¿CUÁL ES EL PUNTO DE "ESTAR PRESENTE"?


COMENTARIO

Gurdjieff se dirigía a sus discípulos utilizando la siguiente frase: "Ustedes nunca están en casa", haciendo alusión a un carente estado de 'presencia' en el existir cotidiano del ser humano. No estar en casa es en sí la ausencia y negación de la capacidad legítima de auto-consciencia que diferencia al ser humano de los animales.

Si realizamos una retrospectiva de nuestra vida, reflexionando y ahondado en el pasado, los recuerdos traen aparejada la percepción de que toda la existencia se parece más a un sueño que a una realidad, la sensación de vacío y la escasa significación de nuestras experiencias son consecuencias de que, por regla general, no estamos nunca en casa, o muy pocas veces. Estamos casi siempre fuera.  No estamos en el 'aquí y ahora', en el estado de presencia.

La mayoría de las actividades que estamos acostumbrados a desempeñar carecen del estado de auto-consciencia mientras se realizan y aunque podamos interactuar con las circunstancias, ya sea con personas o con cometidos, obrando razonablemente, pensando, observando y aun teniendo recuerdos de lo vivido, no advertimos que nuestra consciencia estuvo totalmente ausente.

Diferenciar las funciones -es decir los pensamientos, emociones y sensaciones- de la consciencia, es el requisito primordial para todo trabajo sobre uno mismo. Nuestra interrelación con la vida a través de las funciones se puede manifestar con o sin el estado de presencia, considerado como el primer gradiente del estado de consciencia de sí. Salvo por excepcionales circunstancias nos desenvolvemos en la vida en un estado denominado identificación, en donde carecemos de consciencia independiente y nos perdemos en cualquier cosa que estamos haciendo, sintiendo o pensando, siendo está la característica del hombre dormido.

La práctica de la presencia es imposible sin el control de la atención, en el estado de identificación la atención es de un solo sentido volcada totalmente hacia el exterior, en donde el hombre prácticamente carece de existencia propia, mientras que el estado de presencia necesita de una atención de doble sentido que es ejemplificada por una flecha de dos puntas, en donde una punta es la percepción de uno mismo y simultáneamente la otra punta es dirigida hacia el fenómeno observado.  Con esta división atencional aprendemos a separarnos de la tarea en turno y a mantener un cierto hilo de consciencia que permanece aparte del pensar y del sentir, comenzando a obtener el gusto por el estado de presencia, caracterizado por la sensación particular de objetiva existencia. 


El estado de presencia, como todo estado, es imposible de transmitir y sólo podemos conocerlo en nosotros mismos cuando lo tenemos, cuando no se tiene no se puede reconocer (al menos en ese mismo momento) que no se lo tiene, es sólo cuando vuelve que podemos darnos cuenta de su ausencia. Durante estos períodos, prácticamente de inconsciencia, nos comportamos de manera mecánica y condicionada, pensamos, sentimos, actuamos, hablamos, trabajamos sin tener atisbos de existencia real. El estado de presencia sólo puede definirse por la sensación y el sabor en sus momentos de  manifestación.

La llave de acceso a una vida más significativa es posible sólo a través de un despertar parcial dado por la práctica de acordarse de sí mismo, es decir de estar presente en el ahora y aquí, es allí donde es posible el estudio de uno mismo y la experimentación de todo principio, sin esto no se podrá alcanzar nada ni nadie podrá ayudarnos, ya que ningún trabajo puede realizarse en el sueño. Es por esta razón que el proceso de transformación no es una cuestión tanto de experimentación, sino de un cambio del propio estado de consciencia.

Estar presente en el ahora y aquí es acordarse de sí mismo, siendo el puente de conexión con nuestra verdadera identidad, en  lugar de una identidad falsa y mecánica en donde todo sucede, viviendo, actuando y razonando en un sueño profundo, un sueño absolutamente literal.

 Alfredo Marinelli


¿CUÁL ES EL PUNTO DE "ESTAR PRESENTE"? 

"La plena conciencia de mi propio ser es dada a mí solamente ahora y aquí. ¿Por qué? Porque la mayoría de las veces, estoy perdido en la fantasía. Definitivamente, no estoy aquí y ahora. Me pregunto acerca del pasado o sueño con el futuro, pienso en el futuro o pienso en algo, especulando acerca de algo, hablando con alguien que no está aún allí, imaginando, complaciendo. ¡Que manera de vivir!"

Pero también hay otra forma. Cada día, en cualquier momento y en cualquier lugar, es posible estar en el "ahora y aquí" sólo recordándolo. Pero, ¿por qué molestarse? Porque "estar presente" evita la pérdida de energía vital del cuerpo; permite el desarrollo de un centro de atención interior y si es practicado por un tiempo suficiente, le infunde al individuo un sentido realista de identidad en lugar de una personalidad que es en gran medida imaginaria. Hay sólo un momento que está cambiando constantemente y estar presente en el único momento que hay, es estar totalmente vivo.

Cualquier persona puede experimentar el estado de presencia ahora mismo por ser consciente de su cuerpo a través del uso de los cinco sentidos principales. ¿Qué puede escuchar ahora? ¿Qué colores puede ver a su alrededor? ¿Hay un aroma o fragancia en el aire? Si está comiendo o bebiendo, qué sabor experimenta? Ser conscientes de lo que toca su piel; la presión de la silla sobre la que está sentado; sentir los pies dentro de los zapatos y el tacto de la ropa en la piel. Además y sin perder el sentido de sí mismo, ¿qué está pasando a su alrededor?

Desafortunadamente, ocasionales intentos de experimentar el estado de presencia, aunque mejora su calidad de vida tiene poco impacto en la evolución personal. Si usted está interesado en lograr un cambio de ser, estar presente necesita convertirse en una forma de vida – algo que es practicado muchas veces al día, todos los días. Pero entonces, ¿por qué no? El estado de  presencia significa estar verdaderamente vivo y ¿quién no quiere vivir la vida al máximo?

Sin embargo tenga en cuenta que si practica el estado de presente constantemente tiene que ir acompañado de esfuerzos para observar y transformar las emociones negativas. ¿Por qué? Porque estando presente aumenta la energía creativa dentro del cuerpo y si esta energía no se utiliza de una manera constructiva y positiva, rápidamente se expresa a través de negatividad, porque el cuerpo se esfuerza por mantener un nivel adecuado de energías dentro de sí mismo.

Su objetivo debe ser la evolución espiritual, si transforma la energía negativa en algo positivo, usted puede estar seguro de que estará en su propio verdadero camino.
Robert S. de Ropp

Compilado y traducido por Alfredo Marinelli para el blog "Gurdjieff y Ouspensky - Estudio e Investigación". 

¿QUIENES SON LOS MEJORES?


A. R. Orage
Necesitamos amar a aquellos seres superiores, cuando los encontramos, cantaba Tennyson; pero ¿cómo podremos alguna vez encontrarlos si no sabemos cómo buscarlos? Tennyson asumía que no podíamos fallar en reconocerlos a simple vista; pero esa pretensión es demasiado ingenua, y ha dado origen a falsificaciones sin cuenta. Se necesitan dos condiciones para encontrar un ser superior: primero, que aparezca y, segundo, una mente capaz de reconocerlo. En la actualidad, por lo general, ni siquiera estamos conscientes de los valores que debieran ser medidos para ello. ¿Superior, en relación a qué? ¿Está relacionado con el intelecto, el sentimiento, la acción, o con nada de eso? ¿Qué hace a un hombre ser superior a un hombre promedio?

A primera vista, el problema no es simple. Damos por garantido que sabemos todo lo que sea necesario acerca de ello. Por lo tanto, cada uno de nosotros califica alegremente a las personas de acuerdo a nuestra estimación de sus méritos, sin preocuparnos por inquirir si acaso nuestra calificación tiene alguna otra base que no sea la de nuestros gustos o disgustos accidentales. Esas personas son mejores porque nos gustan más. Pero, resulta que todos tenemos diferentes gustos y eso lleva a diferentes resultados: algunos piensan que Napoleón es el más grande hombre que jamás haya existido; otros piensan lo mismo de Platón, o de Shakespeare, o de Buda. La diversidad de resultados no nos interesa, continuamos pensando que nuestro enjuiciamiento es correcto.

Cuando abandonamos este estándar infantil y tratamos de encontrar una prueba científica aplicable a los valores humanos, inmediatamente aparecen dificultades enormes. En la actualidad, hay aproximadamente seis mil y medio millones de personas en la tierra, y es probable que el número vaya aumentando constantemente en el curso de los años. Esto introduce la primera dificultad, ¿Es el Hombre de hoy mejor que el Hombre de hace diez mil años? Si es así, ¿con respecto a qué? ¿Qué es el progreso, asumiendo que exista tal cosa en el Hombre como especie?

Si es así, ¿por la superioridad de qué cualidad? O asumiendo que las razas son iguales en valor y sólo diferentes en forma, ¿qué es lo que crea la diferencia en valor entre naciones de la misma raza? Nosotros no admitimos que todas las naciones de raza blanca sean del mismo valor. Entonces, ¿qué es lo que hace que una sea más valiosa y, por lo tanto, mejor que otra?

Pero la más grande de todas las dificultades permanece y es estimar los valores comparativos de los diferentes tipos de hombres en cada raza. Es verdad que sólo hay un número limitado de tipos. En efecto, pueden ser reducidos a tres: el tipo intelectual, el tipo emocional y el tipo práctico; ejemplificados en el pensador, el artista y el hombre de acción, Pero ¿cuál de estos tres es "mejor" que los otros y en relación a qué cualidad? ¡Ahí está el problema!

Cada uno tiene sus preferencias y, por lo tanto, su prejuicio en relación a estos tres tipos de hombre. Un hombre que se imagine ser un pensador, un artista o un hombre de acción, naturalmente exaltará su propio tipo. Mr, Bernard Shaw, un intelectual, afirmaba que el más amado objeto de la Fuerza de Vida era el cerebro. El mejor hombre en el presente siglo, según la naturaleza, sería Mr. Shaw. El artista, por su parte, sostiene que los más elevados valores son los estéticos. Ver al mundo como lo ve un artista - tal como él - es acceder a los mejores valores que pueden ser alcanzables por un hombre. La escuela de acción exalta la acción. Dios,  o el valor humano supremo, no está en el pensar o en el sentir sino en el hacer; el hombre es más parecido a Dios cuando está organizando exitosamente una industria, un gran negocio o una guerra.

Si no existiese un criterio único para todos nosotros, en virtud de nuestra común humanidad, nunca podríamos llegar a un acuerdo. Las diferencias entre estos tipos son tan absolutas que ningún tipo, de por sí, puede sentenciar sobre los valores. Si los hombres fuesen solamente pensadores, o solamente artistas, o sólo hombres de acción, sería imposible establecer un criterio para reconocer quién es el "mejor". Cada tipo tendría su propio criterio y no habría nadie lo suficientemente imparcial para juzgarlos.

Afortunadamente la Torre de Babel hace bastante tiempo que se derrumbó para disipar una parte de la confusión de lenguas que motivó su caída. Los tres tipos de hombres no son tan distintos como para no tener algo en común. Y sin embargo, como lo hemos dicho, el problema de establecer un criterio común de valorización -y de ahí llegar a un entendimiento respecto a cuál es el mejor- pareciera a primera vista difícil hasta lo imposible; en realidad, no es difícil, sólo requiere sentido común.

Al juzgar nuestros tres tipos de hombres -el pensador, el artista y el hombre de acción- es evidente que ya estamos introduciendo otro criterio además del suyo propio. Entre los pensadores, por ejemplo, todos estaremos de acuerdo en que el mejor entre ellos sería el que incluyera la capacidad para sentir y actuar junto con el pensamiento puro. El pensamiento puede ser su más elevada función, pero para ser el mejor, él debe además ejercitar sus otras funciones procurando igualarlas con la que en él es superior. Y lo mismo sería verdad para los otros, pasando por alto nuestras preferencias personales por uno de los tipos en desmedro de los otros dos. Los artistas proclaman a Da Vinci, por ejemplo, como el más grande de todos los artistas, porque él también fue un pensador y un hombre de acción, Y los hombres de acción similarmente contemplan a Julio César como el más grande en su tipo, porque él combinó el arte y el pensamiento con su habilidad práctica.

No se puede decir que hemos llegado a algo totalmente nuevo, y aunque esto no es un argumento en contra de nuestra conclusión, el hecho es que nuestro común consenso, así expresado, puede ser tomado por garantido y no considerar que nos despoje de un estímulo para nuestro desarrollo. Si pertenecemos por naturaleza a un tipo u otro, y penosamente hemos tratado de cultivar en nosotros las cualidades de los otros tipos, el propósito de alcanzar algún grado de superioridad puede resultarnos remoto. ¿Existe acaso algún criterio simple acerca del valor del hombre, tan comúnmente aceptado, aunque no tan comúnmente formulado? Y ¿puede ser adoptado y aplicado por una persona ordinaria? Nosotros creemos que sí lo hay y que puede ser así.

En el fondo, no somos pensadores, artistas o gente de acción, sino seres humanos, criaturas ocupando una ubicación definida en el esquema mundial. Estamos colocados entre la Naturaleza y Dios, entre el mundo creado y el Creador, entre el mundo que es y el mundo que debiera ser. Nuestra función específica es actuar como un puente entre ambos, y el más alto de nuestros logros es ser conscientes de nuestra función. Con la conciencia de nuestra función y misión, podremos pensar o sentir o actuar para un propósito determinado; sin esa conciencia, pensamos o sentimos o actuamos inconscientemente. La verdadera medida de la valoración humana es, en resumen, cantidad y calidad, no de pensamiento, sentimiento o acción, sino de estar conscientes de por qué, cómo y qué es lo correcto al pensar, sentir y actuar.

El criterio es aplicable a todos, por la simple razón de que es posible para cada uno de nosotros, sin gran habilidad como pensador, artista o empresario, tratar de estar más consciente de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos. El mejor de nosotros es aquel que se conoce a sí mismo mejor.
A. R. Orage

Extraído por Alfredo Marinelli del ensayo "Who are the best people" del libro "Psychological Exercises and Essays: The Active Mind", Samuel Weiser, Inc., New York, 1979, pp.113-116. Para el blog "Gurdjieff y Ouspensky Estudio e Investigación".