LOS HECHOS DE LA EXPERIENCIA

Debemos empezar por la comprensión de nosotros mis­mos tal como somos. Nuestras vidas son vividas mecánica­mente, y están llenas de negatividad inútil. La mayor parte del tiempo somos arrastrados por un impulso, y ni siquiera nos damos cuenta de lo que está sucediendo. Pasando casi todo nuestro tiempo en sueños, no acabamos teniendo sino sueños, y nosotros mismos no tenemos otra substancia que la de un sueño. Sólo recordamos nuestros sueños en la medida en que los advertimos; lo no advertido se pierde para siempre (*). Pero si nos preguntamos a nosotros mismos cuán a menudo estuvimos en un estado de advertencia durante la última semana, o durante el último día, encontrare­mos que es muy poco lo que ha permanecido con nosotros. 

Encontraremos pensamientos acerca de lo que hemos estado haciendo; encontraremos rutinas que tienen que ver con nuestras actividades diarias; pero en nada de esto encontra­remos una experiencia real, ningún material real de memo­ria concreta. Casi toda nuestra vida desaparece porque no entramos en absoluto en la experiencia: no nos percatamos de nosotros mismos, no vemos lo que está pasando. Lo que sucede sólo le sucede a la máquina que hay en nosotros, la personalidad, la cual carece de ser propio. Nos hemos acos­tumbrado de tal modo a vivir en este estado que no conseguimos ver lo anormal que resulta. Nuestras experiencias son tan dependientes de cosas exteriores, que cuando estas cosas no están ahí nuestra experiencia no existe.

(*) Para ver que soñamos tenemos que dejar de soñar, aunque sólo sea por un momento. Esto equivale a decir que hemos de entrar en un mundo superior. Es por ello que la realización del sueño se halla tan claramente vinculada con el 'despertar'.

La estrechez y restricciones de nuestras vidas no son advertidas. Somos gente que vive en ciudades, con sus at­mósferas medio envenenadas y sus extremos de ruido, con­gestión y stress, cosas dañinas para todos nosotros, pero tan acostumbrados estamos a todo ello que no advertimos el daño que se nos está haciendo. Sólo cuando salimos al campo, respiramos aire fresco y estamos rodeados de paz, caemos en la cuenta de que hemos estado viviendo una vida tensa y artificial. Incluso puede que entonces echemos en falta todos los venenos, y nos sintamos tan desorientados con el buen aire y el silencio que no podemos soportar el mundo natural.

El despertar a los mundos superiores es un alivio, pero ha de haber en nosotros algo que anhele ese alivio, algo que no sea totalmente adicto a la esclavitud. Cuando despertamos al Mundo 24, podemos ver el Mundo 48 como lo que es: un estado de existencia con grilletes. Podemos caer en la cuen­ta de que en el mundo de la personalidad hemos estado soñando sobre hacer cosas y experimentar cosas, pero sin hacer y experimentar nada realmente. Entonces podemos comprender que nada realmente beneficioso puede ocurrir en ese mundo: es una impostura de vida, no es vivir.

A diferencia del Mundo 96, el Mundo 48 no es un mundo negativo. Hay leyes superiores que le vienen de más arriba. Es posible experimentar algo directamente. A causa de esto, podemos percatamos, incluso a través de nuestra vida de la personalidad, de que algo es erróneo, de que algo falta, in­cluso cuando las cosas parecen 'irnos bien'. En el Mundo 48, estamos alienados de nosotros mismos por nuestra de­pendencia de los estímulos externos. Incluso cuando hace­mos algo excitante y positivo, siempre hay algo de lo que sen­timos carecer. Este sentimiento de no estar completos fue maravillosamente expresado por Budha, "Todas las cosas compuestas carecen de permanencia. Nada viene a la exis­tencia que no porte las semillas de su propia disolución".

Cuando estamos bajo las leyes iniciadas por impulsos existenciales, la situación es realmente mucho peor; pues entonces no tenemos iniciativa propia, y dependemos de que se nos haga algo. Esto se halla muy lejos del verdadero estado de un ser humano; pero se ha venido a aceptar como cosa normal. Dependemos de que nuestro interés sea des­pertado, nuestras funciones estimuladas, para que pueda producirse en nosotros alguna actividad. Incluso cuando advertimos esto, seguimos aferrados a la absurda creencia de que somos algo por derecho propio. Las leyes que ope­ran en nosotros en este estado completamente mecánico son las iniciadas por un impulso existencial. Gurdjieff dice que estas leyes han perdido 'la mitad de la fuerza de su vivacidad', y nos colocan a mitad de ca­mino entre la condición de seres libres y la de cosas inertes.

Deberíamos tener claro que los estados dependientes con­sumen la mayor parte de nuestro tiempo, tanto si depende­mos de cosas como si dependemos de otra gente. Sólo por azar caemos bajo la influencia de otro tipo de ley y somos capaces de sentir diferentemente respecto a nosotros mis­mos, ver aquello a lo que miramos, o hacer contacto con la situación real en la que existimos. Viviendo del modo en que lo hacemos, somos incompletos y necesitamos ser apo­yados por factores externos, no sólo para mantener nuestra existencia, sino también para nuestro funcionamiento interno y nuestras manifestaciones. Nuestras supuestas 'vidas in­ternas' no son sino un espejo de nuestras vidas mecánicas. Tenemos la impresión de estar vivos sólo a medias; pero mien­tras tratemos de introducir algo a través de canales exter­nos, tales como leer libros o expandir nuestra vida social, nuestros esfuerzos no sólo no conseguirán darnos más vida, sino que incluso nos harán más dependientes del exterior.

Tenemos que aprender a sentirnos incómodos en este es­tado de sueño, de no estar realmente vivos. Esto nos acerca­rá a las leyes del Mundo 24, permitiéndonos ser atraídos hacia los mundos superiores. Nuestras mentes pueden estar llenas de todo tipo de ideas de auto-mejora, pero nada de esto dará fruto. Lo que importa es la atracción interna hacia algo más real. No importa cómo entendamos la teoría, no importa cuáles sean los sentimientos engendrados por expe­riencias particulares en las que vemos los hechos de nuestro estado dormido, todo ello seguirán siendo datos subjetivos en uno u otro de nuestros cerebros, y carecerá de efecto alguno sobre nuestra totalidad. Hasta que no hayamos sido capaces de reconocer nuestros sueños mientras están en marcha, ningún cambio será posible para nosotros. No basta con reconocer en nuestras mentes que estamos dormidos, o sentir con nuestros corazones que debemos trabajar; debe­mos ser capaces de afrontar con nuestra totalidad lo que significa estar dormidos.

En los Cuentos de Beelzebub, Gurdjieff, disfrazado de Beelzebub, dice una y otra vez que la duración de la vida de los seres tricerebrados sobre la Tierra está disminuyendo constantemente. Tomado literalmente, esto carece de senti­do, dado que los hombres, por término medio y en el senti­do físico, estamos viviendo hasta edades más avanzadas que en ninguna otra época. Pero de lo que habla es de la dura­ción real y substancial de nuestras vidas, que depende mu­chísimo de cuánta experiencia tengamos en la esencia. Esto significa: cuánto de nuestras vidas pasamos en el Mundo 24, por oposición al estado de sueño del Mundo 48. La vida tiene menos contenido del que solía tener, pues cada vez tendemos más a vivir en el mundo de la personalidad, el Mundo 48. En este mundo, el tiempo es muy extraño. Pare­ce como si experimentásemos las cosas mientras suceden, de modo que nosotros estamos presentes conforme el mañana deviene hoy y el hoy ayer; pero si lo consideramos real­mente, apenas estamos ahí en absoluto. El mundo ni siquie­ra 'nos ha pasado de largo'; no hemos estado ahí en absolu­to para experimentar un proceso de ese mundo, ni siquiera para ser ciegos a él. El ayer del Mundo 48 es delgado e insubstancial, mientras que el pasado vivido en el Mundo 24 está vivo como los recuerdos de nuestra personalidad nunca podrán estarlo. Podemos decir que un minuto de vida en el Mundo 24 tiene tanta vida y contenido como un día entero en el Mundo 48.

Hasta que no lleguemos a ver el mundo de la personali­dad tal como es, nos aferraremos a la creencia de que se puede hacer algo importante mientras permanecemos en él. Es muy difícil romper con esta creencia, y es una de las cosas que más tiempo lleva establecer en nosotros; pero hasta que la establezcamos, continuaremos yendo a la caza de objetivos carentes de realidad práctica. Para el trabajo práctico, hemos de llegar a una condición en la que veamos nuestro sueño conforme se desarrolla; de modo que, aquí y ahora, realicemos la verdad de nuestro comportamiento me­cánico. No importa cuántas experiencias hayamos acumula­do de ver que estamos en un estado de sueño; es necesario también ver cuantísimo tiempo pasamos en el Mundo 48. No sirve de nada decir, "Bien, ahora he aprendido realmen­te la lección, y realmente veo que gran parte del tiempo lo paso dormido, puedo pasar a otra cosa y dejar eso a un lado". Podemos por una vez ver que realmente no estamos degustando la comida que ingerimos; pero debemos inten­tarlo ver todas las veces que comemos.

Hablamos de liberación 'en esta misma vida'; pero esto también significa que en este mismo momento, no un poco ayer, otro poco hoy, y un poco mañana. Si no trabajamos ahora, no trabajamos nunca. Hemos de educarnos a nosotros mismos de este modo. Al principio podemos aprender a examinar nuestro día y lo que hemos hecho, y preguntarnos cuánto de lo que hicimos tuvo algún significado, y qué tipo de significado era éste. No es necesario adoptar un rol acti­vo e iniciador para que una acción tenga substancia; el asun­to estriba en que lo que sucede en nuestras vidas cuando somos simplemente objetos, podría igualmente no haber sucedido en absoluto. Posteriormente podemos aprender a ser activos y comprender la importancia de luchar con los hábitos para, finalmente, llegar al punto de entender lo que se generará en nosotros si iniciamos la lucha entre el 'sí' y el 'no' a base de separarnos de nosotros mismos.

La parte de nosotros que ve lo que está sucediendo, que ve cómo son las cosas, puede ser llamada 'como si yo'. Lo que observa se halla bajo menor número de leyes que lo observado. Cuanto más se mantenga esta parte sin reaccio­nar con lo que ve, tanto mejor para nosotros. La reacción puede estropearlo todo. En un relámpago, una observación se convierte en ocasión de auto-condena o auto-alabanza. Nos sentimos a gusto con nosotros mismos, o sumidos en la miseria. No es fácil llegar a la capacidad de simplemente ver. Al mismo tiempo, hemos de comprender que esta parte que observa no es el 'yo' real; simplemente hace el papel del 'yo'. Esto es más difícil de lo que parece, pues las leyes mecánicas del Mundo 48 puede volverlo todo patas arriba, y convertir a esta parte que observa en lo que se conoce como 'personalidad del trabajo'. La única protección se halla en la pureza de ver. Quien ve no es nada en sí mismo, y nunca se le debería dar una identidad material, como si fuera 'algo' por derecho propio.

La gran tragedia del Mundo 48 es que muchísimo de lo que nos sucede en ese mundo no tiene realmente nada que ver con 'nosotros', esto es, con nuestra propia naturaleza, nuestra propia esencia. Nos desviamos de la línea de nues­tra propia vida y experimentamos las cosas de un modo que ni siquiera está de acuerdo con nuestro carácter o sino. Te­nemos la desagradable sensación de que lo que hacemos carece de sentido. 

Gurdjieff habló acerca de todo esto diciendo que estaba sujeta a la 'ley del accidente'. 
"Recuerdo cuando oí hablar de ella por primera vez hace muchos, muchos años. Una de las cosas que dijo Gurdjieff al respecto fue que ésta era la primera de las leyes del Mundo 48 de la que podíamos liberamos. Tan pronto como somos capaces de entregarnos realmente a trabajar sobre nosotros mismos, de entregarnos a partir de una compren­sión de la necesidad de trabajar, esto es, como resultado de haber creado en nosotros algo que ya no es al nivel del Mundo 48, entonces esta ley del accidente ya no es capaz de apresarnos del mismo modo. Entonces podemos caer bajo la acción de leyes que dan significado a lo que nos sucede. Entonces, en vez de que nuestras vidas estén siempre mez­cladas y confusas, como es característico del Mundo 48, empiezan a sucedemos cosas, agradables o desagradables, que realmente nos pertenecen."

Cuando empezamos a volvernos libres de la ley del acci­dente, nuestra relación con el mundo del sueño cambia.  Somos capaces de reconocer cuándo nos hemos salido de los raíles para entrar en una forma de vida mecánica. Enton­ces nuestro sueño puede servimos de recordatorio. Conoce­mos el sabor del sueño y el sabor de la vida real. El sabor del sueño nos dice que no estamos trabajando, o que falta algo en el modo en que trabajamos. Entonces tenemos que hacer algún esfuerzo para separamos de nosotros mismos, y hacer que las leyes superiores cobren vida en nosotros. Es algo muy parecido a ser sensibles a lo que se llama el 'tono muscular' del cuerpo físico: pero en este caso, con lo que estamos trabajando es con el 'tono psíquico' de nuestra vida interna. El trabajo sobre nosotros mismos es necesario, en primer lugar, simplemente para ponernos en el estado natu­ral del Mundo 24. Esto no requiere que estemos perpetua­mente en un estado de tensión, igual que la conservación del tono muscular no requiere que estemos continuamente levantando pesos. Gran parte del trabajo sobre uno mismo pertenece a la vida normal del hombre, y es una verdadera desgracia que la educación descuide completamente el bie­nestar de nuestra vida interior.

Como dijimos, no podremos realmente atribuirnos un lugar permanente en el Mundo 24 hasta que tengamos un 'cuerpo' correspondiente a dicho mundo. Este cuerpo interior, o segundo cuerpo, puede representarse como algo construido a partir de la energía sensitiva; podemos, pues, entender que un modo de vida en el que la sensibilidad es utilizada en reacciones tan pronto como está disponible, no es capaz de conducir a la creación de una presencia substan­cial. Nuestra experiencia del Mundo 24 es realmente un cambio en la relación entre las leyes dependientes y las leyes independientes del Mundo 48. La mitad de las leyes del Mundo 48 son las mismas que las del Mundo 24, y es esto lo que nos permite degustar el sabor de una vida real sin estar establecidos todavía en el mundo superior. Encontramos, por ejemplo, que tras haber estado luchando durante largo tiempo con una cierta negatividad hacia alguien, de repente toda la dificultad se desvanece y tenemos una satisfacción maravillosa. Pero por mucho que intentemos prolongar este estado de libertad, sólo durará un cierto tiempo, y retornaremos a nuestra condición original.

Sólo cuando podamos separarnos de nuestros estados y verlos tal como son, esto es, como manifestaciones temporales de diferentes leyes, podremos empezar a trabajar sin buscar recompensa, por el trabajo en sí. Entonces podremos aceptar los estados conforme vienen, y dejarlos irse a su voluntad. Si un determinado estado es terrorífico, no creemos que todo haya ido mal; si otro estado es muy bello, no creemos haber cambiado nuestro nivel de ser. Siendo así, los estados que nos llegan pueden ser parte del proceso normal de transformación, y podemos poner más equilibrio en nuestras vidas. Entonces podemos tener experiencias reales en las que nuestra esencia puede crecer, pues hemos aprendido a no contaminarlas. Lo que suele contaminarlas es el hecho de que la personalidad se identifica con ellas, hurtándolas su libertad al llevarlas al Mundo 48. Cuando son inmaculadas, lo que estamos experimentando pertenece al Mundo 24.
J. G. Bennett

Extractado por Alfredo Marinelli para el Blog: "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación". 
Fuente de información: "La profundidad del hombre" de J. G. Bennett


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