por Alfredo Marinelli
Siempre evitamos o esquivamos “las trampas”. Sabemos que son un engaño y una interrupción o desvío en el desarrollo de cualquier proceso. Las siguientes trampas psicológicas tienen la particularidad de que se instauran silenciosamente y, una vez arraigadas perdemos la capacidad para percibirlas como tales.
Solo existe la posibilidad de salir de ellas cuando acontece una experiencia emocional muy fuerte, generalmente generada por acontecimientos externos. Esto se debe a que la posibilidad de ser “sincero con uno mismo”, es algo lejano en las primeras etapas del “Trabajo”, al menos hasta no haber desarrollado un gradiente importante de auto-conocimiento. La sinceridad es el gran baluarte para una sana discriminación y poder así diferenciar la realidad de la fantasía.
Si transitamos por un lugar lleno de trampas, y un compañero nos advierte: ¡Por ahí no vayas, ahí hay una trampa! se lo agradecemos. De la misma forma, agradezco a Robert S. de Ropp la enumeración de estas 8 Trampas del Pseudo-Trabajo. Las mismas cumplen con el propósito de informarnos, para no estar en la paradójica situación de estar en una trampa y no percibirla, sacándonos así de nuestra ingenua credulidad y ficticia evaluación de nuestro proceso interno.
Una vez iniciado el proceso del Trabajo Interior, caer en cualquiera de estas trampas es suficiente para detener o desviarnos de nuestra meta o propósito. Y es casi inevitable no caer, tarde o temprano, en alguna de ellas. El tipo de trampa va a depender de cada tendencia psicológica en particular. No es tarea sencilla escapar de algunas, y lo peor es la ignorancia de estar atrapados.
Estas “8 Trampas del Pseudo Trabajo”, amalgamadas con la entrada “Enfermedades Espirituales”, constituyen un compendio de alerta a los engaños psicológicos. Ambas entradas pueden considerarse como un espejo generador de discernimiento de la veracidad del propio proceso interno. Es un hito fundamental conocer en qué consisten las trampas, evaluar si hemos caído en ellas y saber cómo salir de las mismas.
CARACTERÍSTICAS
DE LAS PRINCIPALES 8 TRAMPAS DEL PSEUDO-TRABAJO
Por Robert
S. de Ropp
Trampa
Nº1
El
Síndrome de Hablar-Pensar.
Esta es una
trampa sutil en la que muchos pueden caer. Estas personas por lo general
hablarán y discutirán todo acerca del Trabajo. Piensan y charlan a todas horas
sobre el Trabajo. Pero hablar y pensar acerca del Trabajo no producirá
resultados, sería similar a creer que hablar y pensar acerca del sexo
produciría bebés. En realidad, el Trabajo Real implica detener el diálogo interior.
Estamos tan acostumbrados al parloteo incesante que no nos sentimos cómodos en
un estado de silencio interior. Forzosamente tenemos que hablar a alguien
acerca de algo, y si no es posible, entonces comenzamos a hablarnos a nosotros
mismos. Este hábito de hablar acerca del Trabajo es alentado por la tendencia
de aquellos que creen estar “en el Trabajo Real”, porque se reúnen en algún
grupo formado para un gran propósito, como el del despertar de la conciencia.
Teóricamente,
estos grupos se supone que sirven a un propósito digno. La intención original
es de alentar el intercambio observaciones, promover la objetividad, la sinceridad
en el Trabajo, etc. La mayoría de esos grupos raramente lo logran, porque, en
la mayoría de los casos, la última cosa que quieren hacer los integrantes de
estos grupos es confrontar sus propias debilidades. Se protegen de estos
conflictos por medio de un elaborado sistema de amortiguadores psicológicos o
topes, sin ninguna intención de sacrificar nada en lo absoluto.
Para hacer más grave el problema, la gente que dirige estos grupos tiene a
menudo una ignorancia total sobre la ciencia de los tipos humanos. Debido a
dicha ignorancia, no pueden entender las leyes personales que rigen y operan
sobre los miembros de un grupo en particular. Teniendo en cuenta la ignorancia
del líder de grupo promedio en general y la reticencia de la mayoría de los
miembros del grupo a enfrentarse a los monstruos de sus laberintos personales,
no es de extrañar que estos grupos resulten inútiles.
No es
sorprendente que tales grupos prueben tarde o temprano su inutilidad. De
hecho, son peores que inútiles, porque fomentan el síndrome de hablar-pensar. La
gente se imagina que por haber pasado algún tiempo hablando acerca del Trabajo,
ya están "en el Trabajo". En realidad, a menudo no saben ni siquiera
lo que es el Trabajo.
Trampa
Nº2
El
Síndrome del Devoto.
Un nombre
alternativo para esta trampa es: “Adoro al Gurú”. Esta trampa se da cuando se
desarrolla una devoción fanática y una creencia ciega en una doctrina o un
Maestro. Esta devoción enceguece completamente al alumno, destruyendo toda
capacidad de pensamiento individual y objetivo que alguna vez pudo poseer.
Todas las
emociones son enfocadas en el “Maestro”, que alcanza el estatus de un dios a
los ojos de los devotos. “El “Maestro nunca se equivoca”. Todas sus enseñanzas
han de aceptarse al pie de la letra y en su totalidad. Si el maestro declara
que existen dos lunas en el cielo terrestre, es porque tiene que haber dos
lunas, aunque nadie haya visto ni un átomo ni rastro de una segunda luna. Si el
maestro afirma que hay una ley cósmica que causa que los planetas se conviertan
en soles, y los soles en galaxias, esto tiene que ser verdad, aunque
científicamente sea una imposibilidad.
Este síndrome es
una trampa no solo peligrosa, sino potencialmente destructiva. Es responsable
de muchos de los desastres que han ocurrido a la humanidad. El peligro supremo
del ser humano no está en el ladrón, en el violador o el asesino ordinario;
sino que es ese ojo fanático que en adoración y ceguera total hacia su Gurú y
en el nombre de cualquier sistema religioso o político, con gusto exterminará
poblaciones enteras pensando que sus acciones están perfectamente justificadas,
que hace lo correcto.
La mayoría de las
atrocidades cometidas en el siglo XX han sido realizadas por este tipo de personas.
Su capacidad de destrucción es ilimitada. Totalmente enceguecidos por su
sistema de creencias, han perdido la capacidad de razonar objetivamente, han
destruido totalmente en sí mismos la función de la Consciencia. Casi todos
estos fanáticos son victimas de dos debilidades; la credulidad y la sugestión,
que Gurdjieff definiera como las dos maldiciones de la raza humana.
Si la 3ª Guerra
Mundial ocurre alguna vez, no será la responsabilidad de la torpeza militar o
la indecisión política, sino la obra de devotos fanáticos, perfectamente
dispuestos a volar el planeta en el nombre de una gaseosa ideología o doctrina
en la que han puesto toda su enceguecida fe.
Trampa
Nº3
El
Síndrome del Falso Mesías
Esta trampa es la
opuesta a la anteriormente descripta. Aquellos que caen dentro de ella llegan a
estar convencidos de que ellos son “Maestros”, capaces de transmitir a otros
determinadas verdades “vitales” acerca de la vida espiritual. La categoría del
Falso Mesías no incluye lo que pudiera ser llamado consciencia espiritual
estafadora. Tales personas, bastante deliberadamente, para su ganancia
personal, inician alguna falsa religión o grupo, y generalmente sacan
beneficios. Ellos son simples comerciantes que trafican con sueños. Sus
actividades pueden ser consideradas como una rama de la industria del
entretenimiento.
Las víctimas
reales de esta trampa son bastantes sinceras, pues se han convencido de que lo
que proclaman es verdad. Generalmente esta gente ha tenido algún tipo de
experiencia religiosa, quizás ha viajado a la India, quizás ha recogido una
amalgama de ideas esotéricas de aquí y de allá, o directamente de algún Gurú,
quizás ha experimentado con drogas y ha tenido lo que es conocido como
experiencia psicodélica, quizás ha emprendido un "sistema" con ideas
prestadas de otros sistemas, etc.
Todas las
victimas de esta trampa tienen una cosa en común: se encuentran en un viaje del
ego. Quieren seguidores, entre más seguidores mejor. Ésta es la característica
que los distingue de los verdaderos Maestros. Los Maestros genuinos rara vez
pretenden atraer discípulos. Al contrario, tratan de advertir que el camino es
difícil, arduo y lleno de peligros. Insisten que es mejor mantenerse
cómodamente dormido que despertar a medias.
Otra
característica de las victimas del Síndrome del Falso Mesías es que nunca
dejarán ir a ninguno de sus seguidores, los quieren mantener en un permanente
estado de dependencia. Aquellas "escuelas" iniciadas por estos
"Maestros" nunca producen "graduados", nadie puede
abandonar la escuela por su propia voluntad. El falso Maestro hace esclavos de
sus seguidores, exige total obediencia, desalienta el pensamiento y la acción
independientes. Cualquiera que se rebela dentro de sus filas es considerado
como "traidor" a la doctrina.
La conducta de un Maestro genuino es exactamente lo contrario, pues siempre
dará ánimos al discípulo a confiar en su propio juicio, a encontrar su camino
individual, a descubrir al Maestro interior en sí mismo. Sólo ofrecerá consejo
si se le pide. El puede perfectamente poner un espejo psicológico en el cual el
discípulo pueda reflejarse en su realidad interior, pero nunca forzara a nadie
a mirarse en ese espejo. Nunca hará intentos para retener a ninguno de los
discípulo, si desean abandonarlo les dará alas para que así lo hagan. No le
interesa rodearse de un grupo de ovejas hipnotizadas que creen servilmente cada
palabra que dice. A él le interesa solo una cosa, la Liberación, no el
sustituir una forma de esclavitud por otra. Él no obtiene satisfacción por
dominar a sus seguidores. Tales juegos del ego no le interesan. Ya sea que
tenga un alumno, o cientos de discípulos o ninguno, para él, no representa una
gran diferencia.
Otra característica
del falso Mesías es su amor propio. Éste toma varias formas. Quizás se vestirá
con ropajes fantásticos y se adjudicará varios tipos de títulos esotéricos, se
bautizará con nombres como “Gran Alma”, “Mahatma”, “Maharashi” o “Baghwan”,
“Gran Iniciado” o “Magus”. Todos sus discípulos deberán referirse a él con
estos títulos y en total reverencia. La conducta de un Maestro genuino es
exactamente lo opuesto. No busca títulos, ni reverencias, ni se viste con
ropajes elegantes. Lejos de fomentar una actitud de reverencia por parte de sus
alumnos, los escandaliza deliberadamente, dará choques a los discípulos
comportándose de una manera aparentemente indigna de un Maestro, para ver las
reacciones que provoca. Al estar libre
del ego le resulta verdaderamente indiferente si la gente lo admira o lo
vitupera. No necesita de admiración, ha alcanzado un punto en el que ni la
adulación ni el insulto hacen mella en él.
Trampa Nº4
El
Síndrome de Organización
Ésta es una trampa peligrosa, y en donde grupos
enteros de personas pueden caer. Desempeña un importante papel en el
Trabajo-Fantasía, e incluso podría considerarse su piedra angular. El Síndrome
de la Organización se desarrolla, cuando un Maestro genuino muere y sus
allegados o discípulos de más antigüedad, consideran un deber sagrado, el
continuar "la Obra del Maestro".
Así que se forma
una organización, de esta organización nace una jerarquía. El rango en la
jerarquía no depende del nivel del ser individual, sino de la cantidad de tiempo
que han estado en el trabajo y de la cercanía con el Maestro cuando estaba
vivo. Tales jerarquías tienden a llegar a ser fosilizadas. Desalientan la
independencia y la libertad de acción en el trabajo, y toman refugio en la
ortodoxia rígida. Todas las enseñanzas y los métodos que legó el Maestro deben
ser preservados y transmitidos exactamente, así como fueron enseñados.
Estas personas, “pilares de la ortodoxia” rara vez comprenden que los tiempos,
las situaciones y la gente cambia y que los métodos que alguna vez fueron
eficientes en un tiempo dado, quizás ya no sirvan para nada, que lo que fue
útil en una época, puede ser inútil en otro tiempo y sobre todo en otro lugar.
También ignoran el hecho de que, en el Trabajo”, la antigüedad no es sinónimo
de progreso espiritual. El hecho de que alguien haya estado cuarenta o
cincuenta años “en el Trabajo” o que haya conocido íntimamente al Maestro no lo
convierte automáticamente en un ser liberado.
Los mal llamados
"discípulos antiguos" en el Trabajo son los que por lo general han
perdido una real comprensión de las metas del Trabajo. Quizás estén operando en
piloto automático, bastante mecánicamente. Conocen todas las frases estándar al
derecho y al revés, las técnicas "aprobadas" por la ortodoxia y las
pueden exteriorizar sin esfuerzo alguno cada vez que se oprime el botón
correcto. Por eso quizá es que dan la impresión de poseer autoridad. Lo triste
es que los jóvenes que penetran en las filas de la organización, son los que
más peligro corren que se les lave el cerebro, al pensar que la autoridad de
esta gente esta justificada.
Sin embargo, el
hecho es que los discípulos antiguos están espiritualmente a menudo en un
callejón sin salida. Habiendo perdido de vista los verdaderos objetivos del
Trabajo, se ocupan de la política de la organización. Gastan sus energías en
los pequeños juegos de la competencia que tienen lugar en cualquier
organización. No son Maestros sino políticos de poca monta. Es de dudarse si
alguien pueda en realidad sustituir al Maestro y continuar su Obra, porque un
Maestro genuino, desarrollará sus propios métodos de acuerdo con sus
habilidades e intereses especiales. Gurdjieff, por ejemplo, fue, como él mismo
lo dijo: “Un maestro de danzas”. Él enseñó a través de los movimientos.
Ciertamente ésta no fue la única manera en la que enseñó, sino que los
movimientos jugaron un rol muy importante en sus métodos. Otro Maestro, quizás
coloque el énfasis en alguna forma diferente de Trabajo, en la meditación, o en
el teatro interno y externo, o en los ejercicios respiratorios.
Existen muchas
técnicas, algunas más efectivas que otras, algunas útiles para cierto tipo de
personas, y algunas útiles para personas diferentes, de acuerdo al tipo
individual y a su psicología. Pero los "pilares de la ortodoxia" que
consideran su deber sagrado el "continuar con la obra del Maestro" no
se dan cuenta de que lo que el Maestro dejó quizás ya no sea apropiado para las
condiciones presentes de existencia. Tampoco toman en seria consideración si
ellos mismos han en realidad comprendido la enseñanza real del Maestro.
El Síndrome de la
Organización es tan malo para los discípulos como para los miembros de la
jerarquía que se hace cargo de la institución. Es malo para los discípulos
porque les ofrece un medio para engañarse a sí mismos, un escondite, un
subterfugio, una artimaña. Creen que están “en el Trabajo” porque se reúnen,
charlan, ejecutan movimientos y por lo tanto pertenecen a una Tradición. Si se
quedan por el tiempo suficiente quizá se levantaran por las filas de la
jerarquía y llegaran a ser dirigentes de grupos. Quizás terminaran imaginando
que ellos mismos son "Maestros".
Desafortunadamente
las actividades de la organización se pueden volver en extremo mecánicas. Tienen
poco o ningún efecto en los que las realizan, al igual que la asistencia
semanal a la iglesia suele tener poco o ningún efecto en los que van a ella. Para
estas personas, ir a la iglesia se ha convertido en un hábito. El domingo se va
a la iglesia igual que el sábado por la noche se sale a comer a un restaurante
o se va al cine.
Es en extremo
difícil escapar de la trampa de la organización, tanto para los miembros de la
jerarquía que la dirigen como para los neófitos a los que se supone que deben
guiar. A muchas personas les encanta esta trampa y son felices de permanecer en
ella. Prefieren el Trabajo Fantasía al Trabajo Real. Les encanta que les digan
qué hacer, que pensar, que posturas y máscaras adoptar, pues les ahorra el
supremo conflicto de razonar y tomar responsabilidades por sí mismos.
A veces sucede,
que dentro de una moribunda organización, se da el caso que se desarrolla un
Maestro genuino, con el poder suficiente de romper la trampa y liberar a
aquellos atrapados en ella, siempre que ellos tengan el anhelo de ser
liberados. Algo similar sucedió entre las filas de la Sociedad Teosófica cuando
Krishnamurti, tuvo el valor de disolver la organización que había sido
preparada para él (La Orden de la Estrella) y expuso despiadadamente y sin
miramientos la manipulación de la que habían sido objeto sus miembros.
Krishnamurti
necesitó de un gran coraje para hacerlo, pero ésta es una característica propia
de los verdaderos Maestros, que sin vacilar destruyen ídolos, rompen sueños, destruyen
sistemas dogmáticos de creencias prefabricadas. El Maestro es un enemigo
declarado de ortodoxias, desconfía de jerarquías. Es un espíritu libre cuyo
único interés es el de ayudar a otros a obtener su verdadera y genuina
libertad.
Trampa Nº
5
El
Síndrome de la Salvación Personal
Ésta es una trampa sutil y peligrosa. Ha sido la
maldición de las tres religiones de Abraham: el Judaísmo, el Cristianismo y el
Islam. Este síndrome ha convertido todas estas religiones en cultos de
culpabilidad, donde los humildes devotos imploran a un Dios en las 'alturas' el
ser perdonados por sus 'pecados' y les otorgue algo vagamente descrito como
salvación. Pero me pregunto, ¿salvación de qué o de quién? Supuestamente del “infierno”.
Salvación del fuego eterno, que ha sido uno de los métodos preferidos de los
sacerdotes de estas religiones, para atemorizar a los fieles y así se comporten
de acuerdo a la manera que los sacerdotes pretenden.
Un gran error subyace
en la estructura del Síndrome de Salvación Personal. Quienes lo padecen
imaginan que el yo personal, el llamado ego, puede ser salvado o condenado. Si
van a los cielos, sería su yo personal, así el Sr. Pérez o la Sra. Pérez irán
en ascensión en medio de una hueste de angelitos e instrumentos de cuerda en
sinfonías celestiales. O si contrariamente, caen en el pozo del infierno, serán
el Sr. o Sra. Pérez los que estarán chillando y gritando de dolor y de terror
en medio de las llamas y de una colección de demonios de diferentes jerarquías.
Así que las vidas del Sr. Pérez y de la Sra. Pérez, dominadas como están bajo
esta absurda superstición, se vuelven un manojo de conflictivos sentimientos de
culpa y al mismo tiempo, simple y sencillamente, no pueden dejar de pecar, pero
tampoco no dejan de desear, ni de buscar su "salvación personal".
Si solo supieran
que la salvación real nada tiene que ver con la personalidad. La salvación no
es otra cosa más que la liberación del sentido del "yo personal", de
la percepción fragmentada del 'yo', de los limitados y estrechos confines del
ego. El reino de los cielos, que ha llegado a ser una frase sin significado, se
refiere a ese estado de liberación del ego. Jamás podremos penetrar en el
"Reino de los Cielos" vestidos con nuestros egos, como dice el
evangelio sobre el camello, que es más fácil que pase por el ojo de una aguja.
Constantemente preocupados por “Qué tengo que hacer yo para ser salvado”,
"Mi salvación", solo empeoramos las cosas pues es el "yo",
el "mi" lo que no puede ser salvado. El "Yo" es el obstáculo.
El creador y sustentador de la gran ilusión y herejía de la separatividad.
El verdadero
Trabajo es la operación alquímica de separar el "yo" para trascender
el estrecho ego, lograr la unión, la yoga con el verdadero Ser, que es real e
impersonal, fuera del marco del espacio-tiempo. "Aquel que ve al ser en
todas las cosas y todas las cosas contenidas en el ser, ese es libre". Al
ser liberado, no hay necesidad de preocuparse por su destino personal. Ya no se
molesta en preguntar si va a ser salvado o castigado, ni le interesa saber a
dónde ira después de la muerte. Para él, todas las ideas acerca del cielo o del
infierno son cuentos fantásticos sólo aptos para niños. Una vez que se ha
desprendido del yo personal, toda conversación sobre qué debe hacer para
salvarse carece de sentido. No puede haber salvación para el yo personal porque
se basa en una ilusión.
Trampa
Nº6
El Síndrome de los Súper Esfuerzos
Esta sutil trampa
también puede llamarse el “Síndrome de Escalar el Monte Everest”. Consiste en
creer que el Trabajo involucra algún tipo terrible de intensos súper-esfuerzos,
similares a los que realiza un alpinista que lucha por alcanzar la cumbre del
Monte Everest solitariamente. La trampa es sutil porque la idea detrás de esto
es muy cercana a la realidad.
El Trabajo
involucra grandes esfuerzos, pero son esfuerzos de un tipo muy especial. Son
más parecidos a la habilidad de un equilibrista o a un malabarista. Se requiere
una constante atención y esfuerzo en perfecta armonía, más que la imagen del
super-esfuerzo que comúnmente se desarrolla en esta trampa, y no se parecen
para nada a aquellos esfuerzos llenos de heroísmo con los que se entrena a los
soldados, o de los escaladores del Monte Everest.
En el síndrome
del super-esfuerzo subyace un malentendido profundamente arraigado sobre la
naturaleza del Trabajo. El verdadero Trabajo consiste en una lucha contra el
estado de identificación. La identificación se entiende por el proceso de
sumergirse totalmente en lo que uno esta haciendo de forma que toda percepción
objetiva desaparece, aun la percepción de nuestra propia existencia.
La mayoría de las personas pasan su vida entera viviendo en este estado, y
nuestra cultura está diseñada para fortalecer su continuidad. Siempre se nos
está apremiando a tomar partido, a identificarnos con algo. Con un sueño, un
proyecto, una creencia, una ambición o un juego. Estamos tan acostumbrados a
estar en este estado de identificación, que difícilmente podemos imaginar sea
posible vivir de otra manera.
Es posible que
las personas lleguen a estar identificadas con lo que imaginan que es el
Trabajo, esto significa, que se aproximen al Trabajo con una actitud de trágica
consternación y exagerada seriedad. Están seguros de que deben exigirse de sí
mismos no esfuerzos ordinarios, sino super-esfuerzos. No comprenden que el
Trabajo es un juego de habilidad para ser jugado suavemente y con un espíritu
de desapego. Para la gente con este síntoma, el Trabajo se convierte en una especie
de prueba. Esta severa actitud, ceñuda e inflexible produce terribles estados
emocionales, exceso de tensión y de incomodidad. Cualquier fracaso para
persistir en los súper-esfuerzos, produce un sentimiento de culpa.
Los sentimientos
de culpa generan esos patrones de autocastigo que han sido y son una
característica tan desagradable de la vida de ciertos tipos de fanáticos
religiosos. Estos fanáticos se castigan y flagelan a sí mismos mediante
procedimientos tales como el uso de cilicios, largos períodos de ayuno, colgarse
cadenas, prácticas de abstinencia sexual, o privarse de horas de sueño, etc. A
menudo adquieren la perniciosa costumbre no sólo de auto-flagelarse, sino de
también castigar a los demás, especialmente a aquellos que no están de acuerdo
con sus creencias religiosas.
Pero además el
Síndrome del Super-esfuerzo produce otro efecto sutil. Los organizadores del
Trabajo, que usualmente sucumben a esta trampa, normalmente asignaran un período
de tiempo para ser dedicado al super-esfuerzo. Tiempo en el cual, todo estará
destinado para hacer la existencia de los que toman parte, tan incomoda y tan
difícil como sea posible. Habrá quizás lecturas interminables de sagradas
escrituras, largas horas de dura labor manual y física, ejercicios especiales
supuestamente diseñados para promover el "recuerdo-de-sí", etc.
Quizás habrá poca comida, pocas horas de sueño, nula calefacción en invierno y
condiciones incomodas en general. Una actitud de resignada determinación
impregna el ambiente. Hacer o morir, conquistar o fracasar.
Es posible que
para aquellos que comprenden lo que están haciendo esto no sea del todo
negativo y ganen algo de esas pruebas difíciles. El problema es que muchos
emprenden estos retiros de prueba, sin saber ni entender por que lo que hacen.
La prueba en sí se convierte en una excusa para un viaje puramente del ego. Un
espíritu de competencia se desarrolla, como un concurso, una carrera para saber
quien puede soportar más humillación, más trabajo, más malos tratos, hambrunas,
etc. sin ninguna queja externa.
Pero el verdadero
daño solo aparece después de terminadas estas orgías de auto-negación y
auto-tortura. La reacción no se hace esperar. Cualquier energía recuperada o
ganada durante los días de privación, en lugar de ser usada en algo creativo,
es dilapidada en excesos en esas mismas indulgencias a los que se tuvo que
renunciar durante el período de privación. Las personas implicadas se sienten
con su sagrado derecho a darse un capricho. ¿Acaso no estuvieron haciendo super-esfuerzos?
¿No tienen derecho, por tanto, a relajarse y disfrutar? Así que derrochan todo
lo que han ganado en actividades inútiles y, a menudo, perjudiciales para su
salud.
El Síndrome del
super-esfuerzo es un obstáculo para comprender la verdadera naturaleza del
Trabajo Interior. El Trabajo verdadero no es heroico y no se trata de hacer hazañas
espectaculares. Es comparable a los movimientos pacientes y hábiles de un
escultor modelando algún duro material como la piedra o el marfil. Es un
conjunto de esfuerzos constantes y sin pausa, no un gran super-esfuerzo. Esto
necesita de una paciencia ilimitada y requiere de una voluntad que esté
dispuesta de empezar una y otra, y otra vez. Sobre todo, implica liberarse de
la identificación, porque la identificación siempre destruye el Trabajo Real y
lo sustituye por el Trabajo Fantasía. Lo hace de una manera tan sutil que
muchos de los que caen en esta trampa son incapaces de ver dónde han cometido
su error.
Trampa
Nº7
El
Síndrome de las Reuniones Dominicales
Ésta es una de
las trampas más obvias. Está estrechamente relacionada con la Trampa de
Organización, pues necesita una organización para manifestarse.
Los que caen en
esta trampa pierden toda visión del verdadero propósito. Sustituyen el Trabajo
Real sobre sí mismos por la asistencia regular a las reuniones de la
organización. Asisten a estas reuniones de manera bastante mecánica, por
costumbre. Al asistir a ellas, obtienen un sentimiento de pertenencia y la
seguridad de que están realmente "en el Trabajo". Cuando están en las
reuniones, hacen los ruidos que se espera de ellos, expresan una o dos
observaciones, escuchan las lecturas, leen libros, y todo lo demás. Y una vez
que abandonan la reunión, se olvidan por completo del Trabajo sobre sí mismos.
En estas personas,
el Trabajo se ha convertido en una mera manifestación de la personalidad. Es
totalmente artificial. Quizás hubo una época en que llegó a representar algo
real, pero este contacto desde hace tiempo se ha perdido. Todo esta basado en
fantasías y mentiras, así de simple. Esta fantasía es producida por el
mecanismo para crear ilusiones, que opera implablemente y que es tan sutil en
el cerebro humano.
Trampa
Nº8
El
Síndrome de la Búsqueda del Gurú
Esta también es
una trampa bastante obvia. Los que caen en ella se pasan la vida yendo de
maestro en maestro, exigiendo a cada uno que les revele los grandes secretos
del Trabajo. No pueden o no quieren entender que no existen secretos que puedan
ser revelados. Los secretos del Trabajo se protegen a sí mismos. Sólo pueden
ser descubiertos a través de la práctica y la dedicación sincera, y esa
práctica debe alcanzar un cierto nivel de intensidad y continuidad antes de que
el secreto pueda ser revelado ante el practicante.
Los que caen en
la trampa de la Búsqueda del Gurú no tienen intención alguna de trabajar ni de
practicar en forma continua e intensa. Lo quieren todo presentado en una bandeja
de plata. Si no se les presenta el trabajo de esta manera, concluyen que el
Gurú es un impostor que no sirve para nada, que es un fraude y deambulan en
busca de otro Gurú. Su búsqueda nunca termina, o sólo termina cuando ellos
mueren, por la simple y sencilla razón de que no desean que ésta termine. Para
ellos, la búsqueda se ha convertido en un juego en sí mismo. Hace mucho tiempo que
olvidaron lo que estaban buscando realmente.
Robert S.
de Ropp
ahi estoy ref
ResponderEliminarlejado
Enhorabuena ,este blog resulta un oasis, lo acabo de encontrar y lo visitare regularmente , pues posee informacion sumamente valiosa, expone el trabajo de modo analitico y critico , sin rebajarlo para adaptar socialmente las espectativas del trabajo a un sucedaneo, ni repetir frases hechas .ni tampoco mistificar al G.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y clara percepción de la intencionalidad del blog.
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