En este estudio realizado por Mariana
Caplan se profundiza la forma en que nuestros puntos de vista, perspectivas y
experiencias, se infectan de contaminantes conceptuales y/o emocionales, siendo
afectados de una forma invisible, al igual que con una enfermedad. Si bien las
enfermedades de diagnóstico físico generan síntomas en el paciente que le
impelen acudir a un especialista, en el caso de las enfermedades espirituales,
la mayoría de las veces, los síntomas no son percibidos, por lo que la
enfermedad puede seguir su desarrollo y convivencia con la estructura
psicológica de la persona durante su proceso espiritual.
Uno de los medios para sanarse, o aún mejor, evitar estas enfermedades, es estar informado, ya que el ego está siempre al acecho, esperando que “nuestras defensas” estén bajas para inyectarnos algún tipo de “infección” y así justificar su existencia.
Las siguientes categorías de engaños psicológicos, amalgamados con la entrada del Blog “8 Trampas del PseudoTrabajo”, forman un cuadro útil para percibir las sutiles y difíciles desviaciones, no solo como un espejo generador de discernimiento de la veracidad del propio proceso interno, sino también como una visión general de la pseudo espiritualidad actual.
Cualquier emprendedor realista, que transite los senderos de la espiritualidad, se prepara para confrontar las enfermedades espirituales o trampas. Esto involucra conocer en qué consisten, saber detectar si se ha caído en ellas, y saber cómo salir de las mismas.
ENFERMEDADES ESPIRITUALES por Mariana Caplan
Muchas personas profundamente comprometidas con el viaje espiritual tropiezan, a lo largo de su vida, con versiones diferentes de la enfermedad espiritual. Y es que, por más sinceras que sean nuestras intenciones, nuestra cultura se halla tan enferma que, independientemente de la profundidad de nuestra comprensión espiritual, la mayoría vivimos de un modo relativamente desequilibrado. El riesgo de contraer una enfermedad espiritual es, aun entre quienes han dedicado su vida a la transformación, tan probable como el de contagiarse de gripe.
1. Espiritualidad "Fast-Food": Mezcla de la espiritualidad con la cultura que celebra la velocidad, el multitasking y la satisfacción de deseos instantánea, nos aboca necesariamente a una espiritualidad tipo comida rápida. Son muchos los libros, movimientos y maestros espirituales que prometen a sus lectores y a sus seguidores demasiadas cosas a cambio de muy poco. Libros tan populares como el “Manual de la Iluminación para Holgazanes”, sugieren la posibilidad de iluminarse sin realizar el menor esfuerzo.
La espiritualidad tipo comida rápida es un producto de la creencia, de que el alivio del sufrimiento inherente a la condición humana puede ser sencillo y rápido. Si algo está claro es que la transformación espiritual no es sencilla y no puede suceder rápidamente.
2. Espiritualidad Falsa: La espiritualidad falsa es la tendencia de hablar, vestirse y actuar como creemos que una persona espiritual lo haría. Es una forma de imitación espiritual que intenta copiar la realización espiritual, de la misma forma que una tela de manchas de leopardo imita la piel genuina de un leopardo.Se manifiesta cuando el ego se apropia de verdades espirituales y cree en la posibilidad de acceder a estados elevados de conciencia, imitando externamente el aspecto y la conducta que supone que caracterizan a las personas iluminadas. Y es que, del mismo modo que el niño juega a ser bombero tomando la manguera del jardín o que la niña remeda a su madre colocándose sus zapatos de tacón y maquillándose, el adulto humano se disfraza, en un intento de emular la conducta de las personas supuestamente espirituales, con algún tipo de ropaje espiritual. Luego asiste a acontecimientos espirituales y, de un modo tan sencillo, cree haber accedido a las enseñanzas de la sabiduría perenne de los místicos de todos los tiempos, sin necesidad de emprender el trabajo real necesario para experimentar el arduo y profundo proceso de transformación interior.
3. Motivaciones Confusas: Ésta es una enfermedad que hunde sus raíces en la motivación que nos lleva a emprender el camino espiritual. Y es que, por más auténtico y puro que sea nuestro deseo de crecer, a menudo se entremezcla con motivaciones no tan puras, como el deseo de ser amado, el deseo de pertenencia, la necesidad de llenar nuestro vacío interior, la creencia de que el camino espiritual acabará con nuestro sufrimiento y la ambición espiritual, es decir, el deseo de ser especial, de ser el mejor, de ser "el elegido".Aunque la confusión resulte inevitable cuando, por vez primera, nos embarcamos en el camino espiritual, si nuestra práctica espiritual no pone finalmente de relieve las fuerzas que inconscientemente estén operando, puede acabar provocando una enfermedad. En tal caso, podemos sucumbir al impulso de satisfacer nuestras necesidades psicológicas de aceptación, significado y singularidad, soslayando las posibilidades más profundas que nos brinda la vida espiritual. Pero, en tal caso, no lograremos satisfacer nuestras expectativas y, en lugar de entender el fracaso percibido como un aspecto del camino, culparemos a Dios, a nuestro maestro o al camino y acabaremos decepcionándonos del desarrollo espiritual.
4. Identificación con las Experiencias Espirituales: En esta enfermedad, el ego se identifica con las experiencias espirituales y, tomándolas como algo propio, empieza a considerarse -en una forma de inflación del ego- artífice de las comprensiones que, en ocasiones, afloran en su interior. En la mayoría de los casos, las experiencias no duran indefinidamente, aunque en algunos dure por un período más largo por el hecho de que se creen iluminados, o que deben de funcionar como maestros espirituales. Hay veces en que la identificación con las experiencias espirituales es tan profunda que uno acaba perdiéndose.«La iluminación súbita del satori es un concepto sumamente resbaladizo», escribió el autor húngaro Arthur Koestler. En la mayoría de los casos y, a pesar de nuestro esfuerzo por aferrarnos a ellas y de mantenerlas, las experiencias místicas acaban desvaneciéndose. Si combinamos esto con las humillantes realidades del cuerpo, la enfermedad y las relaciones humanas, acabamos descubriendo que las experiencias místicas son, en esencia, simples experiencias.
5. El Ego Espiritualizado: Esta enfermedad se presenta cuando la estructura de la personalidad egoica se confunde con conceptos e ideas espirituales, provocando como resultado una estructura egoica “a prueba de balas”. Cuando el ego se espiritualiza, nos volvemos invulnerables a cualquier tipo de ayuda, a nueva información, o a una crítica constructiva. Entonces es cuando, en nombre de una supuesta espiritualidad, nuestro desarrollo espiritual se atrofia y acabamos convirtiéndonos en seres humanos impenetrables. El ego espiritualizado se manifiesta entonces en modalidades, que abarcan el amplio abanico que va desde lo sutil hasta lo extremo, que echa mano de conceptos, ideales y prácticas espirituales para eludir la autenticidad y vulnerabilidad ante las circunstancias de la vida.Son muchos, tanto en Oriente como en Occidente, los maestros espirituales mediocres que enseñan a sus sinceros discípulos niveles bastante menos que óptimos. Ésta es una enfermedad que opera como una especie de producción en serie de la espiritualidad: ¡Ten esta experiencia, logra esa comprensión y estarás iluminado!… y en condiciones, según parece, de iluminar a otros del mismo modo..
El problema no es lo que esos maestros enseñan, sino el hecho de que se presentan como si hubiesen alcanzado el dominio espiritual. Esa es una creencia prematura que no sólo frustra la evolución del maestro, sino que también transmite, en sus discípulos, una imagen muy limitada del desarrollo espiritual.
7. Orgullo Espiritual: El orgullo espiritual aparece cuando el practicante, después de años de laborioso esfuerzo, alcanza cierto grado de sabiduría que utiliza para justificar su desconexión de cualquier experiencia adicional. Resulta tentador que, en lugar de permanecer continuamente abiertos a un conocimiento más profundo, nos durmamos en los laureles del logro espiritual. El maestro budista tibetano Chogyam Trungpa Rinpoche consideraba el orgullo espiritual como uno de los obstáculos más difíciles de superar. Ese era, en su opinión, un problema que frustraba el desarrollo tanto de los maestros espirituales (llevándoles a creer que habían llegado al final del camino) como de los practicantes avanzados (haciéndoles creer que se hallan en un estado muy superior al de sus compañeros más jóvenes).La sensación de "superioridad espiritual", que consiste en sentir que "yo soy mejor y más sabio que los demás y, como soy espiritual, estoy por encima de ellos", es otro de los síntomas característicos de esta enfermedad de transmisión espiritual. El síntoma mental de esta enfermedad incluye la creencia de que se conoce de realmente el ego, la conciencia y la espiritualidad. Y, entre sus manifestaciones físicas, cabe destacar la sensación de distanciamiento, la mirada de aprobación cuando los demás están hablando de cuestiones espirituales y la necesidad de afirmar, en la conversación, la superioridad de nuestro conocimiento espiritual
8. Mente de Grupo: También descrita como pensamiento de grupo, mentalidad sectaria o enfermedad del ashram. La mente grupal es un virus insidioso y oculto que contiene muchos de los elementos de codependencia tradicional. Se trata de una enfermedad en la que un grupo espiritual, se pone sutil e inconscientemente de acuerdo en el modo adecuado de pensar, hablar, vestirse y actuar.Las intenciones compartidas relativas a la práctica y el protocolo resultan invisibles y el establecimiento de acuerdos homogeneiza al grupo, proporcionándole un nivel de seguridad psicológica que tiene muy poco que ver con las aspiraciones compartidas del desarrollo espiritual. Los individuos y grupos afectados por la "mentalidad de grupo" rechazan a los individuos, actitudes y circunstancias que no se adaptan a sus reglas, a menudo implícitas a las que se somete el grupo en colectivo.
No hay grupo, independientemente de su grado de desarrollo, que no incluya, como parte de su estructura, aspectos de esta dinámica sectaria enfermiza. Y uno de los indicadores más claros de esta enfermedad es la negación o ignorancia de esa dinámica. El sectarismo y el pensamiento de grupo son inevitables correlatos del psiquismo humano. Y aunque, en algunos casos, sus consecuencias sean leves en otras, no obstante, resultan letales. Recordemos, en este sentido, los suicidios colectivos de Jonestown y de la secta Puertas del Cielo.
Y esta conclusión suele ir acompañada de la idea de que "nuestro maestro es el más grande de todos los maestros" y otras creencias tales como "jamás (en toda la evolución de la humanidad) ha habido un grupo como el nuestro" o de que "nuestro grupo es el más importante y valioso para la salvación de la humanidad".
Esta enfermedad suele derivarse de una tendencia psicológica profunda e inconsciente de impotencia, de falta de amor y de inmaterialidad que lleva a maestros y a discípulos a creer que su camino no sólo es el mejor para ellos, sino el mejor de todos los caminos posibles. Existe una importante diferencia entre el reconocimiento de haber encontrado el camino, el maestro o la comunidad más adecuados para uno y el de haber encontrado el verdadero y único camino, la misma diferencia, en suma, que existe entre afirmar “mi esposa/esposo es la mejor pareja del mundo para mí” y decir que “mi esposa/esposo es la mejor de todas”.
También es muy habitual que las personas reafirmen su sensación de valía psicológica, creyendo que su asociación con un maestro poderoso o iluminado les confiere, de algún modo, poder o iluminación, un fenómeno conocido con el nombre de “culto a la personalidad”. Es como esos padres que se identifican desproporcionadamente con la belleza o los logros de sus hijos, como si las cualidades o acciones en cuestión no fuesen de sus hijos, sino suyas propias.
10. Supervivencia del Ego basada en la Ilusión de Separación: Una de las enfermedades de transmisión espiritual más sutiles e insidiosas -y que llega a afectar a la inmensa mayoría de la población de aspirantes espirituales del mundo- es la creencia de que la espiritualidad tiene que ver conmigo, es decir, que yo estoy estudiando, que yo estoy llevando a cabo prácticas, servicio y esforzándome en sentirme bien, ser más feliz y convertirme en una mejor persona.
La falacia básica implícita en este error gira en torno a la creencia en el "yo". El "yo" con el que casi todo ser humano se identifica es un constructo psicológico creado para sobrevivir, pero nos hemos identificado tanto con él que hemos acabado creyendo que somos el yo.
Los místicos de todas las tradiciones han afirmado que "Dios es Uno" y que "Tú eres Eso". Y, aunque todos los seres humanos sepan eso intuitivamente y muchos lo hayan llegado a experimentar por sí mismos, la creencia de que somos seres separados se mantiene durante toda la vida.
Este malentendido básico de nuestra identidad verdadera no sólo es el problema fundamental al que se enfrentan todos los aspirantes espirituales, sino el fundamento mismo de todas las enfermedades de transmisión espiritual. La inquebrantable certeza de que "yo soy quien creo ser" -que tiende a ser tan fuerte entre quienes entienden intelectualmente este concepto como entre quienes no lo entienden- es tan virulenta que tiñe toda nuestra práctica espiritual, desde el servicio hasta la meditación y el ritual.
La mayoría nos pasamos nuestra vida en el camino sumidos en esta enfermedad integrada en nuestra conciencia. Se trata de una enfermedad de trasmisión espiritual -quizá la más difícil de erradicar de todas ellas- que afecta tanto a maestros como a discípulos, movimientos religiosos y tradiciones espirituales.
11. El Virus Mortal: "YA HE LLEGADO": Existe una enfermedad letal para el progreso espiritual, que es la creencia de que "ya hemos llegado" a la meta del camino espiritual. Cuando esa creencia se asienta en el psiquismo, acaba todo posible avance espiritual. Y es que, en el mismo instante en que creemos haber llegado al final del camino, concluye todo posible desarrollo. Y no olvidemos que, cuando no seguimos avanzando, acabamos retrocediendo.La enfermedad de creer que ya hemos llegado -conocida también como la afirmación prematura de iluminación, enfermedad zen o complejo mesiánico- es la mejor documentada dentro de las tradiciones espirituales y religiosas.
En su libro El corazón del yoga, T.K.V. Desikachar explica que: «El mayor de los obstáculos consiste en creer saberlo todo. Suponemos que hemos llegado al final y que hemos visto la verdad cuando lo único que, en realidad, ha ocurrido es que hemos experimentado un período de calma que nos lleva a decir ¡Esto era lo que siempre estaba buscando! ¡Finalmente lo he encontrado! ¡Ya lo he conseguido! Pero lo cierto es que la sensación de haber alcanzado el peldaño más elevado de la escalera no es más que una ilusión».
La tragedia es que esta enfermedad puede acabar infectando a la gente de un modo que deteriora gravemente su amor a la verdad. Es mucho el daño provocado por maestros espirituales poderosos, populares y carismáticos que, pese a tener una comprensión muy profunda, han perdido la humildad y, al no darse cuenta de lo mucho que ignoran, sólo enseñan prácticas y verdades a medias. Y estos casos despiertan muy a menudo, cuando las supuestas "verdades" se revelan falsas, un profundo sentimiento de traición, amén de resultar muy difíciles de curar. Son muchos, de hecho, los aspirantes espirituales sinceros que, después de haber sufrido los efectos de alguien aquejado del virus "yo ya he llegado", jamás acaban de recuperarse lo suficiente como para confiar en otro maestro.
Lo que no resulta tan sencillo es descubrir y admitir al pequeño mesías que hay dentro de cada uno de nosotros. Me refiero a esa pequeña voz que, contra toda evidencia e incluso contra la claridad de nuestra propia conciencia, insiste en que realmente sabemos lo que está ocurriendo, en que somos algo más sabios que los demás, en que nuestro juicio es objetivo y en que nuestra visión es exacta y verdadera. Esto, a decir verdad, es algo que, en alguna que otra ocasión, muchos hemos experimentado... pero, ¿seríamos tan honestos como para admitirlo?