LA CAÍDA DEL EGO

Comentario 
por Alfredo Marinelli

Las ideas de Gurdjieff conforman un todo coherente y sustancial en sí mismo, comparable a un organismo viviente, dentro del cual cada una de las partes se relaciona con todas las demás, y depende de ellas. 

Con estas palabras, Kenneth Walker en su libro “Enseñanza y Sistema de Gurdjieff” definía este aspecto significativo del conocimiento del “Cuarto Camino”, donde ninguna información está aislada y todo está relacionado. 


Podemos encontrar muchos aspectos de la enseñanza en distintos sistemas psicológicos/espirituales, tales como el Sufismo, el Budismo o el Cristianismo, entre otros. El estudio comparativo de estas partes aisladas de distintas disciplinas con las ideas de la enseñanza, es un elemento que ayuda a la comprensión, y a jerarquizar la valorización interna del “Trabajo”. 


En este sentido, Alan Watts manifestaba que: "Solo podemos comprender nuestra cultura a través del conocimiento, aún teórico, de comparación relacionado con otras culturas". De la misma manera en cierta etapa del "Trabajo" la similitud y confrontación con ideas provenientes de otras fuentes relacionadas con el proceso regenerativo y evolutivo del ser humano, nos va a otorgar cierta objetividad y claridad del nuestro, brindándonos nuevas perspectivas para el entendimiento y la comprensión.

 

Respondiendo a esta premisa he incluido en el blog este ensayo titulado “La caída del Ego”, el cual es un aspecto del proceso de transformación, en donde podemos encontrar un enfoque vivificante relacionado con la función de la “Personalidad”, la “Esencia” y la práctica de la “Consideración Externa”. La autora, Mariana Caplan, nos brinda un enfoque del proceso que es denominado, en la terminología del “Trabajo”, como: La correcta polarización de la personalidad.


Desde el punto de vista de la enseñanza, la personalidad es un tejido de recuerdos, pensamientos, emociones y sensaciones generados por las normas de conductas adquiridas en el curso de la vida, fomentadas por la educación, la cultura, la gente con la cual nos relacionamos, etc. En otras palabras, la personalidad es todo lo adquirido, y que erróneamente hemos llegado a llamar «yo»1. Mientras que la esencia es nuestro verdadero ser interno, es lo innato, lo propio, lo que el ser humano trae a esta vida.

 

Una de las ideas cosmológica de Gurdjieff, la cual podemos utilizar como marco hipotético referencial, dice que la personalidad existe en el tiempo y el espacio, por lo tanto, es transitoria, mientras que la esencia trasciende el tiempo y el espacio, por lo que es inmortal.

 

Nos encontramos en la situación actual, en donde si bien la esencia debe crecer, está imposibilitada de cualquier desarrollo, ya que permanece totalmente aislada por la coraza de una personalidad activa estructurada por el ego. La esencia en sí misma carece de los elementos para poder comunicarse, necesita de un instrumento transductor para estar en contacto con el mundo externo que nos llega a través de los cinco sentidos. Este instrumento es la personalidad, pero para que esto suceda debe desempeñar un rol pasivo y no activo, comenzando a cumplir la función mediadora que facilite la correcta manifestación e intercambio, a modo de puente, entre el mundo externo y el mundo interno del hombre. En su correcta polarización, la personalidad, deja de ser una entidad separada que usurpa las energías de la esencia, si no que ayuda al pleno crecimiento y formación de la misma.

 

Mediante el trabajo sobre la atención, aplicada a las técnicas y prácticas de auto-observación y auto-recordación, dejamos de colocar la sensación de yo en eso que llamamos “uno mismo”, comenzando a ver los pensamientos, sentimientos y acciones no como algo propio, sino perteneciente a la personalidad. Empezamos a adquirir la capacidad de separar la sensación de yo de todos nuestros estados, comprendiendo lo que significa el estado ordinario de identificación con uno mismo.

 

Con la aparición de esta nueva capacidad de discernimiento, vislumbrando lo que es verdadero y esencial de todo aquello adquirido, estamos transfiriendo nuestra identidad de la personalidad, que es erróneamente lo que creemos que somos, a la esencia, que es lo realmente somos

 

Al ir reconociendo paulatinamente los rasgos y características de la personalidad, especialmente la estructurada por el ego, denominada "falsa personalidad", la cual está sustentada en el amor propio (orgullo y vanidad) como base de su existencia y percibiéndose como algo separado del resto, solo circunscrito a sus deseos personales, comienza un proceso de aceptación y tolerancia de uno mismo, que en medida proporcional hace posible aceptar y tolerar a los demás.

 

Esto solo es posible cuando la sensación de yo trasciende su anclaje en el ego y “algo” comienza a percibirse en uno mismo más allá del yo habitual, propiciando a la esencia las condiciones adecuadas para que aflore uno de los atributos de la esencia que es la humildad, uno de los pocos “antídotos” para contrarrestar al ego.

 

La humildad no puede ejercitarse como es el caso de la sinceridad o la honestidad, entre otros valores, es un impulso específico que para que se manifieste hay que brindarle las condiciones necesarias. Todo intento de querer ser humilde resulta en una humildad falsa y fingida, siempre va a ser un disfraz, encontrando el ego mediante el orgullo y la vanidad, una forma más de regocijarse.

 

Recién en este proceso el hombre puede comenzar fehacientemente la práctica de la "consideración externa" hacia sí mismo y hacia los demás, en donde la solidaridad en todas sus manifestaciones se hace presente, acercándose cada vez más a la posibilidad de poder cumplir el precepto fundamental del cristianismo de “Amar al prójimo como a sí mismo”.

 1 La persona en la Grecia antigua era una máscara, una parte indispensable en el equipo de un actor, eliminando de sus representaciones el "elemento del yo". Por un curioso cambio de valor semántico, la palabra "personal", que se deriva de persona, ha llegado a tener el significado de "yo" o de "aquello que está íntimamente asociado con el yo". En el sistema gurdjieffiano, en las enseñanzas de Carl G. Jung y en la clasificación de los temperamentos de William Sheldon, a la palabra "persona" o "personalidad" se le da el significado de "algo que no pertenece a uno", sino de "algo puesto encima de, adquirido, algo no esencialmente propio de uno".  Robert S. de Ropp.


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La Caída del Ego 
por Mariana Caplan 

Más allá de la fuerza o debilidad del ego, una cosa es segura, ¡está para quedarse! Las nociones de espiritualidad oriental sobre la trascendencia o la muerte del ego son, no sólo malinterpretadas por los aspirantes espirituales occidentales, sino también poco aplicables a sus necesidades reales. El ego occidental es tan complejo, ultra-autónomo y super desarrollado que, ni va a morir, ni tan siquiera caerá sin una gran batalla. Puedes ver el poder y la grandiosidad del ego occidental mirando cualquier gran ciudad de occidente, o su influencia en cualquier ciudad del planeta. El ego occidental mira hacia dentro como Las Vegas mira hacia fuera, es tan probable que el ego baje su espada como que los casinos en Las Vegas donen la mitad de sus ingresos a la caridad.

Cuando los occidentales, sobre todo los buscadores hiper-entusiastas, quedan atrapados en la idea de la muerte del ego, suelen pasar por un periodo de grandiosidad espiritual. Pregonarán, por dentro o por fuera, dependiendo del grado de elegancia que tenga el momento, sobre el hecho de ser "nadie" o "nada". Escribirán sus nombres en letra pequeña durante un tiempo o, aún peor, empezarán a referirse a ellos mismos como el "cuerpo mente" o "este cuerpo". Actos presuntuosos como estos representan un gran malentendido sobre la magnitud de la tarea de pedirle al ego que ocupe un segundo lugar, y aún más, de que cometa harakiri.

Cuando la filosofía oriental auténtica se refiere a "matar el ego", tan sólo se refiere a que su autonomía por encima del Ser verdadero muere, o que nuestra identificación con el ego, nuestra creencia de que él somos nosotros, muere. De buen seguro, no debemos pensar que cuando los grandes santos del este hablan de la muerte del ego, no son conscientes de su aún existente personalidad. Están profundamente familiarizados con la magnitud de su propia humanidad, lo cual incluye su personalidad basada en el ego. De hecho, es su conciencia acerca de la persistencia del ego y su resistencia a la sumisión lo que convierte al santo o al maestro en completamente compasivo y capaz de ayudar a otros en la comprensión del dominio del ego en sus vidas.
 
Ya que el ego no va a ir a ningún sitio, nuestra tarea abarca dos ámbitos: en primer lugar debemos aprender a desidentificarnos del ego. En este proceso de desidentificación, el ego se vuelve esclavo de la mente en lugar de su maestro. El ego se convierte en el pasajero en el tren de la conciencia humana en lugar de ser su conductor. La desidentificación ocurre cuando, por algún rayo de suerte o gracia, o a través de una práctica diligente y mortalmente honesta de auto-observación a lo largo de muchos años, somos capaces de salir suficientemente del ego como para ver objetivamente la dinámica de su funcionamiento. En estos momentos, y hasta el extremo en que podemos alargar estas situaciones de forma que nos permita experimentar periodos más largos de acción libre de los dictados del ego, experimentamos un proceso de desidentificación en el cual nos conocemos como algo distinto de la identidad egoica que ha estado dirigiéndonos durante toda nuestra vida.
 
Lo que ganamos es la posibilidad de, lo que podrían ser, los primeros momentos de espontaneidad que hemos tenido en nuestras vidas, a pesar de la idea sobre nosotros mismos como individuos "espontáneos" y "libres". O podemos quizá experimentar un sentimiento real, aunque nos hemos imaginado a nosotros mismos llenos de sentimientos únicos y reales desde siempre, ya que a través de la desidentificación nos volvemos presentes a la realidad de una forma dinámica. Sin embargo, debemos tener en cuenta con humildad, que para la gran mayoría de nosotros los mortales, la desidentificación sólo sucederá durante determinados momentos, y que una completa y continua desidentificación (referida por muchos como "iluminación"), es sólo algo a ser reivindicado, si es que alguna vez lo es, con el mayor cuidado y humildad. En lugar de esto, experimentaremos momentos de desidentificación en los cuales tendremos disponibles una visión clara. Podemos utilizar esta visión, para hacer elecciones que informarán y afectarán positivamente nuestras vidas cuando, de nuevo, y normalmente muy rápido, nos encontremos operando desde las limitantes cadenas de la identificación con el ego.
 
Con la desidentificación como una posibilidad deseada, la segunda tarea es aprender a vivir con el ego e incluso amigarse con él y abrazarlo. El hecho de que no nos amiguemos con el ego aparecía en el slogan de una camiseta que me dieron una vez, decía: "no necesitas enemigos, ¡te tienes a ti mismo!". Debemos aprender a "amar al enemigo como a uno mismo", porque nuestro verdadero enemigo somos nosotros mismos y continuamos siéndolo hasta que aprendemos a hacernos amigo del ego.
 
A pesar de que de forma cotidiana estamos completamente identificados con nuestro ego, también estamos en continua batalla con él. El alma suplica salir de los límites de la personalidad, mientras el ego permanece armado, custodiando cada esquina de nuestra psique. Esta batalla se libra en nuestro interior, normalmente de forma inconsciente, mientras tratamos de vivir vidas cotidianas y felices. No habrá una paz duradera hasta que nos conozcamos a nosotros mismos y nos hayamos aceptado hasta el punto de dar la bienvenida a aquello que percibimos como la causa de nuestra perdición. Para hacernos amigos del ego debemos dirigirnos directamente hacia los aspectos de nosotros mismos que suponen nuestros mayores fracasos, los aspectos más heridos, decrépitos y feos, y cogerlos internamente en nuestros brazos, mecerlos hasta devolverlos a la unidad, hasta que la fuerza vital regresa a ellos.
 
Al principio, debemos aproximarnos a nosotros mismos con la más diminuta voluntad de ver algo que nunca hemos querido ver sobre nosotros mismos y poner nuestra intención, con todo nuestro corazón, en tolerar esta visión durante el mayor número de momentos que seamos capaces sin que salgamos despavoridos o sin que busquemos alguna distracción interna o externa. Solamente procediendo de esta forma, durante tanto tiempo como sea necesario, meses, décadas, vidas, comenzamos a permitir de una forma más fácil que estos aspectos coexistan con nuestra autoimagen basada en el ego. Por el camino de la coexistencia con el ego, aparecen los principios de la aceptación, y eventualmente, se desarrolla una amistad. Hacerse amigo del ego es como aprender a vivir, e incluso a amar, al compañero de piso o familiar al que juraste que odiarías para siempre. El tiempo y las experiencias compartidas crean primero, tolerancia y después amor. El tiempo empleado viendo al ego con claridad, después aprendiendo a cohabitar con nuestra visión de él, y, finalmente, aceptándolo incluso hasta el punto de ser capaces de reírnos de nuestros propios horrores, nos permite, a la larga, hacernos amigos de nuestro enemigo interno.
 
El beneficio secreto de hacerse amigo del ego, lo cual es otro fracaso del ego convertido en éxito, es que con ello nos hacemos amigos de todos los egos. Lo que creemos ser nuestro propio ego personal, es de hecho "El Ego", el mismo ego que existe en todas las entidades vivas, comenzando con los seres humanos y extendiéndose a las ciudades, culturas y países. El Ego toma rasgos de carácter específicos dependiendo del individuo o de la cultura en la que se encuentra, pero es exactamente el mismo mecanismo y opera de la misma forma en todas las cosas. La única diferencia es su humor o sabor. Por tanto, cuando nos hacemos amigos de nuestro propio ego, lo que es sólo una forma técnica y sofisticada de decir que llegamos a una profunda paz y aceptación con nosotros mismos, este proceso automáticamente se extiende al resto de la humanidad. Dejamos de resistirnos y de estar resentidos con otros por rasgos de carácter que son de origen mecánico, comprendemos como funcionan los seres humanos, y a través de nuestra lucha por minimizar el dominio del ego sobre nosotros, comprendemos lo difícil que es para otros comportarse distinto en un momento dado, mucho menos realizar un cambio genuino y duradero. Por lo tanto, nuestra tolerancia y aceptación hacia los demás se expande en proporción al grado de nuestra propia auto-tolerancia y auto-aceptación.


Extractado por Alfredo Marinelli para el blog: "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación".
Fuente de Información: Mariana Caplan  - “The Way of Failure”. 

3 comentarios :

  1. Geovanny Contreras
    Como puedo adherir a un grupo del Cuarto camino?.
    Como identificar a un verdadero maestro?
    Le agradesco de antemano sus respuestas a estos dos interrogantes.
    Cordialmente: geoca

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    1. Estas preguntas surgen en la denominada 'etapa del buscador' y no se puede dar una respuesta contundente, ya que es una elección y detección individual que nadie puede hacer por otro. Sólo se pueden dar sugerencias que fortalezcan esa entidad denominada el "Centro Magnético".
      Uno de los atributos del Centro Magnético es el Discernimiento, ejemplificado en el Nuevo Testamento con la analogía de separar la cizaña del trigo, es decir lo falso de lo real, lo útil de lo perjudicial, etc., en un principio ambas son hierbas, ambas de color verde, difíciles de distinguir, hay que esperar el "tiempo de la cosecha" en donde el trigo es dorado, espigado y fácil de diferenciar. En cierto nivel de maduración, cuando el Centro Magnético ha sido alimentado por todo el material que se pudo extraer de búsquedas, lecturas y conversaciones, su cualidad magnética es atraer y reconocer grupos, maestros o instructores acordes a nuestra intrínseca necesidad. Esta jerarquía de discernimiento es necesaria porque no podemos ver más alto que nuestro propio nivel y caeremos en el error de percibir a un maestro o a un grupo desde nuestras particulares proyecciones.
      Antes de conectarse con un grupo o un maestro recomiendo los libros: Psicología de la posible evolución del hombre de P. D. Ouspensky, Gurdjieff en acción de J. H. Reyner, El Juego supremo de R. S. de Ropp y El despertar del Self de Charles Tart. Esta literatura fortalece al Centro Magnético de forma tal que nuestro criterio tendrá la validez necesaria, para la clarificación de nuestras expectativas y objetivos, como para poder identificar a alguien o a un grupo que posea sanidad, es decir libre de contaminaciones y patologías que desvirtúen la enseñanza.
      Existen cantidad de grupos, la mayoría se pueden encontrar en Internet. Están los grupos ortodoxos, provenientes de cierta institucionalización de la enseñanza y que pueden ser de utilidad a nuestras necesidades, como así también los proyectos personales generados por aquellos que estudiaron a Gurdjieff o que se instruyeron en algún grupo de las distintas ramas del trabajo. El problema es que muchas veces el líder sin haber trabajado fehacientemente sobre sí mismo se lanza audazmente a enseñar, confundiendo y generando aun más caos que el existente, también existen los grupos que anexan las ideas de Gurdjieff al núcleo central de su enseñanza, generando un amalgama de conocimientos que distorsionan las ideas del "trabajo".
      Hoy día la enseñanza de Gurdjieff trae aparejada dos problemas, uno es que depende de la persona que transmite las ideas, no es fácil encontrar un instructor con larga experiencia, cualidades personales y que haya trascendido su propia tipología, y de ser así, que acepte la responsabilidad que implica transmitir la enseñanza. Lo otro es que la metodología de Gurdjieff dependía para su efectividad de su presencia, es decir de una energía particular que hoy se encuentra ausente, algo así comenta Idries Shah en su libro Los maestros de Gurdjieff.
      La palabra maestro trae aparejada una connotación importada de oriente, más allá del simple significado que es enseñar, así un maestro tiene los atributos de poseer la verdad, de ser infalible, de tener la salvación, un ser al que le debemos entregar nuestra voluntad, etc., quizás esto es útil en la India o en el Tibet pero para el hombre occidental por su idiosincrasia particular la cosa es diferente, alguien que haya experimentado el 'trabajo' a través de las ideas de Gurdjieff, poseyendo la claridad, la humildad y la sinceridad necesaria para cumplir con la tarea de simple instructor, como ocurre en toda disciplina, arte u oficio, es en principio de gran beneficio para la práctica del 'trabajo', y esto es lo que se debe encontrar, porque aunque tengamos al más grande de los maestros, nadie nos puede conectar con una realidad más relevante, nadie puede hacer el trabajo por uno y no van a existir otras verdades excepto aquellas que uno encontró por sí mismo.
      Espero que está información sea de utilidad en tu búsqueda.

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