EL ESTADO DE PRESENCIA

¿QUÉ ES ESTAR PRESENTE? 

   por Alfredo Marinelli

 

No puedo explicar ni describir qué es la «presencia», pero puedo decir que no es un estado exclusivamente mental. Está vinculado a mi existencia corporal, aquí y ahora, y sin embargo, no depende de ella. Es algo más que ser consciente de que uno existe; es como ser consciente de que existe un vínculo sustancial entre «yo» y «mí». Personalmente, estoy convencido de que este vínculo es lo que se entiende por «alma». La cuestión es que no podemos hacer nada acerca de nuestra alma, pero podemos hacer mucho con respecto a la presencia. Algunos de los ejercicios espirituales más importantes sirven para renovar y mantener el estado de presencia.

                                                                                                                                 J.G. Bennett

La palabra presencia ha sido atrapada en interpretaciones alejadas de su contexto original, su profundo significado ha sido reemplazado por interpretaciones superficiales y descontextualizadas, pasando a formar parte del vocabulario popular. La presencia es un estado interior específico que trasciende a una simple idea o concepto y es la resultante de una ardua práctica experimental. No obstante, en todo coloquio con connotaciones espirituales se suele hablar de la presencia como algo a lo que se puede tener acceso con solo mencionarlo, sugerirlo o quererlo.

 

Suponer qué es la presencia, no es el estado de presencia. Las suposiciones sobre los distintos estados del ser -como el estado de presencia- son subterfugios generados por la conceptualización o intelectualización de ideas, sin haber realizado las prácticas y los ejercicios necesarios para vivenciar el estado específico que la misma conlleva.

 

Muchos de los aspectos de la presencia, como sus bases, técnicas y ejercicios son descritos en la Meditación Budista “Vipassana”. En occidente se la conoce como “Mindfulness” o “Atención Plena”. Podemos consultar libros como “La práctica de la atención plena” de Jon Kabat-Zinn, "El Proceso de la Presencia" de Michael Brown, “El poder del Ahora” de Eckhart Tolle, o las enseñanzas de Thich Nhat Hanh y S.N. Goenka, entre las cuantiosas fuentes de información existentes en la actualidad.

 

Una de las formas de explicar el estado de presencia es trayendo a colación su opuesto, es decir el estado de ausencia. La ausencia es la pérdida de percepción de uno mismo, la cual es proyectada inconscientemente hacia algo. Esta pérdida de percepción es similar a lo que sucede cuando nos miramos en un espejo y confundimos la imagen reflejada con nosotros mismos. Este engaño es pocas veces reconocido, nos miramos en el espejo y creemos que esa imagen que vemos somos nosotros mismos.

 

Si consideramos a la percepción de uno mismo como nuestro “yo” y a éste como nuestro hogar, estamos obligados a admitir que muy pocas veces estamos en casa, lo cual significa la ausencia y negación de la capacidad legítima de auto-consciencia que diferencia al ser humano de los animales. G.I. Gurdjieff se dirigía a sus discípulos utilizando la siguiente frase: "Ustedes nunca están en casa", haciendo alusión a un carente estado de “presencia” en el existir cotidiano del ser humano.

 

Realizando una retrospectiva de nuestra vida, reflexionando y ahondado en el pasado, los recuerdos traen aparejada la aprehensión de que toda la existencia se parece más a un sueño que a una realidad, la escasa memoria, la sensación de vacío y el escaso significado de nuestras experiencias son consecuencias de que, por regla general, “no estuvimos nunca en casa”. La mayoría de las actividades las desempeñamos en una especie de trance profundo, y aunque podemos interactuar con las circunstancias, ya sea con personas o con cometidos, obrando razonablemente, pensando, y aun teniendo recuerdos de lo vivido, no advertimos que nuestra conciencia estuvo totalmente ausente. Este estado en la terminología del trabajo es denominado con el término de “identificación”, en donde la atención es de un solo sentido, con la característica de un ensimismamiento unilateral ya sea hacia uno mismo o hacia el exterior, sin una consciencia independiente, en donde prácticamente (y trágicamente) no existimos como entidad. Esta sensación de vacío existencial solo se puede soslayar con la escisión de la atención, en donde sea cuales sean las circunstancias, no se pierde la percepción de uno mismo.

 

El estado de presencia sólo puede definirse por la sensación y el sabor en sus momentos de manifestación, ya que da a la existencia un sentido de autenticidad, comenzando a vivir con nuevas perspectivas y recobrando la dignidad inherente a todo ser humano, en lugar de ser vividos por la maraña de estados internos y aconteceres que nos mantienen en un sueño profundo, un sueño absolutamente literal.

 

Como todo estado, es imposible de transmitir, y tiene la particularidad que lo podemos reconocer en nosotros mismos cuando lo tenemos, cuando no se lo tiene, no se puede reconocer que no se lo tiene, es sólo cuando vuelve que podemos darnos cuenta de su ausencia.

 

La llave de acceso a una vida más significativa es posible sólo a través de un despertar parcial dado por la práctica de acordarse de sí mismo, es decir de estar presente en el ahora y aquí, es allí donde es posible el estudio de uno mismo a través del conocimiento, desarrollo y armonización de nuestras funciones -tales como el pensamiento, el sentimiento y la sensación- desencadenando en la manifestación del ser con cualidades como la espontaneidad, la indagación y el asombro que jerarquizan la capacidad de experimentación. Sin embargo, el factor fundamental y de mayor trascendencia es la capacidad de accionar mediante actos volitivos libres de cualquier coacción.

 

Mientras esto no ocurra somos dependientes, ya que nuestra existencia está manejada y movida por distintos impulsos provenientes del exterior ante los cuales reaccionamos. Confundimos estos movimientos y reactividades con la verdadera voluntad, lo cual nos quita la posibilidad de experimentar la espontaneidad y el sabor inconfundible del libre albedrío, que trasciende el determinismo y en donde se puede elegir entre diferentes opciones.

 

Esta capacidad de elección consciente nos permite accionar en concordancia con los principios inherentes de nuestra vida interna, siendo la misma la desencadenante de todo hacer. Es el punto de inflexión donde podemos concretar nuestras intenciones, trascender nuestros instintos y deseos, auto-educarnos, y tener un accionar responsable hacia todo ser viviente y hacia la vida en sí, lo cual va más allá de los patrones condicionantes del egocentrismo.

J.G. Bennett lo define de la siguiente manera:

 El momento presente es toda la región de nuestra experiencia dentro de la cual somos capaces de hacer algo, es decir, donde nuestras acciones están conectadas con nuestros propósitos.  Fuera del momento presente tenemos que depender de algo externo para alcanzar una conexión. 

Si me voy fuera de mi momento presente, entonces habrá elementos desconocidos e imprevistos que pueden hacer que hasta las cosas más simples sean para mí imposibles de realizar. 

La forma realista de considerar el momento presente es verlo como el mundo de nuestra efectividad o capacidad. 

Ausencia y presencia son los dos atisbos a recordar para evaluar el estado del ser, siendo la presencia en definitiva, la que determina nuestra efectividad y nuestro verdadero tiempo de existencia en la vida.

Garín, Buenos Aires, 2024

Alfredo Marinelli

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¿CUÁL ES EL PUNTO DE "ESTAR PRESENTE"?

   por Robert S. de Ropp

 

La plena conciencia de mi propio ser me es dada sólo de vez en cuando. ¿Por qué? Porque, la mayor parte del tiempo, estoy perdido en la fantasía. Definitivamente, no estoy aquí ahora. Estoy divagando en el pasado o soñando con el futuro, o pensando en algo, especulando sobre algo, hablando con alguien que ni siquiera está ahí, imaginando, complaciendo. ¡Qué manera de vivir!

 

Pero también hay otra forma. Cada día, en cualquier momento y en cualquier lugar, es posible estar en el "ahora y aquí" sólo recordándolo. Con el AHORA llega la conciencia del tiempo y con el AQUÍ llega la conciencia del lugar.

 

Pero, ¿por qué molestarse? Porque "estar presente" evita la pérdida de energía vital del cuerpo; permite el desarrollo de un centro de atención interior y si es practicado por un tiempo suficiente, le infunde al individuo un sentido realista de identidad en lugar de una personalidad que es en gran medida imaginaria.

 

Cualquier persona puede experimentar el estado de presencia ahora mismo, sólo es necesaria una energía especial que nos da el poder de concentrar intencionalmente nuestra atención. Esta energía se genera en el cuerpo durante las horas de sueño. Nos despertamos con un cierto suministro, pero una vez que ese suministro se disipa, es difícil de reponer. No es tarea fácil evitar la disipación de nuestro suministro diario de energía. En cuanto nos despertamos por la mañana, nos asaltan sueños diurnos que sustituyen a los sueños nocturnos de los que acabamos de salir. Rara vez nos despertamos con una clara conciencia de nuestra propia presencia. En cambio, nos sumergimos en una corriente de pensamiento asociativo que probablemente continuará durante todo el día. Tan pronto como comienza esta ensoñación, nuestra energía se agota. Podemos perder todo nuestro suministro durante la primera hora del día. Por esta razón es necesario, tan pronto como nos despertemos, comenzar con ejercicios especiales calculando prevenir esta pérdida de la conciencia.

 

Esta energía permite observar objetivamente lo que ocurre y hace posible el estado de doble atención que es la base de la auto-observación para poder separarnos de las diversas manifestaciones de nuestras máquinas. Podemos observar, sin identificarnos, a nuestros pensamientos, movimientos y emociones. Mientras conservemos esta energía podemos observarnos a nosotros mismos y separarnos de las manifestaciones de nuestra máquina. Además, y sin perder el sentido de sí mismo, podemos percatarnos de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Una vez que dejamos que esta energía se disipe, prácticamente no podemos hacer nada, nos convertimos en juguetes de nuestras impresiones, nuestras emociones y nuestros sueños. 

 

Los ocasionales intentos de experimentar el estado de presencia, mejoran la calidad de vida, pero tienen poco impacto en la evolución personal. Una transformación ascendente del nivel de ser solo es posible cuando el estado de presencia se convierte en una forma de vida. Pero entonces, ¿por qué no? El estado de presencia significa estar verdaderamente vivo y ¿quién no quiere vivir la vida al máximo?

 

ESTAR – AHORA – AQUÍ son los tres componentes del ser

 

ESTAR representa la conciencia de la presencia, la conciencia no sólo de la respiración sino de todo el cuerpo, su postura, su estado de relajación o tensión, etc.


AHORA representa la conciencia del tiempo, de este momento particular en el flujo de los acontecimientos.

 

AQUÍ significa conciencia de lugar, donde uno está.

Presencia, tiempo y lugar son los tres componentes del ser. 


La Conciencia de estos tres es la característica esencial del estado llamado auto-recordación.


Robert S. de Ropp


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Desarrollado por Alfredo Marinelli para el blog "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación". Fuente de Información: “Self-Completion” de Robert S. de Ropp.

 

¿QUIENES SON LOS MEJORES?


A. R. Orage
Necesitamos amar a aquellos seres superiores, cuando los encontramos, cantaba Tennyson; pero ¿cómo podremos alguna vez encontrarlos si no sabemos cómo buscarlos? Tennyson asumía que no podíamos fallar en reconocerlos a simple vista; pero esa pretensión es demasiado ingenua, y ha dado origen a falsificaciones sin cuenta. Se necesitan dos condiciones para encontrar un ser superior: primero, que aparezca y, segundo, una mente capaz de reconocerlo. En la actualidad, por lo general, ni siquiera estamos conscientes de los valores que debieran ser medidos para ello. ¿Superior, en relación a qué? ¿Está relacionado con el intelecto, el sentimiento, la acción, o con nada de eso? ¿Qué hace a un hombre ser superior a un hombre promedio?

A primera vista, el problema no es simple. Damos por garantido que sabemos todo lo que sea necesario acerca de ello. Por lo tanto, cada uno de nosotros califica alegremente a las personas de acuerdo a nuestra estimación de sus méritos, sin preocuparnos por inquirir si acaso nuestra calificación tiene alguna otra base que no sea la de nuestros gustos o disgustos accidentales. Esas personas son mejores porque nos gustan más. Pero, resulta que todos tenemos diferentes gustos y eso lleva a diferentes resultados: algunos piensan que Napoleón es el más grande hombre que jamás haya existido; otros piensan lo mismo de Platón, o de Shakespeare, o de Buda. La diversidad de resultados no nos interesa, continuamos pensando que nuestro enjuiciamiento es correcto.

Cuando abandonamos este estándar infantil y tratamos de encontrar una prueba científica aplicable a los valores humanos, inmediatamente aparecen dificultades enormes. En la actualidad, hay aproximadamente seis mil y medio millones de personas en la tierra, y es probable que el número vaya aumentando constantemente en el curso de los años. Esto introduce la primera dificultad, ¿Es el Hombre de hoy mejor que el Hombre de hace diez mil años? Si es así, ¿con respecto a qué? ¿Qué es el progreso, asumiendo que exista tal cosa en el Hombre como especie?

Si es así, ¿por la superioridad de qué cualidad? O asumiendo que las razas son iguales en valor y sólo diferentes en forma, ¿qué es lo que crea la diferencia en valor entre naciones de la misma raza? Nosotros no admitimos que todas las naciones de raza blanca sean del mismo valor. Entonces, ¿qué es lo que hace que una sea más valiosa y, por lo tanto, mejor que otra?

Pero la más grande de todas las dificultades permanece y es estimar los valores comparativos de los diferentes tipos de hombres en cada raza. Es verdad que sólo hay un número limitado de tipos. En efecto, pueden ser reducidos a tres: el tipo intelectual, el tipo emocional y el tipo práctico; ejemplificados en el pensador, el artista y el hombre de acción, Pero ¿cuál de estos tres es "mejor" que los otros y en relación a qué cualidad? ¡Ahí está el problema!

Cada uno tiene sus preferencias y, por lo tanto, su prejuicio en relación a estos tres tipos de hombre. Un hombre que se imagine ser un pensador, un artista o un hombre de acción, naturalmente exaltará su propio tipo. Mr, Bernard Shaw, un intelectual, afirmaba que el más amado objeto de la Fuerza de Vida era el cerebro. El mejor hombre en el presente siglo, según la naturaleza, sería Mr. Shaw. El artista, por su parte, sostiene que los más elevados valores son los estéticos. Ver al mundo como lo ve un artista - tal como él - es acceder a los mejores valores que pueden ser alcanzables por un hombre. La escuela de acción exalta la acción. Dios,  o el valor humano supremo, no está en el pensar o en el sentir sino en el hacer; el hombre es más parecido a Dios cuando está organizando exitosamente una industria, un gran negocio o una guerra.

Si no existiese un criterio único para todos nosotros, en virtud de nuestra común humanidad, nunca podríamos llegar a un acuerdo. Las diferencias entre estos tipos son tan absolutas que ningún tipo, de por sí, puede sentenciar sobre los valores. Si los hombres fuesen solamente pensadores, o solamente artistas, o sólo hombres de acción, sería imposible establecer un criterio para reconocer quién es el "mejor". Cada tipo tendría su propio criterio y no habría nadie lo suficientemente imparcial para juzgarlos.

Afortunadamente la Torre de Babel hace bastante tiempo que se derrumbó para disipar una parte de la confusión de lenguas que motivó su caída. Los tres tipos de hombres no son tan distintos como para no tener algo en común. Y sin embargo, como lo hemos dicho, el problema de establecer un criterio común de valorización -y de ahí llegar a un entendimiento respecto a cuál es el mejor- pareciera a primera vista difícil hasta lo imposible; en realidad, no es difícil, sólo requiere sentido común.

Al juzgar nuestros tres tipos de hombres -el pensador, el artista y el hombre de acción- es evidente que ya estamos introduciendo otro criterio además del suyo propio. Entre los pensadores, por ejemplo, todos estaremos de acuerdo en que el mejor entre ellos sería el que incluyera la capacidad para sentir y actuar junto con el pensamiento puro. El pensamiento puede ser su más elevada función, pero para ser el mejor, él debe además ejercitar sus otras funciones procurando igualarlas con la que en él es superior. Y lo mismo sería verdad para los otros, pasando por alto nuestras preferencias personales por uno de los tipos en desmedro de los otros dos. Los artistas proclaman a Da Vinci, por ejemplo, como el más grande de todos los artistas, porque él también fue un pensador y un hombre de acción, Y los hombres de acción similarmente contemplan a Julio César como el más grande en su tipo, porque él combinó el arte y el pensamiento con su habilidad práctica.

No se puede decir que hemos llegado a algo totalmente nuevo, y aunque esto no es un argumento en contra de nuestra conclusión, el hecho es que nuestro común consenso, así expresado, puede ser tomado por garantido y no considerar que nos despoje de un estímulo para nuestro desarrollo. Si pertenecemos por naturaleza a un tipo u otro, y penosamente hemos tratado de cultivar en nosotros las cualidades de los otros tipos, el propósito de alcanzar algún grado de superioridad puede resultarnos remoto. ¿Existe acaso algún criterio simple acerca del valor del hombre, tan comúnmente aceptado, aunque no tan comúnmente formulado? Y ¿puede ser adoptado y aplicado por una persona ordinaria? Nosotros creemos que sí lo hay y que puede ser así.

En el fondo, no somos pensadores, artistas o gente de acción, sino seres humanos, criaturas ocupando una ubicación definida en el esquema mundial. Estamos colocados entre la Naturaleza y Dios, entre el mundo creado y el Creador, entre el mundo que es y el mundo que debiera ser. Nuestra función específica es actuar como un puente entre ambos, y el más alto de nuestros logros es ser conscientes de nuestra función. Con la conciencia de nuestra función y misión, podremos pensar o sentir o actuar para un propósito determinado; sin esa conciencia, pensamos o sentimos o actuamos inconscientemente. La verdadera medida de la valoración humana es, en resumen, cantidad y calidad, no de pensamiento, sentimiento o acción, sino de estar conscientes de por qué, cómo y qué es lo correcto al pensar, sentir y actuar.

El criterio es aplicable a todos, por la simple razón de que es posible para cada uno de nosotros, sin gran habilidad como pensador, artista o empresario, tratar de estar más consciente de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos. El mejor de nosotros es aquel que se conoce a sí mismo mejor.
A. R. Orage

Extraído por Alfredo Marinelli del ensayo "Who are the best people" del libro "Psychological Exercises and Essays: The Active Mind", Samuel Weiser, Inc., New York, 1979, pp.113-116. Para el blog "Gurdjieff y Ouspensky Estudio e Investigación".

EL CUARTO CAMINO


La necesidad de un camino

El hombre en su condición ordinaria, no posee los instrumentos psíquicos-espirituales para acceder a una realidad más significativa. Si por fortuitas circunstancias en alguna etapa de su vida, quiere encontrar respuestas a preguntas trascendentes como: ¿Qué es Dios?, ¿Qué es la vida?, ¿Qué soy yo?, aparejado con un estado de incertidumbre para esclarecer su significado existencial, más allá de los parámetros informativos brindados por el medio social, la educación o su herencia, no encontrará respuestas esclarecedoras. Todas sus preguntas e inquietudes quedarán en un callejón sin salida, carente de respuestas o soluciones relevantes, sino genera un cambio de calidad en su nivel de ser, lo cual conlleva al desarrollo de su capacidad de comprensión y al acceso a estados superiores de consciencia. Únicos medios con los cuales podrá abordar en manera fehaciente los aspectos trascendentales de su existencia.

La adquisición de la verdadera comprensión y el acceso a estados superiores de consciencia no es algo brindado al hombre en manera agraciada, sino que es el resultado y el fruto de un trabajo interior, fundamentado en el esfuerzo consciente y el sacrificio intencional, gracias a lo cual es posible la adquisición de vehículos específicos para penetrar otras realidades.

El hombre desde su nacimiento, pasando por las distintas etapas de bebe, niño y adolescente, va teniendo distintos cambios en su cuerpo físico hasta la conformación integral del mismo. En cada etapa de su crecimiento, los cambios celulares manifestados en su morfología están íntimamente ligados a su capacidad de aprendizaje y experimentación, por lo que tiene garantizado su desarrollo y crecimiento hasta la conformación del mismo, es así que llegado a la etapa de adulto, cuando su crecimiento biológico se detiene, ve limitada potencialmente su capacidad para seguir aprendiendo y tener nuevas experiencias, en estas instancias toda su capacidad perceptiva reinterpreta sus vivencias por lo ya experimentado, permaneciendo así en un círculo cerrado.

En síntesis la naturaleza desarrolla al hombre hasta cierto punto y luego lo abandona, un ulterior desarrollo depende enteramente de su propio esfuerzo e iniciativa.  Generalmente el descontento de su actual estado o la atracción hacia uno nuevo, genera en él un deseo de búsqueda de significado y auto-realización, con la posibilidad, mediante ciertos esfuerzos intencionales, de transcenderse a sí mismo y alcanzar un nivel superior de ser, o por el contrario vivir y morir como nació, o aun degenerar y perder su capacidad de crecimiento interno.

Es decir que además del crecimiento natural, tiene la posibilidad de incursionar en un proceso que es intencional, ya que no es dado por la naturaleza y depende de la inquietud y el anhelo de cada individuo, para que a modo de reto llegue a “ser lo que debe ser”, de acuerdo a la intención no ya de una voluntad de vida, sino acorde a la intención de una voluntad proveniente de un orden más elevado.

San Pablo, en sus epístolas, denota la diferencia entre el hombre animal y el hombre espiritual, éste último es algo no obligado, ya que no es requerido por la vida mundana de todos los días y va a depender intrínsecamente de su propia necesidad. Esta posibilidad está supeditada a la iniciativa individual y a la capacidad de receptividad que tenga hacia las nuevas ideas, para  entrar en este proceso en manera experimental, como desafío para vivir su propia vida y no ser vivido por la misma, es decir manejado por el condicionamiento de su entorno.

La evolución del hombre, considerada como el proceso de regeneración y transformación, para elevar su nivel de ser acorde a una categoría superior, ejemplificado en la analogía de un peldaño superior en la “Escalera de Jacob”, sólo es posible  a través de lo que Gurdjieff denominó caminos.


¿Qué es un camino?

Cabe preguntarnos que realidad representativa evoca en nosotros la palabra “Camino” Si consideramos al lenguaje, es decir a las palabras, como un vehículo que a través de signos nos tramiten conceptos, la receptividad de los mismos va a estar determinada por la claridad con que interpretemos esos signos, sólo así podremos consustanciarnos con la idea, la energía y la realidad que nos transmiten, más allá de una interpretación condicionada y literal.

Recuerdo una conversación en donde se trataba el tema de los distintos caminos que posibilitan el proceso de transformación. Se analizaban las relaciones y diferencias entre el camino del Fakir, el camino del Monje y el camino del Yogui con el Cuarto Camino.

El sincero entusiasmo del diálogo, en donde la palabra “camino” era reiterada asiduamente,  fue interrumpido por el siguiente comentario: “¿No es que la verdad es una tierra sin caminos?”, después de unos segundos silenciosos, pero con connotaciones de tensión, distintas manifestaciones surgieron de la boca de todos los participantes, aún de los más callados, más allá de la superposición de palabras, las diferentes opiniones no dilucidaban el problema.

En cualquier momento de una conversación, podemos ser presa de un mecanismo  del centro intelectual, que se caracteriza porque siempre está afirmando o negando, esta división funciona por la polaridad “sí-no”, que en el estado de identificación, a modo de imán atrapa la atención, dando como resultado que al hablar o escuchar, generalmente una polaridad prevalece sobre la otra para aseverar o negar, asentir o disentir.  Si a esto se suma algún valor emocional que apoye un aspecto de esta dualidad, todo posible diálogo se complica. Generar conceptos y argumentos que sólo sirvan para fortalecer o aseverar una polaridad no da claridad a ningún tema.

La pregunta quedó latente: ¿Es necesario un camino?

Para superar esta dicotomía he ir más allá de las limitaciones dualísticas del lenguaje, es imprescindible establecer de una manera precisa con relación a qué y desde que punto de vista, Gurdjieff manifestó que la única posibilidad de evolución es a través de un camino.

La palabra camino en su significado más literal que nos viene de la antigüedad, era la tierra hollada por donde habitualmente se transitaba de un punto a otro. Todo camino fue hecho para poner en comunicación poblaciones distantes, por lo cual podemos definir al camino como algo que conecta dos cosas separadas, es el viaje que se hace de un lugar a otro. De aquí surge una interpretación figurativa, en donde se toma a la palabra camino como algo concreto que hay que recorrer para conseguir una meta. Entonces hablamos de caminos de vida, cuarto camino, caminos de crecimiento, caminos de liberación o caminos espirituales, creándose la ilusión espacio temporal de un inicio, un transitar y un fin. Esta interpretación figurativa no es aplicable a los procesos psicológicos-espirituales. Su efecto es contraproducente, ya que induce a la persona a hacer algo de un modo específico,  ir por un camino, seguir una senda ya trazada, seguir un trayecto ya realizado.

Es por esto que hombres notables niegan la efectividad de un camino. Por ejemplo:

“La Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún  sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún sendero en particular". J. Krishnamurti

"Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Antonio Machado

Estos hombres veían la connotación negativa de la palabra camino, al crear en el hombre la ilusión de que existe una forma o un medio preestablecido para acceder a la verdad a través de creencias, dogmas o doctrinas.

En este sentido, para los procesos psicológicos-espirituales no pueden existir caminos, por la sencilla razón de que cada uno de nosotros es distinto, toda posible transformación es un trabajo basado en la comprensión a través de la experimentación individual, es algo único que cada ser humano debe transitar, ya que la experiencia no se puede comunicar ni transmitir. Si esto fuera posible, ya se habría generado una especie de manual, estaría detallado el “camino”, todos sabríamos lo que tenemos que hacer y en la humanidad, no sólo abundarían los hombres evolucionados, sino que valores como la paz, la bondad y la armonía serían trascendentales en la convivencia humana.

Sin embargo, Gurdjieff  mencionó a los caminos como el único medio posible para el crecimiento interior. En palabras textuales: “Es necesario comprender que los caminos son los únicos medios para desarrollar las posibilidades ocultas del hombre”; pero le dio a la palabra camino una connotación especial, esto es:

“El cumplimiento de normas, reglas y deberes relacionados al quehacer interior, provenientes de principios y leyes de un nivel distinto y hasta opuesto a los de la vida corriente y ordinaria de todos los días”.

En el “Trabajo” cuando se habla de camino es en este sentido: un conjunto de principios, métodos e indicaciones, que empleados adecuadamente conducen a ciertos resultados. Los cuales son asequibles a todo hombre provisto de la suficiente auto-determinación, aplicada a una voluntad intencional hacia el objetivo del crecimiento interior. Un cambio del nivel de ser depende total y completamente del trabajo que el hombre ejerza sobre sí mismo, nadie puede hacer el trabajo que cada hombre tiene que hacer, y sólo así, puede realizar y transitar su propio e individual camino.

Por esto, para salir de la bruma de la subjetividad, el único camino que existe es aquel que se hace caminando. Cada ser humano, en virtud de su individualidad, tiene que hacer su propio "camino" de acuerdo a su esencialidad, verdadero destino y genuino designio, sin jamás poder utilizar el "camino" de los demás, yendo por un surco que alguien ya trazó. De ser así, no sólo estaría abnegando la posibilidad de experiencia y fundamentando la espiritualidad en la persecución de una verdad basada en creencias y dogmatismos, sino que además, estaría falseándose a sí mismos y trasgrediendo su verdadera razón de existir, sinónimo de vivir una vida ajena, postergando y mutilando su real ser.

Como simple analogía, existiendo una intrínseca necesidad, el Cuarto Camino tiene como función señalarnos el “Norte” y ser una especie de proveeduría de variedad de herramientas, las mismas no pueden ser otorgadas, sino que deben ser tomadas acorde a la individual necesidad, ya que lo útil y aplicable a uno, no lo es necesariamente para otro. Podemos proveernos de palas, picos, machetes, carretillas y hasta unas buenas botas. Provistos del equipamiento adecuado, lo que significa estar muñidos de cierto conocimiento específico, con cierta claridad y comprensión del mismo, vislumbrando las posibilidades, es decir el “Norte”, en donde aspiramos estar, se debe comenzar a utilizar las herramientas provistas,  pero hacia donde exactamente nos dirigimos, donde cortaremos maleza, donde cavaremos, donde colocaremos la tierra que sacamos, cuando nos pondremos botas y ropa adecuada para superar las condiciones del terreno y del clima, es algo individual y es la realización de la propia senda evolutiva, ya que nadie puede ni va a cavar por nosotros, y como somos distintos, es inútil cavar donde alguien ya ha cavado o donde cavan los demás.

Al quitar el falso significado de que un camino de transformación es algo ya hecho, por el que se debe transitar hacia una finalidad o verdad preestablecida, se puede comprender que todo camino es sólo un medio, y se caracteriza por tener reglas y principios, que ha modo de herramientas, debemos utilizar adecuadamente para acceder a nuestra individual realidad. Todo camino tiene un comienzo, sin embargo el proceso de transformación, por su propia naturaleza, una vez empezado es algo abierto y no tiene fin.


FUNDAMENTOS DEL CUARTO CAMINO

El Trabajo

Uno de los términos para denominar a las ideas de Gurdjieff y Ouspensky es la palabra “Trabajo”, la misma define y sintetiza su enseñanza. El Trabajo es un término extraído de la Alquimia, significa en la "Gran Obra", el refinamiento y purificación de los metales ordinarios en oro, así como la transformación de la naturaleza humana en naturaleza divina. En forma similar, las ideas de Gurdjieff, ofrecen una forma práctica de la enseñanza esotérica, para la transmutación de las sustancias internas del hombre a su máximo potencial; cuyo ideal es un ser consciente, con comprensión, pero fundamentalmente libre e independiente con unidad y voluntad acorde a un designio superior, es decir armonizando el microcosmos de cada ser humano con el macrocosmos del Universo, para cumplir satisfactoriamente su función en la orquestación del mismo. La relación del hombre con este proceso, desde la asimilación de las ideas, la experimentación, a la concreción de sus posibilidades evolutivas en todos sus niveles y jerarquías, es denominado “el trabajo”.

Existen también otros nombres para definir la enseñanza de Gurdjieff, él la denominó “Cristianismo Esotérico”. Ouspensky la llamó el “Sistema” y acuño el término “Psicotransformismo”, sin embargo, actualmente, la definición ampliamente aceptada es la de “Cuarto Camino”.


Caminos tradicionales - El Cuarto Camino

Gurdjieff utilizó el término Cuarto Camino, para diferenciar su enseñanza de los tres caminos tradicionales, que pueden ayudar y consolidar en el hombre su proceso evolutivo. Estos son el camino del Fakir, el camino del Monje y el camino del Yogui.

Esta clasificación está basada en la consideración del hombre como un ser “tricerebral”, lo que significa que sus funciones están comandadas por tres inteligencias, también llamadas centros o cerebros. Es poseedor de una inteligencia corporal/instintiva, una inteligencia emocional y una inteligencia intelectual. En todo hombre alguna de estas tres “inteligencias” adquiere mayor preponderancia, generando características y tendencias particulares. Para cada una de ellas las tradiciones espirituales, han desarrollado un específico medio de desarrollo adaptado a su necesidad.

Las tradiciones que acentúan el proceso de desarrollo en la faz física están sintetizadas en “El camino del Fakir”. Es el camino de la lucha con el cuerpo físico, es el desarrollo de la voluntad a través del control y dominio del mismo.
Las que tienen preponderancia en el desarrollo emocional están sintetizadas en “El camino del Monje”. Es el camino de la fe, del sentimiento y sacrificio religioso. Es el desarrollo de la unidad y voluntad de las emociones. Las que enfatizan sus métodos sobre la faz intelectual están sintetizadas en “El camino del Yogui”. Es el camino del desarrollo del conocimiento y dominio de la mente.

Estos tres caminos generan un desarrollo, pero sus resultados son de características monomaníacas y carentes de efectividad, ya que se basan en la especialización y desarrollo de una de estas inteligencias o centros a través de un persistente esfuerzo, permaneciendo las otras dos en estado de subdesarrollo. El Fakir, el Monje y el Yogui, aun habiendo cumplido su objetivo, todavía tienen defectos sustanciales, fundamentalmente al no poder aplicar la maestría adquirida, por no tener control sobre sus otras funciones.

Es importante observar que los términos Fakir, Monje y Yogui son usados por Gurdjieff en manera muy especializada, tienen que ver con el trabajo preponderante y casi exclusivo de trabajar sobre alguno de los tres centros o inteligencias, y no deben ser identificados con los nombres comunes con que se aplican en diversas religiones o enseñanzas espirituales. Como ejemplo, un monje practicando la meditación Zen está siguiendo el camino del yogui, a pesar de que se lo conoce como un monje. Un practicante del Hata Yoga trabaja al igual que el fakir para controlar las funciones del cuerpo físico, y un practicante del Bahkti Yoga, al igual que el monje trabaja sobre sus emociones, sin embargo ambos son considerados Yoguis.

Estos tres caminos en su forma tradicional tienen una característica en común, que es la  demanda en el hombre de un cambio total, debe renunciar a todos los intereses de la vida y recluirse en una existencia aislada, un monasterio o una comunidad. Su primer paso es el más difícil, ya que desde el primer momento debe renunciar al mundo y hacer lo que se le dice. Una decisión muy comprometida para el hombre occidental, ya que es algo que no forma parte de sus raíces culturales.

El Cuarto Camino predicado por Gurdjieff es un camino especial, fundamentalmente para el hombre contemporáneo, que no exige apartarse de la vida, sino una participación consciente en todos sus eventos y sucesos, no demanda ninguna renuncia o abandono externo de las cosas, ya que todo el trabajo es interno. Además esta enseñanza trabaja sobre los tres lados de nuestra naturaleza: en nuestro cuerpo físico, en nuestras emociones y en nuestro intelecto, está destinado a generar un desarrollo equilibrado y armónico de las tres funciones y no de una en particular, utilizando los acontecimientos de la vida para alcanzar el objetivo, convirtiendo a la misma en una gran escuela, gracias a la cual es factible gestar el proceso evolutivo.

En este cambio de perspectiva, en donde la vida comienza a ser un medio para nuestra experiencia espiritual, es cuando las ideas del Cuarto Camino adquieren significado; además de proveernos de los principios, actitudes y ejercicios necesarios para realizar esta experiencia, incorpora un aspecto que generalmente no es tomado en cuenta por los otros caminos, que es el trabajo sobre la consciencia, por eso se lo denomina el camino del hombre “ladino” u hombre “astuto”, ya que su práctica es estar consciente en todo momento, no sólo trabaja sobre las funciones, es decir sobre los tres centros o cerebros, sino que además trabaja sobre la consciencia, lo cual puede conducir a una comprensión enteramente nueva de la existencia y de la vida.


La verificación de las ideas

Otra vital diferencia del Cuarto Camino, es que el hombre no debe creer ni aceptar nada hasta no haberlo verificado por sí mismo. Es un sistema que está basado en la comprensión y no en la fe o la creencia, por lo que no deberá hacer nada hasta que entienda por qué se hace y con qué finalidad. El resultado de todo esfuerzo, va a ser directamente proporcional a la comprensión que tenga del mismo, por lo que toda aceptación a modo de creencia, sin previa experimentación y discernimiento, es perjudicial y obstaculiza todo progreso.

Está gran diferencia hace que el Cuarto Camino no condicione al ser humano, al no generar conglomerados de supuestos ideológicos, que deben ser aceptados de manera incuestionable como grandes verdades, sino que respeta la incipiente individualidad de cada ser humano para que pueda por sí mismo auto-descubrirse, de esta manera, como resultado del auto-conocimiento y el discernimiento a través del trabajo sobre sí, el hombre comprende sus propias necesidades, y por lo tanto, es capaz de dirigir y ajustar el “trabajo” acorde a su particular necesidad e inquietud.


La ilusión de estar en el Cuarto Camino

Uno de los fundamentos del Cuarto Camino, es utilizar la propia iniciativa en actos volitivos polarizados hacia aspectos trascendentales, es decir, realizar las prácticas que se imparten, y que se pueden sintetizar en incursionar en una experimentación interna, a través de los principios, ejercicios y actitudes requeridos para el individual proceso de transformación.

Los caminos que exigen reclusión, ya por la misma situación de haber realizado un primer pago, que es el abandono y renuncia de la vida, acarrean deberes y obligaciones, que consubstanciadas con la aspiración individual, generan la fuerza de empuje necesaria para la realización del proceso de desarrollo del ser.                                

El cuarto camino no requiere la obligación de este primer pago ya que se realiza en medio de la vida, por lo tanto hasta que el hombre no comience a ser sincero consigo mismo y se de cuenta que el mismo esfuerzo, sacrificio y sufrimiento a través de una perseverante paciencia, con que se enfrenta un yogui, un monje o un fakir, también deben ser sobrellevados por el practicante del Cuarto Camino, sus posibilidades latentes no se desarrollaran jamás. En este sentido Gurdjieff manifestó que los caminos son escarpados, estrictos y angostos, y que no hay posibilidad de desarrollo y redención a no ser que el aspirante aprenda, comprenda y ponga en acción la enseñanza que le es impartida.

La ilusión es ciega y la sugestión y el engaño casi imperceptibles, cuando el hombre cree que sin cumplir estos requisitos, en manera de deberes y obligaciones voluntariamente aceptadas, puede estar participando de algún desarrollo espiritual. Es por esto que hoy en día a pesar de tanta oferta y demanda espiritual, tantas perspectivas y propuestas válidas, no se perciben cambios trascendentales en los seres humanos, podríamos decir que se piensa y se habla acerca la espiritualidad, pero no se la practica. Se anexa la espiritualidad a la personalidad, como una simple faceta más de la vida, sin darle un nivel jerárquico. Cuando en realidad debería ser el fundamento, alrededor del cual, se comienzan a experimentar todas las vivencias internas generadas por la vida. Esto es lo que hace la diferencia entre un hombre común y ordinario con aquel que tiene aspiración hacia lo extraordinario, y también lo que diferencia estar en un camino o no, ya que no es un suceso accidental. Todo camino está compuesto de reglas, exigencias, deberes y obligaciones, sólo el cumplimiento de las mismas puede liberarnos de los mecanismos de ilusión y engaño generadores en el estado de sueño y así despertar.


Síntesis

El Cuarto Camino, considerado como un riguroso método espiritual inmerso en la nebulosa de las actividades de la vida cotidiana, en su sana exposición, brinda un específico conocimiento en manera de datos o informaciones, para que cada ser humano sinceramente interesado realice su propia experiencia, explorando y desarrollando las distintas áreas de su ser. Acceder a las mismas por un conocimiento empírico es posible, pero generalmente en grado limitado, es necesario un mapa y una brújula, lo que significa principios, métodos e indicaciones, que nunca se deben confundir como una verdad o una meta en sí mismos, sino como el medio para el auto-descubrimiento y la auto-realización, asequible a todo hombre que en alguna etapa de su vida siente la necesidad de cumplir con su vocación espiritual.

El “Trabajo” acorde al nivel de comprensión, al grado de consciencia y a la calidad de los esfuerzos, se ocupa siempre de cierta transformación del momento presente, a través de la acción que puede tener lugar en uno mismo en este mismo instante, es decir ahora.

                                                               Alfredo Marinelli 

Ensayo realizado por Alfredo Marinelli para el Blog "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación".