inhalaciones y exhalaciones ocurren de forma uniforme y armoniosa o parecen empujar en alguna dirección o en otra? ¿Qué tensiones siento? ¿Cómo suena mi respiración? Cuando siento la localización de mi respiración, ¿Me siento en paz, agitado, enfadado, alegre, triste, aburrido, con voluntad? ¿Estoy siendo terco o rígido en mi forma de pensar? ¿Qué estoy pensando y sintiendo? Y en los niveles más avanzados de este trabajo uno puede incluso sentir una cierta cualidad de energía que parece entrar con cada respiración y uno puede seguir el movimiento de esta energía en su propio cuerpo. El propósito aquí es simplemente observar, ni analizar, ni juzgar, ni manipular. Como dijimos antes, sin la suficiente conciencia ni auto-conocimiento, cualquier esfuerzo por cambiar nuestra respiración puede, tal como Gurdjieff avisa, causar muchos problemas.

 

Los que trabajan con la respiración de este modo por un período de tiempo prolongado tendrán muchas impresiones fascinantes y reveladoras de sí mismos. Y también desarrollarán una atención más fuerte y estable, una que no se disipa fácilmente con las reacciones emocionales. Pero la clave es mantener la auto-observación, usando la respiración como vía para experimentar todo el organismo. Uno podrá observar, por ejemplo, como en momentos de obstinación, de fuerte identificación (como decía Gurdjieff) con el propio sentido del ‘yo’, la respiración parece subir ruidosamente hacia los hombros levantados, los músculos se contraen y la cavidad abdominal se levanta. O como, en momentos de receptividad tranquila la respiración se centra silenciosamente detrás del ombligo, el Hara o el Tan Tien Inferior, y el cuerpo entero parece relajarse.

 

Este acercamiento a la auto-observación es bastante íntimo, ya que nos brinda a cada uno de nosotros la oportunidad de aprender más sobre nosotros mismos de la forma más directa posible. Incluso empieza a alterar nuestro propio ser: la luz de la conciencia empieza a penetrar dentro del oscuro escondrijo de nuestro ser, relaja nuestras estructuras somáticas y tejidos somáticos y gradualmente permite que la energía fluya de forma más armoniosa.

 

Sin embargo, incluso en las condiciones especiales del Trabajo de Gurdjieff, la auto-observación no siempre saca a luz el origen profundo de nuestro comportamiento y ser. Debido a nuestro extenso condicionamiento por parte de la familia, los amigos, la educación y la sociedad y las poderosas interrelaciones que existen entre la estructura somática, la respiración y las emociones hay casi siempre contracciones profundas, tensiones y desarmonías en nuestros músculos, vísceras y sistema nervioso que no pueden sentirse si no es a través de un profundo y directo trabajo con el cuerpo y la respiración.

 

En muchos casos es necesario trabajar con un buen profesor de ciencias somáticas, o con un guía espiritual que pueda realizar un trabajo somático, y que pueda trabajar con nosotros individualmente, para ayudarnos a experimentar las formas en que nuestro cuerpo no solo refleja, sino que también sostiene una poderosa actitud emocional que no somos capaces de observar por nosotros, sin importar cuánto intentemos o cuan sensible seamos. Muchas veces el trabajo no puede ser realizado mediante palabras, movimientos o meditación. Sino que requiera el arte y ciencia de alguien más que pueda despertar y guiar nuestra energía orgánica y tomar consciencia de nuestro ser a través de nuestras tensiones, contracciones, y desarmonías sensoriales.


En mi propio trabajo de auto-observación, me he beneficiado enormemente no sólo de las condiciones extraordinarias del Trabajo de Gurdjieff (condiciones que hacen posible vernos a nosotros mismos más imparcialmente) sino también por una exploración somática intensiva con diferentes profesionales somáticos y maestros espirituales, incluyendo expertos en el trabajo de integración estructural Feldenkrais y también una modalidad taoísta de masaje abdominal y trabajo con la respiración llamado Chi Nei Tsang. En ambos enfoques, especialmente en Chi Nei Tsang fui capaz de experimentar en tan solo un par de años muchas de las profundas interrelaciones entre mente, cuerpo y emociones que me habitan y que había esquivado por muchos años. Para mí está claro, sin embargo, que sin el entrenamiento previo en auto-observación con el trabajo de Gurdjieff, sin aprender cómo traer la atención hacia mi propio ser interno en casi cualquier circunstancia de la vida, mis experiencias con estos maestros y profesionales no hubiera ido más allá́ de la obtención de importantes beneficios para la salud e interesantes apuntes psicológicos.

Si el método de auto-observación de Gurdjieff es para ser un camino íntimo hacia nuestro ser, sólo se puede hacer si estamos dispuestos a exponernos verdaderamente a nosotros mismos. Lo que se necesita, dice Gurdjieff es “sinceridad interna”. Pero esta disposición a ser expuesto, a estar presente a nosotros mismos desde la cabeza hasta los pies y desde fuera hacia dentro, necesita el soporte de condiciones especiales y de gente que puede ayudarnos a volver a nuestra propia casa en esta tierra, nuestros cuerpos, y ocupar cada piso y cada habitación de esta casa. No es suficiente con conocer nuestra casa iluminando con un potente foco desde el último piso a nuestra habitación favorita. Se necesita abrir la puerta de cada habitación, incluyendo el sótano, entrar en las habitaciones e iluminarlas.

Esto no es fácil, pero es posible, especialmente para aquellos que recuerdan que es sólo a través de vivir la sensación de la respiración desde la totalidad de nosotros mismos, que podemos vivir conscientemente vidas armoniosas. Esta sensación, sin estar restringida por actitudes emocionales inconscientes trabajando a través de nuestros músculos y órganos, es la sensación de la vida misma y del milagroso espacio y silencio que descansa en el corazón.

Traducido y extractado por Alfredo Marinelli para el Blog “Gurdjieff y Ouspensky – Estudio e Investigación” del número de otoño de 1993 de la revista “Gnosis”.